Cada día, millones de mujeres se levantan antes que el sol, organizando hogares, preparando alimentos, cuidando a hijos, hijas, personas mayores o con discapacidad, y manteniendo el bienestar familiar. Este trabajo doméstico y de cuidados, a menudo invisible y no remunerado, es el pilar que sostiene la vida cotidiana de nuestras sociedades y economías. 

En el Día del Trabajo Doméstico, que se conmemora este 22 de julio, para La Cadera de Eva es importante visibilizar una realidad que afecta desproporcionadamente a las mujeres: la pobreza de tiempo. Pero ¿qué significa este concepto? Te contamos.

En entrevista, la División de Asuntos de Género de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), explica que las mediciones tradicionales de pobreza, centradas en el ingreso, no logran reflejar plenamente el bienestar ni las desigualdades de género dentro de los hogares.  Por ello, se ha conceptualizado la "pobreza de tiempo" como la "restricción de oportunidades y capacidades debido a la falta de libertad para asignar el tiempo a distintas actividades". 

Esta forma de privación afecta a quienes no tienen tiempo suficiente para descansar, participar en actividades laborales, educativas, sociales o de ocio, debido a una carga excesiva de trabajo, remunerado o no remunerado. Y sí, en su mayoría son las mujeres quienes la padecen más.

En otras palabras, la pobreza de tiempo es como vivir en una carrera constante contra el reloj, donde cada minuto está preasignado a responsabilidades esenciales, dejando poco o ningún margen para el descanso, el crecimiento personal o la participación plena en la sociedad. 

Para las mujeres, es como tener un "segundo turno" invisible que nunca termina, dictado por las exigencias del cuidado, mientras que para otros, el reloj permite pausas y oportunidades para avanzar en la vida laboral y personal.

La pobreza de tiempo tiene rostro de mujer y sostiene la economía 

En América Latina y el Caribe, esta situación golpea de forma desproporcionada a las mujeres, debido a la persistente división sexual del trabajo y la carga abrumadora y desequilibrada del trabajo de cuidados no remunerado que recae sobre ellas.

Por ejemplo, en la región, la CEPAL ha documentado que las mujeres tienen, en promedio, más años de estudio que los hombres, pero esto no se refleja aún en su plena participación en la economía, la política, la ciencia, la tecnología, entre otros campos. La mitad de las mujeres de la región se encuentra fuera del mercado laboral, frente al 25% de los hombres

Por cada 100 hombres hay 121 mujeres en situación de pobreza. Estas brechas se deben en gran medida a la división sexual del trabajo y la carga desproporcionada del trabajo de cuidados que recae sobre las mujeres. Las mujeres dedican casi el triple de tiempo que los hombres al trabajo doméstico y de cuidados no remunerado. 

En el caso de México, las mujeres suman en promedio 40 horas a la semana en cuidados, frente a sólo 16 horas en el caso de los hombres, según la Encuesta Nacional sobre Uso del Tiempo (ENUT) 2022.

Si el trabajo doméstico y de cuidados no remunerado se contara como parte del Producto Interno Bruto (PIB), representaría entre el 19% y el 27% del PIB en al menos diez países de la región donde se ha medido. En México, este trabajo representa el 26% del PIB. De este enorme aporte, la gran mayoría (tres cuartas partes) es realizada por mujeres. Este es el pilar invisible que sostiene nuestra economía, nuestra sociedad y la vida misma.

Al sumar el tiempo total de trabajo (remunerado y no remunerado), las mujeres en la mayoría de los países tienen una carga total de trabajo igual o superior a la de los hombres. Sin embargo, nuestra carga se compone mayoritariamente de actividades que no generan ingresos.

La falta de tiempo: un obstáculo directo a la autonomía y oportunidades

Esta sobrecarga de trabajo no remunerado tiene efectos directos y profundos en la autonomía de las mujeres:

Restricción de oportunidades: limita nuestra capacidad para participar plenamente en el mercado laboral, generar ingresos propios y acceder a sistemas de protección social, que a menudo están vinculados al empleo formal.

