La Secretaria de Educación Pública (SEP) ostenta en su página oficial el ambicioso Programa Nacional de Convivencia Escolar (PNCE), un proyecto que reza, ofrece a todas las escuelas construir relaciones interpersonales pacíficas y respetuosas, por medio del manejo apacible del conflicto para garantizar el desarrollo óptimo del alumnado. En 2018, se consiguió implementar este programa en más de 70 mil escuelas a nivel nacional, siendo la educación secundaria el principal objetivo para la SEP.
El último conteo de estudiantes beneficiados data del 2016 con 4 millones 375 mil alumnos de primaria y secundaria que, supuestamente, se desarrollaron en espacios educativos sin acoso escolar. Con resultados que alcanzaron el 100% de éxito para el PNCE según su página oficial, queda preguntarse, ¿cuáles son los ejes formativos que, supuestamente, garantizaron en su totalidad la seguridad de los estudiantes?
Este programa difunde el concepto de escuelas libres de acoso a través de materiales impresos y audiovisuales; fomenta la interacción entre las infancias - adolescencias por medio de proyectos y, a través de una intervención informativa, educa a estudiantes y familiares para saber cómo actuar ante conflictos. Se sustenta en los siguientes seis puntos:
- Autoestima. Me conozco y me quiero como soy
- Reconozco mis emociones
- Convivo con respeto
- Respeto los acuerdos de convivencia
- Manejo la resolución de conflictos
- Todas las familias son importantes
Leslie tiene 15 años y terminó su educación secundaria al norte de la ciudad, en remembranza, señala que el ambiente era violento, especialmente contra sus compañeras quienes eran acosadas por sus congéneres e incluso, violentadas digitalmente. Al cuestionarle si vivió una educación libre de acoso la respuesta es contundente: “no”.
“La violencia verbal era la más normal con mis compañeros, pero por ejemplo, teníamos un compañero que acosaba (sexualmente) pero jamás lo expulsaron y terminó normal la secundaria. Sobre los protocolos, cuando tenías varias quejas, las orientadoras platicaban contigo y te daban material para dejar de hacerlo, eso era todo”
La SEP “alcanza sus metas” contra violencia escolar; alumnos la enfrentan
En enero del 2021, Mariana de 14 años asistió con normalidad a sus clases en la Secundaria Técnica Número 2 ubicada en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. El día transcurrió y la ausencia de la adolescente alertó a las autoridades de la institución, quienes la encontraron desmayada en las instalaciones de la secundaria, varios minutos después del suceso.
En un principio, se argumentó que Mariana había perdido el conocimiento de manera repentina, sin embargo, el hecho quedó documentado a través de un video donde se observa cómo una compañera en compañía de su hermano mayor, la empuja con fuerza provocándole un fuerte golpe en la cabeza que la desvanecería instantáneamente.
En el contenido se escuchan los gritos y risas de los adolescentes que intentan con desespero despertarla; perfumes, gel antibacterial, agua y movimientos bruscos al cuerpo de Mariana que yacía inconsciente, fueron algunas de las acciones que se tomaron aunque, sin éxito alguno. Una vez alertadas las autoridades de la secundaria, se dio aviso a familiares y fue trasladada con urgencia al Hospital zona 2 del IMSS 5 de Mayo para recibir atención médica.
Con antecedentes y constantes pedidos de ayuda a las autoridades desde hacía meses, Mariana sobrevivía a constantes violencias y hostigamientos que eran atestiguados por compañeros y profesores.
“Se revictimiza. Es una mentirosa”, señaló la trabajadora social de la secundaria y, por su parte, el director informó a los padres de familia que no se involucraría más con el caso, deslindándose de toda responsabilidad.
A un par de meses del suceso, Paola, la tía de Mariana exige justicia por el acontecimiento y pide que se esclarezca la situación con estas autoridades escolares que ponen en tela de juicio a una menor de edad y que, además, han tomado una postura violentadora de impunidad.
A esta voz que busca justicia, se une la de Alonso García, hermano mayor de Jorge García que terminaría con su vida después de ser violentado en reiteradas ocasiones por el profesor Osvaldo Romero ante los ojos de una institución que prefirió mirar a otro lado, dándole la espalda a un adolescente de 17 años que exigía la destitución de su agresor.
