Hace poco tiempo la experiencia del posparto con angustia, que muy pronto viró hacia un malestar más intenso, quizá una depresión posparto, le sucedió a una mujer cercana a mí, muy querida. Escribir sobre el tema es una deuda que siento hacia ella puesto que me dijo “me hubiera gustado saber más del tema, antes”.
Me recordó mi propia vivencia, sucedida ya hace muchos años. Procesos sorpresivos, más aún cuando se tiene al primer hijo y se está feliz por la nueva etapa que inicia. ¿Hubo algún dato que hiciera pensar en la posibilidad de que estas emociones angustiosas se manifestaran? No, no lo hubo. No al menos de manera visible.
El esperar un tipo de vivencia y enfrentarse con otra fue algo contundente. Lo fue más debido a todo un discurso romantizador de la maternidad, del parto, del posparto y de la lactancia que no incorpora los claro oscuros que también pueden ocurrir.
En ambos casos, y pese a todo, tanto ella como yo pudimos detectar que algo sucedía, hablarlo y contar con una red cercana de familiares y amigos que ayudaron. No sucede siempre de esta forma.
“En un gran número de casos, la depresión es vivida en soledad, ya que es difícil que las mujeres hablen de estos sentimientos por vergüenza y temor al estigma”, afirman María Asunción Lara, Pamela Patiño, Laura Navarrete y Lourdes Nieto en “Depresión posparto, un problema de salud pública que requiere de mayor atención en México”, publicado en 2017.
Detrás de estos silencios se encuentran estereotipos y discursos acerca de lo que es y debería ser una “buena madre” y la alegría sin nubarrones que se debe vivir cuando se tiene al recién nacido en brazos. Probablemente este orden de género sea una de las principales razones que explican el por qué no se habla más de la depresión posparto y por qué no existen muchos estudios al respecto.
Filipa de Castro, investigadora del Centro de Investigación en Salud Poblacional (CISP) del Instituto Nacional de Salud Pública (INSP) y su equipo de investigación, analizaron datos de 7 mil 187 mujeres adultas, recabados en la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2012.
A partir de ellos llegaron a las siguientes cifras: la depresión entre mujeres con al menos un hijo menor de 5 años tiene una prevalencia en México del 19.9% (equivalente a 2 millones de mujeres); es decir, una de cada cinco mujeres presentan un cuadro depresivo que, de no ser detectado y atendido, se podría prolongar y agravarse. ¡Cifras impresionantes!
En otra investigación más reciente, de 2023 “Depresión posparto: prevalencia y factores de riesgo asociados en una muestra de población mexicana” se afirma que alrededor del 10 al 20% de las mujeres durante el primer año del parto y 25% más allá de este primer año presentan síntomas de depresión, los cuales casi siempre desaparecen espontáneamente entre los tres y los seis meses.
También nos dicen que la prevalencia no está debidamente definida, pero que en México se estiman porcentajes que van del 13.9 al 32.6%. En estas cifras, los autores no son muy claros de a qué tipo de síntomas se corresponden estos porcentajes.
Tres tipos del posparto triste, depresivo o psicótico
Lara, Patiño, Navarrete y Nieto afirman que es importante distinguir tristeza, depresión y psicosis posparto. La tristeza posparto puede sentirse en los primeros diez días después del parto. Se calcula que afecta del 30% al 70% de las madres (¡una cifra enorme, digo yo!) y se detecta por cambios emocionales constantes, irritabilidad, insomnio, llanto, ansiedad generalizada. Estos síntomas tienden a ir disminuyendo hacia las dos semanas posteriores a su aparición.
En la depresión posparto, además de los síntomas específicos de la depresión mayor (ánimo depresivo, pérdida de placer y alteraciones del sueño y de la alimentación, entre otros), se presenta ansiedad extrema, sentimientos de culpa, labilidad emocional, ideación suicida, una enorme preocupación por la o el bebé.
También dicen que estudios cualitativos afirman que las mujeres dicen sentirse abrumadas emocionalmente, como en una “montaña rusa,” irritables, solas y auto percibirse como no siendo personas “normales”. Existen varios tratamientos, algunos farmacológicos.
En la psicosis posparto los síntomas se agravan. Según el artículo de estas cuatro autoras, se trata de un “trastorno afectivo con síntomas psicóticos”, tales como delirios, cambios repentinos de humor y desorganización conductual. Puede aparecer en los dos primeros días posteriores al alumbramiento.
Según el DSM-V, en su última edición, (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, libro de referencia para los profesionales de estos campos de la salud) es un trastorno que se presenta en uno o dos de cada mil partos. La psicosis posparto es una condición muy grave que afecta de manera dramática la vida de la madre y requiere de tratamiento inmediato. Puede incluso recomendarse la hospitalización. En algunos casos, la vida de la madre y del recién nacido pueden estar en riesgo.
Además, la depresión puede darse durante el embarazo y continuar en el posparto, o surgir después del parto, de manera inmediata o más tardía. Incluso los padres pueden llegar a sufrir depresión posparto. “La depresión durante el periodo perinatal también se observa en los padres: alrededor de 10.4% de padres presenta depresión perinatal y sólo en algunos casos, esta está vinculada a la depresión de la madre”.
Urgente desarrollar políticas públicas y también ver las diferencias entre experiencias
Es urgente que las medidas públicas para abordar la problemática se actualicen (cuando ya existen) y se multipliquen. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), acciones importantes para prevenir y atender la depresión postnatal en países de ingresos bajos y medios, como México, serían aquellas que integren programas de atención de salud mental en los servicios perinatales; también, sensibilización y capacitación del personal médico; impulso a la conformación de terapia y grupos de apoyo.
Proporcionar la información necesaria a las mujeres, principalmente en las clínicas del primer nivel de atención sería fundamental. Por supuesto, exigir que en las consultas privadas también se hable de ello y que los profesionales de la salud tengan capacitaciones constantes sobre la temática.
Es importante diferenciar los casos, reconocer las sintomatologías pero también es importante enfatizar que cada persona vive de manera particular estas emociones y experiencias. Debemos contextualizar las vivencias, colocarlas bajo la mirada de género, de las desigualdades sociales, territoriales, etarias, de clase, étnicas y con ello mantener en la mira aproximaciones que no solamente sean psicológicas y epidemiológicas.
En todos los casos, si se percibe algo con lo que una no se encuentre cómoda durante el embarazo o el posparto inmediato o más tardío, no se debe sentir vergüenza por ello y se debe hablar y buscar ayuda.