Rita Laura Segato, una de las voces más influyentes del feminismo latinoamericano, se encuentra realizando una estancia en el Colegio de México, al sur de la Ciudad de México, donde la entrevistamos. 

En esta entrevista reflexiona sobre los vínculos entre patriarcado, capitalismo y violencia. Desde su experiencia como antropóloga y pensadora crítica, analiza los desafíos éticos del activismo, el rol de las instituciones y la urgencia de sostener una lucha plural y profundamente transformadora. A través de su mirada, entendemos que la batalla feminista no es solo por derechos, sino por reimaginar las formas de vida, fuera de las lógicas del poder.

Las respuestas han sido editadas para claridad, y puedes ver la entrevista completa en el video que acompaña este texto.

¿Cómo se relaciona el patriarcado con el capitalismo actual y las nuevas derechas?

Cuando pensamos en el patriarcado y en las relaciones de género, en realidad estamos pensando en el poder y las relaciones de poder. Eso es crucial, a veces no nos damos cuenta de esto, porque quedamos inspeccionando cómo se relacionan hombres con mujeres, hombres entre sí, mujeres entre sí, nos preguntamos qué es la masculinidad o la feminidad. Pero lo que está por detrás y lo que es más relevante es entender dónde se encuentra el poder y cómo se ejerce.

La estructura de poder, que es el patriarcado, que son las relaciones de género, se replica y refuerza en otras estructuras de poder. Yo no puedo pensarlo fuera de esto, pienso en la masculinidad como un lugar de poder y prestigio, que con la historia, incluso con la historia colonial, - la conquista, la colonización- y de algunas situaciones del presente, alcanza la fase del capital y eso cobra una dimensión ya letal. 

Tenemos un prejuicio cuando pensamos en el mundo premoderno, menos civilizado que el mundo moderno, sin embargo, la letalidad del género va aumentando con el tiempo, está aumentando con el tiempo. No hay dudas de eso y además frente a todas las políticas públicas, las leyes, todos los esfuerzos, no hay resultado. Hay un aumento constatable de la violencia.

Yo creo que hay un combustible que tiene que ver con la situación del capitalismo contemporáneo y, al contrario de lo que se piensa, cómo el capitalismo del momento presente emascula a los hombres, cómo los hombres se ven también severamente vulnerados por la extrema concentración del capital, fragilizados por la extrema concentración del capital de una manera tal que, a veces, a algunos hombres, solo le resta la violencia.

 

¿Cómo trazar la línea entre visibilizar la violencia y no caer en la espectacularización?

No veo que existan reuniones entre grandes editores de medios para discutir qué comunican y cómo lo hacen. Hay un ejemplo claro con el suicidio: en cierto momento se comprobó que era contagioso y su difusión generaba réplicas. Se tomó entonces la decisión de no publicar más casos, aunque fueran noticias espectaculares.

Con el feminicidio sucede algo similar. Daniela Gontijo lo llama "mímesis" —una forma de contagio no automática—. Su investigación demuestra que cuando hay un feminicidio, se produce una réplica. En Argentina, por ejemplo, un rockero prendió fuego a su mujer, y después hubo decenas de casos parecidos. En Colombia, alguien atacó con ácido, y eso también se replicó.

Esa es la gran duda. No divulgar deja a las familias sin información que necesitan para proteger a sus hijos o hijas, porque no saben que pueden tener en su entorno a algún niño o niña, que hay suicidios infantiles, muchos adolescentes . Pero divulgar puede promover la réplica, la mímesis. 

Pasa lo mismo con los crímenes de género, los medios tienen que estudiar cómo movilizarse e informar sin caer en la espectacularización, sin desinformar. Está faltando ese estudio. Yo no puedo responder esa pregunta, pero lo que puedo responder es que hace falta investigar cuál es el discurso que informa sin promover.

¿El sistema de justicia patriarcal puede realmente reparar? ¿Qué horizontes transformadores podemos imaginar?

El primer problema es que hay hombres que han violado o matado y deben ser retirados, porque ejercen un peligro, hay un peligro pues tienen una forma de violencia que no consiguen contener. Pero el segundo problema es suponer que retirarlos disminuirá la frecuencia de estos crímenes. Eso es falso. Porque el crimen emana de la sociedad. El punitivismo retira a personas que son peligrosas, pero no corrige la sociedad y ese es un problema de la justicia.

La justicia no está logrando cumplir una función pedagógica  sobre lo que defiende, sobre lo que está bien y lo que está mal. Los jueces y todas las personas que actúan en el campo del derecho, de la justicia, tendrían que tomar una plena conciencia, tener una clara noción de que no es solamente el aplicar justicia, sino enseñar algo a la sociedad.

Si la justicia no es pedagógica, no tiene eficacia simbólica, solo queda su eficacia punitiva. Y así no transforma nada y los crímenes seguirán estallando porque nacen de la estructura de la sociedad.

 

¿Cómo deberían relacionarse los feminismos comunitarios y autónomos con las instituciones?

Para mí, como he dicho muchas veces, antes de ser feminista, soy pluralista. Mi sueño es un mundo radicalmente plural donde no exista hegemonía. 

Veo dentro del feminismo sectores y grupos que tienen actitudes autoritarias, como las de las izquierdas de los años 70, cuando se “bajaba línea”: una decide y las demás obedecen. Eso me parece un error. Yo creo que no está buena esa actitud de pensar que debe haber una obediencia dentro del movimiento, debe haber pluralidad de deseos, pluralidad de tentativas, estrategias, de búsquedas. 

Suelo decir que la palabra “poder” es una mala palabra, un feminismo que busque ejercer poder repite las estructuras patriarcales y para mí es una equivocación. Tenemos que conseguir imaginar -que no es fácil- metas diferentes a las que son deseables en el mundo patriarcal.

