Detrás de una de las entradas de Metro Revolución se reúne la organización Lleca con personas en situación de calle para darles ropa, zapatos y productos de gestión menstrual. Lupita, una de las mujeres que acude a esta reunión, comenta, “es bien complicado tener tu regla y vivir en la calle”.

La joven está sentada en la banqueta y, mientras la tarde comienza a oscurecerse, continúa diciendo “también es incómodo porque la gente te ve así y te hace sentir mal, hasta dices ‘chale ¿pa' qué fui mujer?’, te decepcionas de ti”.

La menstruación es un tema que atraviesa a personas alrededor del mundo. Sin embargo, el silencio y la secrecía que le rodea ha ocasionado que sea un tema difícil de tratar, especialmente para las poblaciones vulnerables como las mujeres en situación de calle.

En la Ciudad de México se estima que 6 mil 754 personas viven en situación de calle, de ellas el 87% son hombres y el 12.73% mujeres, de acuerdo con el Diagnóstico Situacional de las Poblaciones Callejeras 2017-2018, realizado por la Comisión Nacional de Derechos Humanos y El Caracol, asociación para la visibilidad e inclusión social de las poblaciones callejeras.

Al igual que Lupita, las mujeres y personas menstruantes en situación de calle se han enfrentado a diversos retos mientras viven su menstruación, como la falta de insumos sanitarios, agua, baños, poca información e incluso violencia.

Las personas menstruantes en situación de calle tienen que decidir entre comer o comprar toallas sanitarias

Una gran parte de la población mexicana se enfrenta a la pobreza menstrual, es decir, la falta de acceso a los productos para gestionar su menstruación, porque no tienen el dinero para comprarlos o porque no tienen acceso a los puntos de venta. Así como a la falta de educación menstrual y de infraestructura y gestión de residuos, según la organización Menstruación Digna México.

Falta de productos menstruales

Osiris del Carmen ha vivido en la calle en diferentes temporadas y asegura que experimentar la menstruación en esta situación es completamente distinto a tenerla en casa, pues a veces se enfrenta a la falta de baños, agua e incluso de productos de gestión menstrual.

“Salgo a tratar de charolear para (comprar) mis toallas sanitarias. En la calle luego le pido a mis compañeras toallas”, comparte Osiris en entrevista con La Cadera de Eva.

Karen Martínez, educadora de calle en El Caracol, explica que “la mayoría no tiene el recurso económico para vivir una menstruación digna porque se debaten entre si comprar cosas de alimentación o insumos de gestión menstrual.

En México algunas mujeres tienen que decidir entre comer o comprar productos de gestión menstrual.

El 54% de las mujeres han tenido que renunciar a comprar otros productos básicos como alimentos, medicamentos o servicios, para poder comprar toallas desechables, de acuerdo con la ‘Primera Encuesta Nacional de Gestión Menstrual’, realizada en 2022 por Menstruación Digna México, Essity y Unicef.

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Mientras escoge ropa y zapatos donados, Lupita comenta que cuando viven la menstruación en la calle tienen que buscar baños, “los hoteles a veces te cobran y luego tú no traes dinero, no tienes para las toallas o para lo que ocupes y tienes que hallarle y si estás sola es más difícil”, dice.

Lupita también menciona que es incómodo cambiarse la toalla si no encuentran un baño. “Es un horror estar en tus días en la calle”, afirma con un gesto de disgusto.

Las mujeres en situación de calle utilizan papel o retazos de tela cuando no tienen insumos menstruales, de acuerdo con el diagnóstico “La vida en rojo” realizado por el COPRED y El Caracol.

“Lo que nos decían las chavas era ‘si yo no tengo para comprar una toalla agarro una camiseta o un pedazo de tela y lo utilizo’. Por supuesto que no tienen el cuidado necesario porque no pueden y estos productos muchas veces están sucios o los utilizan durante mucho tiempo”, explica Alexia Moreno, coordinadora ejecutiva de El Caracol. 

Falta de infraestructura

“El acceso al agua, el acceso a un espacio privado en donde ellas puedan cambiarse, limpiarse, etcétera, también es una limitante tremenda, pues lo tienen que realizar en donde puedan”, explica Diana Castillo, colaboradora de Lleca.

El 7% de las mexicanas no tienen agua entubada disponible en los baños de sus casas, mientras que el 12% no cuenta con botes de basura con tapa para el desecho de materiales en los baños, documentó la ‘Primera Encuesta Nacional de Gestión Menstrual’.

Esta situación se vuelve todavía más complicada para las personas en situación de calle, pues no tienen la infraestructura mínima para poder llevar de forma cómoda y salubre su menstruación, además de enfrentarse a la falta de recursos.

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Falta de educación menstrual

La falta de información también forma parte de la pobreza menstrual. Osiris narra que la primera vez que tuvo la menstruación nadie le explicó qué es lo que le estaba pasando, tenía miedo porque pensaba que la iban a regañar.

“Estaba en una casa hogar y ese día me tocaba uniforme blanco y lo manché todo. Pensé que me iban a decir algo, yo no sabía que era la menstruación. Ahora todo lo que sé lo he aprendido sola”.

Al igual que Osiris, el 31% de las personas menstruantes no tenía nada de información cuando le llegó su primera menstruación y el 38% contaba con poca, de acuerdo con la ‘Primera Encuesta Nacional de Gestión Menstrual’. Así mismo, sólo 4 de cada 10 mujeres acuden al médico cuando presentan cólicos.