Exclusión laboral por cuidados: en México, 14.8 millones de personas están excluidas de tener un trabajo remunerado por realizar labores de cuidado en sus hogares, y de ellas, más del 95% son mujeres. Esto, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) del INEGI en el primer trimestre de 2025. 

Como nos explicó en esta nota Sierra Wells, analista de datos de Data Cívica, esta no es una elección, sino una "exclusión impuesta" por un mercado laboral que no garantiza nuestros derechos.

Vulnerabilidad económica y violencia: no percibir ingresos propios nos hace económicamente más dependientes, aumentando nuestra vulnerabilidad a situaciones de discriminación y violencia de género. La dependencia económica puede forzarnos a permanecer en relaciones o situaciones violentas.

Impacto en madres, jóvenes y mujeres indígenas: la desigualdad no afecta a todas por igual. Las madres (especialmente con más hijos), las mujeres indígenas y las jóvenes enfrentan barreras aún mayores. Por ejemplo, en México, 3 millones de jóvenes (entre 15 y 29 años) están fuera de la escuela y del trabajo debido a que realizan labores domésticas y de cuidado. 

La pobreza afecta desproporcionadamente a mujeres, niñas y niños, mujeres afrodescendientes e indígenas, poblaciones rurales y mujeres jóvenes en América Latina. La sobrecarga de trabajo no remunerado impacta especialmente sobre las niñas afectadas por el matrimonio infantil y las uniones tempranas y forzadas, donde asumen cargas de trabajo no remunerado que superan las 40 horas semanales.

Medición y reconocimiento de la pobreza de tiempo

Las Encuestas de Uso del Tiempo (EUT) son instrumentos estadísticos fundamentales para visibilizar la contribución de las mujeres a la economía y las desigualdades de género vinculadas a la división sexual del trabajo y la desigual organización social del cuidado.

Permiten el cálculo de indicadores clave para el seguimiento de metas de igualdad de género, como la proporción de tiempo dedicado al trabajo doméstico y de cuidados no remunerados de acuerdo con el indicador 5.4.1 del Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 5, "Igualdad de Género", el cual se refiere a la proporción de tiempo dedicado al trabajo doméstico y de cuidados no remunerado, desglosado por sexo, edad y ubicación.

También son esenciales para la construcción de cuentas satélites de trabajo no remunerado de los hogares, que visibilizan el valor monetario de este trabajo en la contabilidad nacional.

América Latina y el Caribe es pionera en esta medición, con 24 países que tienen alguna medición sobre el uso del tiempo y 10 países que han calculado su aporte monetario al PIB. Algunos países como Argentina, Colombia, Ecuador, México y Perú han institucionalizado estas mediciones mediante legislación.

Si bien la pobreza de tiempo no siempre está explícitamente mencionada en la legislación de América Latina y el Caribe, se ha avanzado en su reconocimiento a través de marcos legales y políticos que promueven la medición del uso del tiempo y la valorización del trabajo doméstico y de cuidados no remunerado.

Como parte de los avances normativos, a junio de 2025, ocho países de la región (Brasil, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, Panamá, Uruguay y Venezuela) han promulgado leyes que crean y regulan Sistemas Integrales de Cuidado.

Para romper este ciclo y celebrar es urgente un cambio de paradigma. El cuidado no debe ser un asunto privado, sino una responsabilidad compartida a nivel social, que involucre al Estado, al sector privado y a los hombres.

En esta nota Paulina Gutiérrez, directora operativa de Acción Ciudadana Frente a la Pobreza lo dice claramente: lograr la justicia económica es la piedra angular para "martillar este sistema patriarcal". Esta transformación no solo liberará a las mujeres de la exclusión y la vulnerabilidad, sino que beneficiará a toda la sociedad, construyendo un futuro donde el tiempo, el trabajo y los recursos se distribuyan de forma justa.