“Estar acostumbradas al dolor no significa que sepamos cómo procesarlo para evitar que nos sobrecoja o nos destruya”, decía la activista negra bell hooks en su libro Sisters of the Yam: Black Women and Self-Recovery, publicado por primera vez en Estados Unidos en 1993.

En aquel libro, bell hooks —cuyo nombre real era Gloria Jean Watkins— construyó una perspectiva personal y comunitaria para abordar la sanación colectiva entre las mujeres negras en Estados Unidos, atravesadas por sus experiencias frente al racismo, la opresión y la violencia patriarcal contra sus cuerpos. A través de narraciones personales y testimonios de otras mujeres negras, bell hooks ofreció en aquel entonces una especie de manual para la sanación emocional y espiritual, tomando también algunas herramientas de la medicina tradicional afroestadounidense.

Tres décadas después, la escritora afrojaponesa y originaria de Veracruz, Jumko Ogata Aguilar, tradujo el texto original al español en el libro: Hermanas del ñame. Mujeres negras y nuestra recuperación (U-tópicas Ediciones, 2024). El ñame, un alimento básico en muchas culturas africanas, es usado como una metáfora para la sanación y la conexión con las raíces culturales y ancestrales. 

En palabras de Jumko Ogata: “Este libro es como una guía que nos enseña paso por paso cómo organizar nuestras propias comunidades, cómo articularnos para sanar las cuestiones emocionales y las heridas que ocurren en nuestra familia de origen, para después extrapolar esa sanación y esa capacidad de crear cosas nuevas y llevarlas a un nivel sistémico, influenciando así a las instituciones”.

En entrevista para La Cadera de Eva, Jumko Ogata nos habló sobre los paralelismos que encontró en las experiencias de vida de las mujeres negras estadounidenses en la década de los noventa y las que están presentes en la época actual, pues a más de tres décadas de la publicación original, aún hay historias de dolor que se viven y encarnan de la misma forma, pues las violencias estructurales y patriarcales siguen siendo las mismas.

Aquí también nos compartió una breve recomendación sobre su libro. ¡Síguela en redes!

¿Cuáles fueron los primeros desafíos al traducir la obra al español?

Primero, como parte de mi trabajo previo me puse a buscar quienes más habían traducido al castellano la obra de bell hooks y me encontré con que la vasta mayoría de las traducciones, para empezar eran de editoriales españolas, y la otra es que, hasta donde yo encontré, eran solo personas blancas o blanco mestizas. No había personas negras traductoras y para mí esto era importante porque así como ahora hablamos de quiénes escriben, quiénes están hablando sobre qué temáticas, a veces no miramos tanto hacia el trabajo de traducción como un acto de creación, aunque también está atravesado por el racismo y la misoginia y todas estas estas otras formas de opresión. 

Entonces para mí era importante que en el proceso de traducción, también estuviera visible el hecho de que uno, estamos traduciendo desde América Latina desde México en particular, y dos, que también soy una persona negra, que está traduciendo a bell hooks. Considero que sí hay forma de mantener las expresiones vernáculas de la comunidad negra en Estados Unidos y hay maneras de interpretarlas para que no se “neutralizaran” entre comillas, porque hacer un lenguaje supuestamente neutro es blanquearlo, hay toda una serie de políticas racistas detrás de las expresiones lingüísticas. Entonces uno de los grandes retos fue en primer lugar, cómo hacerlo lo más neutro posible en términos de que todo el mundo pudiera entender, no usar regionalismos tan específicos, pero al mismo tiempo imprimirle suficiente subjetividad y afirmar esa subjetividad para entender también que no estamos blanqueando el texto, que estamos tratando de mantener el contexto lingüístico que tiene.

¿Qué semejanzas encuentras entre las experiencias de las mujeres negras de aquella época y las actuales?

Es muy fuerte ver que justo un libro escrito hace 30 años en un territorio distinto, remitan nuestros propios problemas, lo que está presente en prácticamente todos los capítulos del libro. Puedo hablarte muy específicamente del estrés con el que vivimos las mujeres racializadas y sobre todo las mujeres negras, a quienes siempre nos cargan de trabajo y no solo de trabajo fuera del hogar, sino también del trabajo doméstico, de trabajo de cuidados, pero luego nadie nos cuida a nosotras .Incluso nosotras mismas nos descuidamos porque creemos que tenemos que estar pendientes de les demás. 

También encontré que sigue vigente la fetichización de de las mujeres negras, o sea, incluso aquí en México pensando en personajes como la mamá de Memín Pinguín o Rarotonga, o sea, es este esta construcción de la feminidad negra, que tampoco es realista y que opera bajo una fantasía ¿no?, que no nos tratan como seres humanos, sino como objetos sexuales o como cosas exóticas o como objetos de burla.

