Tras semanas de especulación, emoción y crítica, LUX, el cuarto álbum de estudio de Rosalía, se estrenó este 7 de noviembre en plataformas de streaming.

Entre las notas de un piano en crescendo, Rosalía apertura el álbum preguntando, “Quién pudiera vivir entre los dos, primero amaré el mundo y luego amaré a Dios”, en Sexo, Violencia y Llantas, sentando así, el tono instrumental y narrativo que inevitablemente dirige el oído a un viaje espiritual

LUX, conformado por 15 canciones, es un vaivén de metáforas que reflexionan sobre la fe, la espiritualidad, el dolor, la pureza y la (no) santidad en 13 idiomas diferentes; pasando desde el español y el catalán, hasta el portugués, árabe, chino mandarín, japonés, ucraniano y hebreo. 

De la devoción a la imperfección

Desde que la cantante de origen catalán anunció el nombre de su nuevo proyecto, la duda, inevitablemente, arribó: “¿en plena subida de la derecha, una marca global como Rosalía, retoma y amplifica los valores de la tradición católica?” se preguntaba, por ejemplo, la filósofa Sayak Valencia en X:

LUX estetiza y reinterpreta, desde la mirada de Rosalía, la espiritualidad y la santidad presentes en la religión; pero también indaga, con precisión, en la imperfección de habitar el mundo como humana y en cómo esa imperfección, lejos de ser una falla,  se transforma en luz.

En una entrevista con Apple Music, la artista encuentra en las palabras del cantautor canadiense Leonard Cohen un punto de partida. En Anthem, Cohen recita: “Olvida tu ofrenda perfecta. Hay una grieta, una grieta en todo; así es como entra la luz”.

Desde esa grieta simbólica, Rosalía evoluciona del minimalismo electro-pop de Motomami hacia una obra abiertamente maximalista. En LUX, la luz, entendida como santidad, pero también como vulnerabilidad, se expande en un entramado sonoro y lingüístico que invoca la espiritualidad desde múltiples territorios y lenguas, componiendo un universo donde lo divino y lo humano conviven en tensión y belleza.

La (fe)minidad de Rosalía

Esta noción mística y la presencia de Dios ha acompañado consistentemente su obra, la fe de Rosalía plasmada en el álbum no es nueva; desde sus primeros álbumes, Los Ángeles, (2017), y El Mal Querer, (2018), donde el sonido del flamenco predomina, acompañado de cuerdas de guitarras y los tradicionales sonidos de las palmas, la devoción a Dios ha estado presente como una especie de agradecimiento por poder vivir de la música, algo que reafirma en LUX, donde busca ser transformada a través de la espiritualidad

El álbum, así, es un gran trabajo de introspección; Rosalía se encuentra en una constante búsqueda de sí misma, y realiza esta búsqueda a través de su fe.

LUX, entre la duda y lo divino, plasma el sentimiento de estar dividida entre el mundo terrenal y lo divino, ya que le gusta lo que tiene en el mundo terrenal pero aspira a algo más a través de la honestidad, explica Sandra Rojas, periodista y de La Cadera de Eva y seguidora de la cantante. 

Sin embargo, a lo largo de su historia, la religión ha sido objeto de análisis desde la teoría feminista, pues en muchos casos, es concebida como un sistema que ha servido como forma de control social y subordinación femenina, pero ¿qué pasa cuándo las mujeres se apoderan y reinterpretan la espiritualidad, más allá de la institución, como un espacio de creación, de resistencia y de poder simbólico?

LUX parece responder a esa pregunta: la fe se vuelve cuerpo, la imperfección se vuelve santidad, y la luz deja de ser divina para volverse humana.

La estetización obedece al contexto

En los últimos días, las asociaciones con las figuras de Simone Weil y Rabia al Adawiyya, ambas revolucionarias en su pensamiento místico y subversivo,  han sido retomadas como referencia e inspiración para la propuesta de Rosalía. Sin embargo, la crítica se ha mostrado dividida. 

Mientras algunas voces celebran la apropiación simbólica de estas mujeres como un gesto de reapropiación espiritual y feminista, otras cuestionan la superficialidad con la que el pop contemporáneo puede traducir discursos filosóficos y religiosos de tal profundidad, y esta respuesta no es coincidencia, responde a apropiación y estetización de figuras y postulados utilizados con fines comerciales, como el caso de la famosa fotografía mercantilizada del líder de la Revolución cubana, Che Guevara, tras su fallecimiento en 1967.

La luz, la espiritualidad y la santidad que atraviesan la propuesta de Rosalía emergen en un momento histórico profundamente polarizado, en el que el mundo gira hacia tendencias conservadoras que reinstalan discursos moralistas y esencialistas. 

En este contexto, la religión se posiciona nuevamente como herramienta de control cultural y político, operando bajo la apariencia de valores tradicionales.

La obra de Rosalía, no es devocional, sino estética y filosófica y, sin embargo, sigue atada a un momento histórico preciso que no se puede ignorar.  El filósofo y crítico francés Roland Barthes consideraba que la imagen, particularmente la fotográfica, es un constructo cultural cuya vida transcurre en tres momentos de interacción: la obra, el espectador y el contexto. 

En esa relación, el studium representa el interés cultural, mientras que el punctum alude a la “punzada” de lo personal, aquello que conmueve o interpela.

Bajo esta lógica, LUX puede entenderse como una búsqueda de experiencia estética que parte desde lo íntimo, pero que inevitablemente se ve atravesada por sistemas de ideas, valores, estéticas y discursos sociales.