Sobre el Estado, creo que las leyes y las políticas públicas son importantes, pero creo que tenemos que pensar en la política de otra forma. La política debe ser anfibia:  que transcurre dentro del Estado, con las herramientas del Estado, con las políticas del Estado, pero también debe transcurrir por fuera del Estado, por el camino de la sociedad, por relaciones sociales que se transforman y se van imponiendo.  A esa diferencia yo le llamo de la política y lo político.

Yo creo que lo que realmente cambia, transforma la sociedad y conduce la historia en otra dirección es lo político. Cuando tenemos periodos estatales buenos, en que el Estado se comporta como debe ser,  que piensa en términos de bienestar social, etcétera,  utilicemos el Estado; pero que no se cancelen los tránsitos de la gente que crea formas de comunalidad, formas de reciprocidad, formas de ayuda mutua, formas de convivencia, que son políticas, porque transforman la vida. 

La vida se encamina hacia un mundo mejor, a veces por el Estado, pero si no hay camino anfibio, con un pie derecho por dentro del Estado, un pie un pie izquierdo por el camino de la vida misma, no vamos a tener éxito.

¿Cómo se ha configurado la restauración de discursos antiderechos, incluso desde la izquierda?

Todo discurso contrario a las reivindicaciones de las mujeres por su propio bienestar y el del bienestar de la sociedad son discursos conservadores, reaccionarios y contrarios al camino de la historia hacia un mundo mejor. 

En la izquierda hay machismos intolerables. Por eso ninguna revolución llegó a destino. No ven la estructura básica de poder y prestigio, de dominación y expropiación, que está en la vida cotidiana. Si no la ven, ¿qué cambio van a introducir en la historia?

¿Cómo sostener un activismo situado sin caer en esencialismos?

Soy crítica de los identitarismos, reconozco que hay una enorme diversidad de mujeres. En algunas favelas de Río o en regiones de África del Sur, hay mujeres que no quieren llamarse feministas, sino mujeristas. Perciben esa tendencia a "bajar línea", a imponer un único deseo.

Yo sí creo que hay una gran variedad de mujeres con aspiraciones muy diferentes. ¿Qué son aspiraciones? Son ideas de felicidad. Y censurar eso es algo que no se debe hacer. Las ideas de felicidad, las metas de felicidad son variadas y deben ser variadas. Yo creo en un mundo plural, eso me parece necesario afirmarlo.  

Pero sí creo que hay algunas metas comunes a todas, y eso sería un lindo tema de discusión entre diferentes mujeres, la soberanía sobre el propio cuerpo. La soberanía sobre el propio cuerpo es una meta que para mí es la meta de todas las mujeres.

Rita Segato, La Cadera de Eva
Rita Segato Foto: Ángel Cruz/ La Cadera de Eva

¿Qué mensaje le dejaría a las jóvenes y disidencias que hoy se suman a la lucha feminista?

Tengo un texto que me guía mucho en muchas situaciones, parte del libro Escenas de un pensamiento incómodo, que es un texto sobre la ética. En él, afirmo que existen solamente dos éticas: la ética de la obediencia y la ética de la desobediencia.

Las personas vienen a este mundo con la idea y la convicción, con la piel ética,  porque la ética es una pulsión que no es la moral. Moral son códigos, reglas morales, la moral se puede listar, se puede hacer, se puede ordenar: “Las reglas morales son éstas en esta cultura y en la otra cultura son éstas otras”. Pero la ética no, es una pulsión, un deseo. Y existen dos tipos de deseos éticos. 

La ética de la obediencia, que es la ética conservadora, de la conservación, de la persona que siente que el mundo que recibió es el mundo que tiene que transmitir hacia adelante a las próximas generaciones y aún a veces exacerbar sus características. Son los conservadores. 

Y la ética de la desobediencia, que tiene como característica que las personas que tienen esa piel ética, esa sensibilidad ética, miran el mundo con un pie dentro de lo que recibieron y un pie afuera. Pueden mirar su propio mundo desde afuera y ver lo que le falta para que sea menos sufriente, más feliz.

Esa ética es sensible a la diferencia. Aprende del otro, del rostro del otro, como decía Lévinas, aprende de la diferencia. Pero los partidos políticos, las militancias de los años 60 y 70 tenían una idea de que la obediencia es la principal virtud. Yo tengo una ética desobediente. Para mí, la obediencia no es una gran virtud.

Las personas tienen que sentir, o sea, permitirse evaluar, percibir, sentir y no pensar que el obedecer es la principal virtud. Dentro del feminismo también hay personajes autoritarios, y eso me resulta muy pesado.

¿Qué experiencia personal ha moldeado su forma de entender el poder y los feminismos?

Más que sobre el poder, sobre la institucionalidad, la lealtad institucional. Hay eventos de mi vida de infantil, de mi propia experiencia, mi propia biografía, que son muy fuertes en mí y me llevan a ver el mundo con un pie adentro y otro afuera. Veo el orden existente, las reglas, pero también me doy cuenta de que es mejor pensar el mundo desde dentro y desde fuera de esas reglas.

Rita Segato
Foto: Ángel Cruz/La Cadera de Eva
Rita Segato Foto: Ángel Cruz/La Cadera de Eva

Las palabras de Rita Segato nos invitan a una revisión profunda de nuestras prácticas, afectos y alianzas. Frente a una época de restauraciones conservadoras y crisis humana, el llamado de Segato a ejercer una “ética de la desobediencia” se convierte en brújula para quienes apuestan por un mundo más justo. Un feminismo que no busca ocupar el poder, sino desarmar sus jerarquías, es quizás la mayor revolución pendiente.