Su madre intentó en múltiples ocasiones acercarse a la institución y concretar una cita con el director, sin embargo, le fue negada. Asimismo, cuando acudió en compañía de su hijo para pedir la expulsión inmediata del docente, se señaló que era imposible, pues no existía un reemplazo para dar la materia que impartía. Fue así, que hasta el último día, Osvaldo Romero continuó ejerciendo en total libertad al interior del Colegio de Estudios Científicos y Tecnológicos (CECyTEJ) sede El Arenal en Jalisco.
“Mi hermano en su carta expresa que gran parte de su decisión fue por un ‘maestro’, Edgar Osvaldo Romero González (conocido como Gondu) que le hacía la vida imposible de muchas maneras. Nos decía que el maestro lo humillaba, ridiculizaba y lo trataba mal delante de todo el grupo (por pertenecer a la comunidad LGBT). Mi hermano muchas ocasiones reportó la situación con la prefecta del plantel, en dirección y con nosotros (su familia). La prefecta escaló el reporte, sin embargo, nunca se llegó a nada”, se lee en una publicación de Alonso García para exigir justicia.
El agresor Osvaldo Romero, dejó de presentarse al plantel después del suceso y a cuatro meses del suicidio de Jorge García, se desconoce su paradero y si continúa ejerciendo la docencia en total impunidad en alguna zona jalisciense.
Es julio del 2022, a cuatro horas de distancia de Guadalajara, en el estado de Querétaro, se encuentra la Secundaria Josefa Vergara y es la más cercana del hogar de Juan Pablo (Juanito, como le dicen sus padres), es de origen otomí y pasa algunas de sus tardes acompañando a su madre que vende dulces en las calles empedradas queretanas. Un adolescente de 14 años, que en entrevista con su padre Juan Zamorano para El País, ahora tiene sus piernas con cicatrices y hace un esfuerzo titánico para hablar.
Después de meses resistiendo al acoso de sus compañeros que le cortaban el cabello, quitaban sus útiles, las constantes burlas por “no hablar bien español” y la exposición por parte de su maestra con la finalidad de ridiculizarlo; las agresiones a Juan Pablo por su origen otomí concluirían cuando lo rociaron de alcohol y le acercaron un encendedor provocándole quemaduras de segundo grado en la mitad de su cuerpo..
“Juan, un joven retraído y con pocos amigos, contaba a sus papás que no se entendía con su maestra, que lo exhibía, y que no estaba cómodo con los otros muchachos.”, narra El País.
La violencia fluía de sus compañeros en la escuela, pero también de la maestra y la directora que instigaban los abusos. Mientras el pantalón de Juan Pablo ardía, nadie le ayudó a apagar el fuego y fue regañado por su profesora, quien lo mandó a cambiarse inmediatamente al baño y a untarse cebolla en las heridas.
Juan tiene quemaduras en sus glúteos, zona genital, piernas, espalda y pantorrillas. Adolorido, la profesora lo llevó a su casa y se desentendió de los hechos; sus padres no fueron informados de lo acontecido hasta al día siguiente cuando el dolor de Juan Pablo los alertó y fue trasladado de emergencia al Hospital del Niño y la Mujer.
La última actualización del caso indica que se está en proceso de tres demandas, la primera, en contra de los agresores y las otras dos en contra de la docente que está siendo sometida a un proceso ante la Fiscalía de Servidores Públicos para exigir una indemnización, reparación del daño y su suspensión indefinida para ejercer.
El pasado 21 de noviembre, la misma historia de violencia que vivió Juan Pablo, la vivió otro joven en Texcoco, Estado de México. Un adolescente identificado como Cristian de 18 años tomaba un curso de mantenimiento de motocicletas dentro de Grupo CEDVA, institución privada.
Ahí, Cristian vivió acoso escolar por parte de dos compañeros 10 años mayores que él, el 21 de noviembre, fue rociado con gasolina y posteriormente, incendiado. De acuerdo con los últimos reportes, Cristian tiene quemaduras de tercer grado en sus genitales, zona perianal y piernas.
Hasta el momento, los padres de Cristian han puesto una denuncia frente a la Fiscalía General de Justicia (FGJ) y piden apoyo en redes sociales para solventar la hospitalización de su hijo; la institución no se ha pronunciado al respecto.
