¿Te han llamado misándrica por defender los derechos de las mujeres? ¿Te han dicho que, por ser feminista, crees en la superioridad de las mujeres sobre los hombres? 

Estos juicios y etiquetas no son casualidad. El uso de la palabra “misandria” y “hembrismo” surge como una reacción contra el feminismo que busca deslegitimar las luchas históricas de las mujeres. Estos conceptos, que comúnmente se piensan como sinónimos,  en realidad funcionan como una estrategia discursiva para deslegitimar la violencia que el feminismo denuncia y las luchas de las mujeres. 

Las mujeres que luchan por los derechos de otras mujeres no representan una supuesta antítesis del machismo bajo la idea de “supremacía femenina” u “odio hacia los hombres”

Para comprender cómo operan estos mecanismos de deslegitimación del feminismo, la investigadora Amneris Chaparro Martínez, directora del Centro de Investigaciones y Estudios de Género de la UNAM, reflexiona sobre los conceptos de misandria y hembrismo en entrevista con La Cadera de Eva.

¿Qué es la misandria?

De acuerdo con Chaparro, el concepto de misandria tiene su origen en el griego: proviene de la palabra miso, que significa “que odia”, y se combina con ambros, que significa “hombre”.

La misandria, por lo tanto, se refiere a la aversión, el odio a los varones o a lo masculino, a lo que ellos representan. Este concepto no es nuevo, ha estado presente en los discursos antifeministas desde 1880, fecha en la que se rastrea por primera vez su uso en una revista publicada en Edimburgo.

¿Qué es el hembrismo?

Por otro lado, el hembrismo, un término proviene directamente de la palabra hembra, está relacionado con una actitud o una idea que supone la superioridad de las mujeres con respecto a los hombres

La clave está en entender que el hembrismo no es un sistema social, económico y político, como el patriarcado, por lo que inevitablemente se convierte en una falacia que también busca ridiculizar los movimientos feministas.

En ese sentido, los términos de misandria y hembrismo están estrechamente relacionados, y es que ambos se idearon para hablar de actitudes o posicionamientos que invitan a pensar, por un lado, que las mujeres son superiores a los hombres y, por otro, a que debe haber una aversión a ellos. 

Históricamente, estos conceptos han sido empleados para desacreditar el feminismo, utilizándose como un mecanismo para desactivar, ridiculizar o deslegitimar las luchas por la igualdad y los derechos de las mujeres al tacharlas de luchas que buscan “deshacerse del género masculino” o destruir la familia nuclear jerárquica cuyo lugar más alto es ocupado por el hombre.

¿El hembrismo es la contraparte del machismo?

“En algunos espacios se cree que lo opuesto al machismo es el feminismo, pero eso es totalmente incorrecto”, explica la doctora Chaparro. 

A pesar de que no existe una literatura académica amplia a nivel conceptual y contextual, Amneris Chaparro refiere que, en la vida cotidiana, si existen otros términos profundamente sexistas que deslegitiman las luchas de las mujeres, como la palabra feminazi, que durante la última década se popularizó para referirse de manera despectiva a las mujeres que luchan por la causa feminista

Tal vez has notado que cada 8M, Día Internacional de la Mujer, las redes sociales se inundan de comentarios que supuestamente denuncian el comportamiento “histérico”, “exagerado” y “estridente” de las mujeres que salen a marchar a las calles. En momentos de sublevación, el patriarcado despliega estos recursos discursivos para modificar y moldear la opinión pública.  

“Cuando hablamos de feminismo, estamos hablando de un posicionamiento intelectual y político de larga data. Desde hace más de tres siglos hay feministas y ante esa presencia siempre hay reacciones diversas que fundadas en el antifeminismo, y que están informadas por actitudes sexistas, machistas o acusaciones de misandria o de hembrismo, explica Chaparro. 