Para Sandra Sonia, una mujer que ha vivido algunas temporadas en la calle, es imposible parar aunque tenga cólicos. “Me tenía que aguantar para poder sacar lo de mi renta, mis gastos, para estar bien”, recuerda.

A nivel nacional, el 2% de las mujeres dejó de realizar actividades como ir al trabajo o escuela por la falta de productos de gestión menstrual y porque no había baños; mientras que el 32% lo hizo por los dolores menstruales y el 29% por miedo a “manchar” la ropa, según la misma encuesta.

Durante la menstruación, a las mujeres en situación de calle se les dificulta trabajar, caminar, dormir y cuidar a sus hijos, de acuerdo con el diagnóstico “La Vida en Rojo”. “Para ellas el dolor no puede existir, tienen que seguir sus actividades aunque se sientan muy mal. El umbral de dolor que tienen es altísimo, podrían soportar muchas cosas porque estar en la calle significa eso”, enfatiza Alexia Moreno, coordinadora ejecutiva de El Caracol.

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Foto: Cuartoscuro

Lupita narra que cuando vivió en la calle tenía anemia, por lo que su menstruación se retrasaba por meses. “Era una ventaja para mí tanto como en gastos como en estar incómoda, porque luego vaya a ser la de malas y te manchas, luego no tienes donde tener tus cosas, está más difícil”, dice.  

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Las personas en situación de calle están más expuestas a la violencia durante la menstruación

Las mujeres y personas menstruantes en situación de calle deben cuidarse de las malas miradas de la gente cuando se dan cuenta que están menstruando. 

En El Caracol se han percatado de que cuando una mujer en situación de calle está menstruando es más susceptible a vivir temas de violencia sexual, explica Alexia Moreno. Deben buscar lugares donde cambiarse y asearse, pero también deben protegerse de las agresiones que pueden sufrir por atravesar por este proceso.

“Cuando en la calle se daban cuenta de que una adolescente había empezado su menstruación, era más susceptible a vivir temas de violencia sexual porque consideraban que ya eran mujeres”, explica Alexia Moreno.

Moreno añade que “las mujeres adultas que viven en la calle también son vulnerables a la violencia sexual, pues sus compañeros de calle piensan que es menos probable que queden embarazadas”.

Lupita recuerda que mientras vivió en la calle tenía un novio que la cuidaba, por eso nunca vivió ningún tipo de violencia sexual. Sin embargo, reconoce que cuando se está sola en la calle puede ser más peligroso.

“Yo creo que sí es más peligroso porque, por ejemplo, si está sola y la ve cualquier hombre en la calle, vaya a ser la de malas y la vea cambiándose, no le va a ver exactamente que le esté sangrando, le va a ver la morbosidad, entonces sí debe ser más difícil porque pues se exponen mucho”, relata.

Debido al acoso, violencia, burlas y discriminación a la que las personas en situación de calle se enfrentan, prefieren vivir su periodo menstrual escondidas, explica Karen Martínez, educadora de calle en El Caracol.

Las organizaciones civiles a cargo de las tareas que le corresponden al Estado

Cuando Sandra Sonia no lograba conseguir dinero para comprar sus productos de gestión menstrual, acudía a El Caracol para adquirir los kits que reparten, menciona en entrevista con La Cadera de Eva.

El Estado no ha sido capaz de garantizar que las personas en situación de calle puedan tener una menstruación cómoda y digna, es por ello que las organizaciones civiles como Lleca y El Caracol han decidido actuar para llenar ese vacío.

Ambas organizaciones realizan diversas actividades con las personas situación de calle para apoyarlas, por ejemplo, con la donación de ropa y productos de salud sexual y reproductiva, así como los kits de gestión menstrual que se entregan a mujeres y personas menstruantes.

“Vemos importante que puedan acceder de manera gratuita a estos insumos, porque no debería de ser un lujo que las mujeres podamos tener toallas, sino es un derecho y el Estado debe garantizar estos insumos a todas las mujeres y sobre todo a mujeres que viven en alta exclusión social”, sentencia Karen Martínez.

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Foto: Cuartoscuro

¿Cómo afecta la pobreza menstrual a las personas en situación de calle?

Las mujeres y personas menstruantes en situación de calle perciben la menstruación como un proceso incómodo, pero también problemático, de acuerdo con el diagnóstico realizado por El Caracol; pues tienen que conseguir los insumos, entrar al baño e incluso pueden poner en riesgo su salud al no contar con suministros sanitarios necesarios.

Para Lupita era frustrante no poder valerse por sí sola debido a la anemia que padecía, también le dolía ver que a su pareja le costaba trabajo su cuidado. 

“Me causaba frustración, en primera porque yo no podía hacer nada del todo bien sola, en segunda porque yo veía cómo le costaba trabajo a la persona que tenía y pues la gente te mal mira porque andas en la calle con la cobija, que a veces no son tuyas, pero ayudan para el momento o la emergencia, y pues huele bien sabroso, ya sabes”, narra entre pequeñas risas con cierta complicidad. 

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Las personas en situación de calle han sido discriminadas porque se les asocia con la suciedad, sin embargo, cuando están menstruando tienden a vivir más exclusión y discriminación, que puede ocasionar que se alejen o no realicen diversas actividades, concluye Alexia Moreno.