Mujeres sáficas: mujeres que aman a otras mujeres, que toman el concepto del amor, lo reconfiguran y transforman la manera en que socializamos a las otras. Un concepto amoroso, de anhelo, admiración y cuidados, pero también de corresponsabilidades, donde las relaciones entre mujeres son el principal vehículo para agrietar y derribar el sistema heteropatriarcal

Esto es apenas una introducción para entender el inmenso poderío que genera el amor entre mujeres. ¿De dónde viene este concepto y cómo entenderlo de manera sencilla?

Para entrar en materia, es necesario viajar a la antigua Grecia, cerca del 610 A.C y conocer a la poetisa, lideresa y revolucionaria Safo de Mitilene (Safo de Lesbos). 

Amar a otras: Safo de Lesbos

Definir a Safo de Lesbos podría englobarse en dos palabras: nostalgia y anhelo. De acuerdo con la investigación Safo, o el amor a las muchachas de Julia Manzano, en la isla de Lesbos se congregaban grupos de mujeres lideradas por otras mujeres mayores que las guiaban para el matrimonio, compartían saberes de arte, de baile y radicaban alejadas de todos los hombres, aisladas de las guerras que acontecían en el territorio griego. 

Las mujeres se reunían en honor a Afrodita, la diosa del amor y de esta convivencia, surgían poderosas amistades, cuidados, sabidurías y también, el amor. De acuerdo con el documento, es inexacto precisar que estos vínculos eran sexuales, pues Safo de Mitilene jamás narró en sus textos esta clase de encuentros, por el contrario, en su palabra abunda el sentimiento de anhelo por otras mujeres con quienes coincidía en el grupo, la fugacidad, la espiritualidad y la contemplación. 

“Alegre vete, y acuérdate de mí. Ya sabes cómo te quería. Y si no, quiero yo recordarte… Cuántas cosas hermosas juntas gozamos” (Safo de Mitilene)

En épocas -relativamente- más modernas, cerca del siglo XVIII las mujeres francesas de la ilustración comenzaron a utilizar la palabra “sáfica” para nombrarse, reconocer el sentimiento de cariño, la atracción, el erotismo y el respeto hacia las otras, convirtiendo esta palabra en una importante oda a la mítica Safo de Mitilene que prevalecería hasta nuestros días.

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El amor sáfico en México 

¿Qué discurso tan bello puede tener que la primera obra de amor sáfico en nuestro país se titulara AMORA?, escrita por Rosamaría Roffiel en el 89, hace una transgresión lingüística donde se agrega la letra “a” al final de la palabra “amor” generando un juego de palabras que apela a la frase “Amor-a las mujeres”. 

De manera superficial, esta obra narra la historia de una mujer que cuenta en primera persona los pasajes de su vida, sus relaciones, sufrimientos y paralelamente, hace una crítica al heterocentrismo y la estigmatización de las mujeres sáficas y lesbianas en un México violento y recrudecido.

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Por aquellos años, se cumplían apenas unos 5 años desde las primeras colectivas de mujeres sáficas y lesbianas: Las Ákratas, Lesbos y Olikabeth, grupos que se dispersaron años después y que pusieron el visor, por primera vez en la historia, la agenda sáfica. No se trataba de alienarse a otros movimientos LGBTTTIQ+ de la época, sino de unir a centenas de mujeres y pelear por su reconocimiento, manifestar su inconformidad contra el androcentrismo, deslegitimar los estereotipos de género y hablar del poder que posee el amor femenino.

Para entender mejor el amor sáfico y su relación directa con el contexto de nuestro país, AMORA (que en realidad es una autobiografía de Rosamaría Roffiel), cuenta en una de sus anécdotas cómo una mujer de 24 años llamada Marta llega a su lugar de trabajo -una oficina de atención para mujeres víctimas de abuso sexual-. 

“–¿Qué te piensas, hija de la chingada, que ya acabamos? La golpeó más. Le metió su miembro en el ano y después en la boca. Esta vez le eyaculó en la cara. El semen se le metió a Marta por la nariz, por los ojos, por la boca. Le escurrió por el cuello, hasta las orejas. Ella se incorporó bruscamente y comenzó a vomitar.

 –Pero si sabe el nombre del tipo, el lugar donde trabaja, donde vive, ¿por qué no se le puede meter a la cárcel? 

–Porque en este país, el delito de violación es el único donde la víctima tiene que demostrar que es víctima." (Fragmento de AMORA, escrito por Rosamaría Roffiel)

De manera paulatina, la narradora cae en un proceso de autoconciencia donde le es imposible dejar de ver las relaciones de poder, el sistema que le oprime, sus violencias vividas, el abuso de los hombres y cómo en el mundo se está sola… Al menos, eso cree hasta que cuestiona la heterosexualidad obligatoria y esto se convierte en su herramienta más grande para resistir. 

“¡Bola de viejas locas, guangas, desocupadas! ¡Bola de lesbianas, antihombres! ¡Bola de feas y amargadas!, sí. Las mujeres del futuro van a tener que agradecernos muchas cosas a nosotras las pioneras del decir que no, del atrevernos a pensar y a desafiar, a vivir solas, a ser independientes, a correr riesgos, a negarnos a ser objetos sexuales, a enfrentarnos con una nueva mentalidad a una sociedad secular y patriarcal. Para muchos, feminista es sinónimo de lesbiana” (Rosamaría Roffiel)

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¿Que sí y que no es el amor sáfico?

Aunado a este último fragmento de la obra de Rosamaría Roffiel, viene a la memoria la escritora Audre Lorde, quien señaló un pasaje similar en “A new spelling of my name”, donde recuerda la huella imperdonable que dejó su padre, pero también guarda imágenes de mujeres fuertes y flameantes que le acompañaron en la vida. 

“Son las imágenes de mujeres, flameantes cual antorchas, las que adornan y definen las fronteras de mi jornada, las que se yerguen como diques entre mi ser y el caos. Son las imágenes de mujeres, bondadosas y crueles, las que me conducen al hogar” Audre Lorde.

El amor sáfico no apela a una orientación sexual y tampoco se sostiene netamente en el erotismo, es decir, existen mujeres bisexuales sáficas, mujeres trans sáficas y personas de todo el espectro sexodiverso que aman de manera sáfica. Esta última frase de Audre Lorde sobre “las mujeres que conducen al hogar” condensa la valía que tiene esta práctica de reconocer a las otras, tejer redes de cuidados, aprender y vincularse con mujeres, amarlas y protegerse mutuamente con un escudo sáfico que les aparte del mundo violento y doloroso. Siendo esto, un posicionamiento atrincherado de fortaleza y por supuesto, también de amor. 

“Y entonces se refugiaron en su mundo privado, mundo de afectos y emociones sinceras, a veces desgarradas por la ausencia. Y no quisieron hacerse eco de las rivalidades violentas del mundo de los hombres. Porque el poder les era ajeno y fueron excluidas de él, ellas sacaron provecho de esa exclusión masculina, ignorando la violencia.” (Julia Manzano en Safo, o el amor a las muchachas”)

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