Durante 2022, en México el acoso y violencia escolar se disparó en un 85% en comparación a los números registrados en 2020, según el Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia de la Ciudad de México. El 55% de las denuncias son de adolescentes de entre 12 y 15 años (educación secundaria) y de este total, el 56% de las víctimas de acoso escolar son mujeres.
La violencia que se vive a los interiores de nuestras instituciones educativas es espejo de una sociedad mexicana que violenta, acosa, discrimina y es intolerante. El caso de Mariana es igual que el de millones de mujeres que son revictimizadas, ignoradas y cuestionadas en las fiscalías, el caso de Jorge García es una advertencia de que la homofobia mata y las quemaduras de Juan Pablo se convierten en un recordatorio doloso de discriminación.
Adolescentes vulnerables resistiendo a la violencia
- El 72% de los estudiantes pertenecientes a la comunidad LGBTT al menos una vez han escuchado comentarios discriminatorios por parte de sus docentes, personal y compañeros (Encuesta Nacional sobre Violencia Escolar basada en la Educación Sexual, Identidad, Expresión de Género hacia Estudiantes LGBT en México)
- El acoso verbal, físico, sexual, difusión de rumores, exclusión deliberada, robo, daño a objetos personales y ciberacoso son las principales violencias que enfrentan alumnos LGBT (Fundación Arcoíris)
- Los adolescentes pertenecientes a la comunidad LGBT, tienen tres veces más probabilidades de intentar cometer suicidio que las personas heterosexuales, siendo la segunda causa el acoso escolar. Encuesta Nacional sobre Diversidad Sexual y de Género (ENDISEG, 2021)
- Las mujeres mayores de 15 años son las más vulnerables a sufrir discriminación por su forma de vestir, tono de piel, estatura, peso y manera de hablar . Encuesta Nacional sobre Discriminación (ENADIS)
- Las mujeres de 15 años y más identificaron que las principales personas agresoras a lo largo de su vida escolar fueron: un compañero (43.4 %) y un maestro (16.8 %) Encuesta Nacional Sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH), 2021
- El 78% de las mexicanas mayores de 15 años se sienten inseguras en todos los espacios públicos y privados. Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (ENVIPE)
- El 37% de las personas mayores de 15 años pertenecientes a una comunidad indígena señalaron que no se respetan sus derechos. Encuesta Nacional sobre Discriminación en México
- El estereotipo imperante de la sociedad mexicana sobre las comunidades indígenas, es que se les asocia con la falta de disposición, nula capacidad de participación y pobreza. Consejo Nacional Para Prevenir la Discriminación (CONAPRED)
- El 70.01% de las mujeres de 15 años y más ha vivido una situación de violencia, siendo la emocional y psicológica las principales denuncias. Además, de que el ambiente que se vive con más normalidad es la comunitaria, es decir, en las escuelas, oficinas y colonias.
Las infancias y adolescencias mexicanas viven atravesadas por la violencia, la discriminación y el acoso, no se necesitan más pláticas, panfletos y dibujos que ilustren que el acoso está mal, se necesita un cambio profundo, una concientización y acciones públicas reales que aseguren que nuestras hijas, hermanas o sobrinas viven sin violencia y discriminación.
Las instituciones públicas necesitan con urgencia, una capacitación de perspectiva de género a sus docentes, porque en un país donde las infancias y adolescencias vulnerables resisten, se convierte en un acto grotesco que las autoridades escolares fomenten el odio y se vuelvan verdugos de menores de edad que buscan acompañamiento, solidaridad y empatía.
La violencia a la que sobreviven las mujeres durante la secundaria y preparatoria es un síntoma del patriarcado que se extiende a comportamientos sexistas y misóginos; rumores, fotografías por debajo de la falda, gordofobia, exclusión y hostigamiento sexual son parte de la cotidianidad que afrontan las adolescentes que salen de estos centros educativos, para enfrentarse al acoso callejero, en el transportes y violencias sistémicas.
El acoso escolar es un imperante en la cultura mexicana y mientras la homofobia exista, nuestras comunidades indígenas sean postergadas, las adolescentes y niñas sean acosadas, los directivos perpetúen pensamientos machistas, nuestros docentes carezcan de empatía; no habrá panfleto de la SEP que detenga la pandemia de violencia que reina en cada salón de cada primaria, secundaria, preparatoria y universidad de este país.