¿Qué tan importante es reconocer las medicinas tradicionales para el proceso de sanación colectivo?

Parte de la violencia patriarcal racista capacitista del sistema médico es tratar de erradicar estas herramientas, o decir que son inventos y demás descalificaciones racistas. Es bien importante que también cuando leas este libro tal vez no vayas a usar esas propuestas particulares de sanación tradicional, pero si miras hacia tu propia familia hacia lo que hizo tu mamá lo que hizo tu abuela y entiendes que también hay posibilidades de sanación que también hay que recuperar y volver a trabajar con esas formas de sanarnos porque si funcionan porque son colectivas porque son más eficaces muchas veces que nada más tomar una pastilla.

Lo que defiende este libro es ver a la sanación como un camino que se puede acompañar, porque a veces la sanación puede vivirse muy en solitario, ya sea de algún dolor físico, mental o enfermedad crónica y también lo que plantea la autora en esta narrativa es la posibilidad de que alguien nos acompañe, por eso se llama hermanas porque todas estas propuestas que ella describe en el libro surgieron de grupos de apoyo de mujeres negras donde empezaron a compartir sus preocupaciones y las propuestas para enfrentarse a ellas. (Jumko Ogata Aguilar)

¿En tu trabajo de traducción encontraste algo que te que te resonara personalmente o profesionalmente?

Híjole todo. Justo fue muy chistoso porque conforme yo iba haciendo la traducción como me iba interpelando cada cosa. Por ejemplo, hubo un fin de semana que dije tengo que avanzar hoy. No Importa que ahora me duerma y cuando llegué a la parte del capítulo del estrés, en donde se habla del cuidado de nuestros cuerpos, pensé en cómo es que tenemos tan normalizado por la sociedad capitalista, patriarcal y racista donde vivimos que tenemos que llevar nuestros cuerpos hasta el límite sin importar las consecuencias.

Entonces justo me hizo pensarme desde ahí, como una mujer negra, veracruzana, con una enfermedad crónica y preguntarme, ¿a mí de qué me sirve explotar hasta las últimas consecuencias? ¿a quién le sirve que yo haga eso? Porque definitivamente a mí no y qué pasa si yo dejo de pensar en mi cuerpo como una herramienta que sirve para exprimir hasta las últimas y más bien lo pienso como un medio a través del cual me puedo cuidar, puedo ser creativa .No nos damos cuenta que las violencias también las interiorizamos y las reproducimos hacia nuestros propios cuerpos.

¿Cómo te sanó a ti este libro?

Saberme acompañada con el texto con otras compañeras, que también lo iban leyendo fue muy bonito, porque también es darte cuenta que no estás sola en esas dificultades, ¿no? Que puedes precisamente crear tus propias comunidades o tus propios grupos de apoyo como lo hace ella. En las últimas presentaciones del libro he visto con todas las compas que ha sido bien fuerte reconocer estas realidades. En Morelia, me encontré con una compa venezolana a y estábamos platicando sobre la violencia del sistema médico, de cómo tenemos que encontrar estas formas de sanarnos, porque si confiamos ciegamente en lo que digan los doctores y ya pues acabamos traumatizadas con un montón de operaciones, que tal vez no eran necesarias porque el sistema médico no toma en cuenta el dolor ni de las mujeres, ni de las personas negra.

¿Qué autoras negras en Latinoamérica nos recomiendas?

Esther Pineda es una pensadora afrovenezolana que habla sobre los estándares de belleza, tiene un libro que se llama Bellas para morir para mí fue bien fuerte de leer, pensando en cómo se han utilizado los estándares de belleza también para deshumanizar porque son muy limitados a los estándares, blancos gordofóbicos egocéntricos, etcétera. Otra es Mayra Santos Febres, una escritora puertorriqueña, que además es gestora cultural súper importante. Me gustó mucho su libro reciente Mujeres violentas, una lectura muy poderosa para hablar de todas las jerarquías que ocupan diferentes tipos de mujeres en la sociedad y también como somos partícipes en ciertas formas de violencia.

Y en tercer lugar recomiendo a Yuliana Ortiz con su novela Fiebre de Carnaval, ella es ecuatoriana a mi parecer una de las mejores obras de ficción de los últimos años creo que no ha recibido la atención suficiente; nos trae una apuesta novedosa por utilizar el lenguaje coloquial de las comunidades negras de Ecuador y la salsa como parte de la narrativa. Es un libro fantástico.

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