¿No te pasa que abres Insta y todo es es “la esposa feliz”, “la casa impecable y minimalista”, “el maquillaje natural” o la “familia perfecta”? Así, como si volver a 1950 fuera una tendencia cool.
En realidad ese ideal de la “vida bonita ” o aesthetic no es inocente: es la fachada pulida de una ideología que busca devolvernos décadas atrás, limitando nuestra autonomía y nuestros derechos.
A eso le llamamos neoconservadurismo, una tendencia que —como explica la filósofa, poeta y ensayista Sayak Valencia— “ha aprendido a reciclar ideologías tradicionales como la heterosexualidad obligatoria, el Estado-nación autoritario y la familia nuclear patriarcal”, pero presentándolas con una envoltura atractiva y actualizada.
Ojo aquí: el conservadurismo no es nuevo. Sus raíces están en religiones que han definido por siglos cómo “debe” ser una familia, una mujer, un cuerpo. Pero lo que lo hace tan eficaz hoy es su presentación. En entrevista con La Cadera de Eva, Sayak Valencia subraya que el éxito del neoconservadurismo no radica en su discurso moral, sino en su estética: “Utilizan las estrategias de embellecimiento y de marketing para difundir su ideología entre las poblaciones más jóvenes”.
La lógica es maquillar el mensaje: “cosmetizar la información” y despolitizar los argumentos para asociar la “vida linda” o la “vida aesthetic” con los valores conservadores.
“Lo que se vende es la idea de que, para tener una vida vivible, una vida linda, hay que suscribir esos valores. Solo esos valores te harán progresar” (Sayak Valencia)
Esa narrativa funciona porque explota el deseo de bienestar de una generación formada en el consumismo y la autopresentación constante: un paquete completo de belleza, éxito y orden.
La trampa aesthetic: de la tradwife al “marido Huberman”
El neoconservadurismo digital, dice Valencia, opera a través de arquetipos aspiracionales. Dos de los más visibles son la esposa sumisa y el macho alfa del ultra rendimiento.
Las tradwives (esposas tradicionales) se viralizan en Tik Tok e Instagram con hashtags como #esposasumisa, promoviendo un retorno a los años 50: mujeres dedicadas exclusivamente al hogar, felices de “servir” al esposo y dependientes económicamente.
Su estética retro —vestidos recatados, cocinas luminosas, maquillaje perfecto— suaviza la carga política de un discurso antifeminista, que desvaloriza la independencia y normaliza la subordinación.
Del otro lado está el “marido Huberman”, figura masculina que reproduce los ideales de fuerza, dominio y agresión asociados a la ultraderecha digital.
Rutinas extremas, suplementos, control del cuerpo: todo parte de una lógica donde el hombre debe ser proveedor, alfa y competitivo.
Como te contamos en esta nota tanto la tradwife como el macho huberman son reflejos de un sistema político fascista que impone un ideal de belleza y comportamiento estandarizado como método de control.
La guerra digital y el régimen live streaming
Para Sayak Valencia, lo más preocupante no es solo el contenido, sino la infraestructura que lo sostiene. El neoconservadurismo no se opone al neoliberalismo: es su núcleo. Ambos comparten la lógica de control y consumo.
“Tienen las herramientas económicas, políticas y los medios de producción de información para diseminar de manera masiva, a través de bots y de una verdadera guerra digital, estos contenidos” (Sayak Valencia)
Vivimos, dice Valencia, en lo que llama el “régimen live streaming”: un control político digital donde la vida en línea se vuelve más importante que la realidad fuera de la pantalla. En ese régimen, la economía de la atención reemplaza la reflexión por estímulos continuos. La violencia estructural se disfraza de belleza y productividad.
¿Y por qué nos encerramos ahí? Es una forma de evadir la dureza de la realidad:
“El esconder la violencia a través de las pantallas y poner vidas embellecidas hace que la gente se despreocupe de la realidad material en la que vive”, explica Sayak Valencia.
El resultado es una sociedad ermitaña, atrapada en un “individualismo feroz” que fragmenta la lucha colectiva, pues la gente busca la vida que ve en la pantalla para evitar la "disonancia cognitiva" que les causa la realidad material de la explotación, el saqueo y la violencia.
¿Y ahora qué? Horizontes de resistencia
Ante esta ofensiva, Valencia propone pensar la resistencia desde la pluralidad.
“La resistencia más potente no se gesta en un solo lugar: ni solo en la calle, ni solo en la academia, ni solo en las redes. Todas estas cosas van juntas”, afirma.
Para contrarrestar el “falso consenso” que crean las pantallas, invita a volver al mundo material: reconectar con el cuerpo, la calle y los vínculos sociales.
“Salir del mundo digital y volver al material para entender que no todo lo que se nos cuenta es real”, dice.
Si no lo hacemos, advierte, nuestra capacidad de pensamiento se reducirá “conforme al tamaño de la pantalla”.
Combatir el neoconservadurismo es como enfrentarse a un espejismo: la vida perfecta que ofrecen las redes promete agua en medio del desierto, pero es solo reflejo. La fuerza para transformar la realidad está fuera del filtro, en el diálogo real y en la conexión material con otras personas.

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