Es decir, existe un ataque sistemático a cualquier avance de lucha feminista, grupos de disidencias o de sujetos feminizados. “Las luchas por la igualdad o las por la revolución encaradas por mujeres, se van a encontrar con objeciones. El empleo de estos conceptos funciona como un desactivador de una lucha a favor de la igualdad, no sólo de las mujeres, sino de todas las personas”.

¿El separatismo es hembrismo?

A menudo, las críticas alrededor de la misandria y el hembrismo se centran en las prácticas separatistas, los espacios exclusivamente creados por y para mujeres, por lo que es necesario conceptualizarlas correctamente.

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Contrario a lo que se cree, los separatismos no se traducen en odio a los hombres, sino que buscan alianzas solo con mujeres o personas feminizadas para avanzar una determinada agenda, pero este separatismo se disuelve en cierto momento y aún se mantiene contacto en la vida cotidiana con hombres.

Por otro lado, el separatismo más radical no incluye hombres en ninguna esfera de la vida. Esta postura implica rechazar lo que representa la masculinidad hegemónica asociada al ejercicio de la violencia. Estos separatismos a menudo tienen como prioridad la autodefensa o la protección de la vida, y provienen de personas que han experimentado formas de violencia aguda.

“Hay que evitar caer en la trampa esencialista de pensar que ‘los hombres en tanto hombres son violentos’ y ‘las mujeres en tanto mujeres son víctimas perpetuas’, eso es un error”.

¿De qué manera se ve reflejado en Latinoamérica?

En Latinoamérica, el avance de discursos que utilizan términos como misandria y hembrismo está fuertemente ligado a la expansión de los discursos políticos de derecha.

De acuerdo con Chaparro, esta manifestación ha sido identificada en países como Brasil, Argentina, El Salvador y Ecuador, países en donde los líderes equiparan las luchas feministas con el hembrismo y la misandria para generar la activación de pánicos morales, cuyo objetivo es las poblaciones rechazan los postulados del feminismo porque se les hace creer que el feminismo es una “gran amenaza”.

Tal es el caso de Javier Milei, presidente de Argentina, que se ha pronunciado en contra de los movimientos feministas e incluso ha promovido discursos en donde se dice que las mujeres "ya no quieren ser mujeres" o que se están ante el umbral de "reducción de tasas de natalidad".

Al ser emitidos por líderes con poder, figuras con carisma, poder económico o son parte de la oligarquía, se legitima que el resto de las personas crean que estos discursos son verdad.

Los medios de comunicación tienen una “enorme responsabilidad” en la difusión de estos términos, explica Chaparro. Y es que aunque su labor es transmitir mensajes, a menudo no hay ninguna instancia crítica en la forma en que se presentan. 

¿Cómo desarticular esta narrativa desde el feminismo?

Para contrarrestar esta narrativa, Chaparro enfatiza que es fundamental contrarrestar la visión reducida del feminismo que promueve esta narrativa. Para ellos, hay que dejar claro que existe una pluralidad dentro del feminismo como posicionamiento político e intelectual pues aunque existan mínimos compartidos, hay diversos feminismos.

Un aspecto fundamental es el de reconocer que el feminismo es, en principio, un movimiento humanista que busca que las sociedades comprendan que las desigualdades (económicas, políticas, sociales y la violencia) no son naturales, ni son producto de un orden determinado por la biología o la religión,  y que, por lo tanto, pueden revertirse.

“Pensar que el feminismo es un movimiento que odia a los hombres es tener una mirada muy chica, muy reducida del gran proyecto que es el feminismo, el cual va mucho más allá de eso”.

Para Chaparro, una estrategia crucial es educar sobre cómo los mandatos de género afectan a toda la sociedad, incluyendo a los hombres, pues finalmente, el feminismo busca comprender que la categoría de género afecta a todas las personas, incluyendo a los hombres. 

La masculinidad, en su forma hegemónica en las sociedades occidentales contemporáneas, se expresa a través del ejercicio de la violencia, una que no sólo se ejerce sobre los cuerpos de las mujeres o de las comunidades LGBTQ+, sino también sobre los suyos.