Los medios de comunicación se han caracterizado por hipersexualizar los cuerpos de las mujeres durante décadas. No es extraño ver a las famosas presentadoras del clima en vestidos entallados, tacones y con una gran producción de maquillaje, recibiendo atención masculina y reduciéndolas a meras corporalidades sexualizadas.

Lo mismo ocurre con las conductoras de programas matutinos de televisión, quienes deben proyectar una imagen de perfección y, en muchas ocasiones, son ridiculizadas y cosificadas en nombre del entretenimiento. Esta situación también se replica en los medios deportivos, quizá de una manera aún más cínica.

En el mundo del deporte, históricamente controlado por los hombres, las periodistas, reporteras y presentadoras representan tan sólo el 4% de las coberturas en el periodismo y los medios deportivos, según datos de la UNESCO.

Hipersexualización de las mujeres en los medios deportivos

A pesar de que el campo se ha vuelto relativamente más accesible y menos hostil con el paso de los años, la misoginia, el machismo y la cosificación de los cuerpos femeninos siguen vigentes en el medio. Un claro ejemplo es el caso de Miroslava Montemayor, una presentadora deportiva mexicana con una gran trayectoria en los medios, quien constantemente recibe comentarios que la hipersexualizan.

En internet se leen titulares como “¿Quién es Miroslava Montemayor? La conductora que se robó los reflectores” o “La belleza de Miroslava Montemayor, evidenciando lo que realmente importa desde la mirada patriarcal: la erotización de los cuerpos de las mujeres en televisión.

Durante un programa de TNT Sports previo a un partido de la Liga de Campeones de la UEFA, popularmente conocida como la Champions League, Miroslava Montemayor participó junto con otros conductores, entre ellos  Marion Reimers, comentando sobre el partido desde su experiencia como especialista en el tema. Sin embargo, en redes sociales, la conversación giró en torno a su apariencia física.

Algunas personas incluso compararon a Miroslava con Marion, quien ha enfrentado discriminación y misoginia a lo largo de su carrera en los medios deportivos.

Esta es una forma de discriminación hacia el trabajo de las mujeres. En lugar de centrarse en su labor y conocimientos, se hace referencia a su apariencia física, edad, situación sentimental e incluso autonomía reproductiva. En este caso, además, se promueve la comparación y rivalidad entre colegas simplemente por cumplir o no con el canon de belleza patriarcal.

La explotación de la belleza eurocéntrica

La participación de las mujeres en los medios deportivos suele estar condicionada por la exigencia de cumplir con un estándar de belleza. Deben ser delgadas pero “curvilíneas”, altas pero no más que los hombres, y blancas; o, en su defecto, si son racializadas, deben poseer rasgos faciales hegemónicos que emulen la estética eurocéntrica.

Este tipo de belleza, aceptada en occidente, es la que las mujeres en los medios deportivos deben alcanzar para ser exitosas. De lo contrario, el interés del público se pierde y la atención se torna violenta.

Esta es una táctica institucionalizada e interiorizada en la vida de las mujeres. En los medios de comunicación, la presentación y representación de estas ideas se vuelve aún más despiadada. 

Como señala Lala Pasquinelli en La estafa de la feminidad, las mujeres son maestras de otras mujeres, enseñándoles a replicar roles, estereotipos de género y herramientas de autosabotaje para cumplir con el canon de belleza. Este fenómeno ocurre de manera inconsciente y tiene su origen en el capitalismo y el patriarcado. Los cuerpos de las mujeres se convierten así en una indumentaria para el mercado y en objeto de satisfacción para la mirada masculina.

En los medios deportivos, este canon se replica, difunde y refuerza, estableciendo que sólo hay un tipo de belleza aceptable para las mujeres que trabajan como reporteras, conductoras y periodistas, y promoviendo una cultura de cosificación e hipersexualización.