La médica internista y divulgadora Sari Arponen no ofrece promesas de eterna juventud ni fórmulas milagrosas. En su nuevo libro, ¿Envejeces o rejuveneces? (Editorial Diana, 2025), aborda el envejecimiento como un proceso profundamente influido por el estilo de vida, los determinantes sociales, el sistema económico y, sobre todo, por la forma en que cada persona se relaciona con su cuerpo y su salud.

En La Cadera de Eva conversamos con ella sobre las trampas culturales del bienestar, las desigualdades que atraviesan a las mujeres en este proceso y la necesidad de democratizar el cuidado sin convertirlo en un producto de privilegio.

¿Es nuestra genética o es el sistema?

“La mayor parte de cómo envejecemos se determina por nuestros hábitos de vida”, afirma Arponen, y no lo dice de forma ligera. Durante años, muchas personas han creído que la salud —y el deterioro asociado al paso del tiempo— es una cuestión de suerte genética. Pero los datos y la práctica clínica apuntan a otro lado.

Lo que comemos, cómo nos movemos, el nivel de estrés que soportamos, la calidad del sueño, el vínculo con nuestro entorno… todo eso importa más de lo que pensamos. Pero no siempre está en nuestras manos de forma libre y autónoma.

Vivimos, dice, en una sociedad que muchas veces nos empuja hacia prácticas que nos enferman. El sedentarismo es estructural: “tanto por cómo es el sistema de trabajo, como por la falta de tiempo para hacer ejercicio”. La alimentación, a menudo compuesta por productos ultraprocesados, está profundamente influida por las lógicas del mercado. Y el estrés —ese compañero constante en la vida moderna— es casi inevitable.

Envejecer siendo mujer: ¿doble presión?

Cuando hablamos de envejecer, es necesario hablar de género. Para Sari Arponen, las mujeres enfrentan una serie de cargas específicas: la conocida “doble jornada”, la presión estética, y una carga mental que se multiplica en etapas de vida como la maternidad o la menopausia.

Aunque en muchos países las mujeres se han incorporado al mercado laboral en las últimas décadas, “los hombres no se han incorporado en la misma medida al trabajo doméstico”, señala. Eso genera un doble estrés que impacta directamente en la salud.

Y luego está lo estético. “Las arrugas y las canas en un hombre pueden incluso resultar atractivas”, dice. En cambio, las mujeres suelen sentirse presionadas a mantener un rostro joven y una figura normada, incluso en edades avanzadas.

Desde una mirada antropológica, Arponen propone una explicación que sigue operando a nivel simbólico: mientras la juventud femenina se asocia históricamente con la fertilidad, la madurez masculina se ha relacionado con poder y capacidad de provisión. Aunque hoy vivamos en sociedades que valoran lo individual por encima de lo reproductivo, estos patrones siguen infiltrando el imaginario colectivo.

¿Cuidado o consumo?

Uno de los aportes más claros del libro es su crítica a la industria de la “juventud eterna”. En lugar de enfocarse en lo externo, como hacen muchos discursos comerciales, Arponen propone volver al cuerpo real, a lo que sostiene la salud desde dentro: la microbiota, el sueño, la nutrición, el ejercicio, el estrés.

El problema no es que existan tratamientos o productos, sino que se presenten como condiciones necesarias para el autocuidado. “Si haces creer que necesitas decenas de pastillas o aparatos costosos, o que debes dedicarle seis horas al día a tu salud, mucha gente pensará que es demasiado complicado y no hará nada”, advierte.

La médica pone como ejemplo a Brian Johnson, el empresario que gasta millones de dólares al año en “rejuvenecer”. Pero ¿qué pasa con quienes apenas llegan a fin de mes?

“Lo esencial no es tener el último aparato ni estrategias complicadas, sino ir a lo esencial”, enfatiza. Comer bien, moverse, descansar, gestionar el estrés. Eso —lo más básico— es lo que realmente tiene un impacto duradero.

Biohacking: entre el entusiasmo y la trampa

La tendencia del biohacking —con su vocabulario técnico, sus gadgets, sus promesas de longevidad— ha crecido en redes sociales y medios. Pero para la Dra. Arponen, hay que tomar distancia crítica. Aunque algunas de sus prácticas pueden ser útiles, el discurso muchas veces se vuelve excluyente.

“No hay un peligro en el sentido de que, si alguien tiene dinero y quiere comprar un aparato, fantástico”, aclara. Pero si se empieza a creer que solo con esos recursos se puede envejecer bien, el mensaje se vuelve dañino.

Además, el exceso de complejidad y consumo puede terminar desalentando a las personas, haciéndolas sentir que el cuidado sólo es posible para quienes tienen tiempo, dinero o conocimiento especializado.

Democratizar el bienestar, sin simplificarlo

¿Es posible hablar de salud y longevidad en clave accesible, sin caer en lugares comunes ni repetir dogmas?

“Verdaderamente no lo veo fácil”, responde Arponen con sinceridad. Explicar que el ayuno intermitente es beneficioso, por ejemplo, entra en conflicto con décadas de recomendaciones oficiales que sugieren comer cinco veces al día. Transmitir estos mensajes requiere matices, y eso no siempre es sencillo.

Además, no todas las personas están en condiciones de recibirlos. “Una persona que sale de su casa a las seis de la mañana, que tiene un sueldo precario, que no puede ir al dentista... quizá no puede priorizar ciertas formas de autocuidado.”

Por eso, dice, es importante reconocer los determinantes socioeconómicos de la salud. No basta con dar consejos: hay que entender el contexto.

¿Y el deseo?

En su libro, Arponen no se detiene en el tema del placer o la sexualidad, aunque reconoce que es un aspecto esencial del bienestar. ¿Por qué no incluirlo?

Arponen lo ve claro: hablar del deseo —especialmente en mujeres— implica abordar traumas, historia personal, entorno emocional y factores culturales que van mucho más allá de lo fisiológico. “Simplificarlo mucho solo en el terreno del envejecimiento sería complicado”, dice. Para ella, sería tema de otro libro.

Lo que sí menciona es que el sentido del tacto, a diferencia de otros sentidos que se deterioran con la edad, puede mantenerse o incluso potenciarse. Y en ese reconocimiento está implícita una invitación: tocar, sentirse tocada, seguir deseando.

No rendirse: cuidarse como elección

¿Qué espera que encuentren las lectoras en su libro?

Una hoja de ruta. Una guía integral que no impone, pero sí acompaña. Que no dicta, pero sí orienta. Recuerda que, incluso en la perimenopausia o la menopausia, no está perdida la oportunidad de cuidarse y envejecer con salud y bienestar. Que es posible cambiar el rumbo y empezar a cuidarse de manera distinta.

“Por muy informada que esté una persona sobre envejecimiento, siempre hay algo que puede mejorar”, afirma.

Su objetivo no es construir un nuevo mandato de perfección, sino derribar el mito de que envejecer es sinónimo de decadencia. Puede ser una etapa de reconstrucción, de reconexión, incluso de mejor salud. Pero para eso, hace falta información, voluntad… y un poco de resistencia cultural.

Dra. Sari Arponen
Foto: Luis Malibrán
Dra. Sari Arponen Foto: Luis Malibrán

¿Quieres leer “Envejeces o rejuveneces”?

Autora: Dra. Sari Arponen

Editorial: Diana / Planeta

Disponible en: www.planetadelibros.com.mx