El Partido Acción Nacional (PAN) intentó marcar un nuevo comienzo. Nuevo logo, nuevo discurso, misma apuesta a  “valores tradiciones” y lógica patriarcal. En el Frontón México (mismo escenario donde fue fundado hace 85 años por Manuel Gómez Morin), su actual dirigente, Jorge Romero, presentó el relanzamiento del partido bajo un lema que pretende recuperar su identidad: “Patria, familia y libertad”.

El PAN llega a esta “refundación” tras años de desgaste, como una oposición debilitada, con alianzas rotas y una base electoral envejecida. Podría haber apostado a  una nueva visión a favor de los derechos humanos, pluralidad o inclusión; sin embargo, el partido opta por un endurecimiento del discurso con fachada de “valores de siempre”. 

No es una elección casual o ingenua la de esas tres palabras, y no pasa desapercibida la similitud con el lema lanzado por la líder ultraderechista de Hermanos de Italia, Giorgia Meloni, “Dios, patria y familia”. 

En Latinoamérica la ultraderecha repite un guión conocido. Habla de “libertad” para recortar derechos, de “familia” para imponer una moral religiosa y de “patria” para marcar quién pertenece y quién debe quedar fuera.

En México, esa narrativa no es nueva. Desde hace años, el actor Eduardo Verástegui usa también una versión casi idéntica “Dios, patria, familia y libertad” como lema de su movimiento ultraconservador “Viva México”. Tras el relanzamiento del PAN, los acusó de plagiar su frase. Una acusación por lo demás cínica, ya que este lema se utiliza desde el siglo XIX en el movimiento unionista italiano y ha sido adoptado lo mismo por el gobierno fascista de Mussolini, la dictadura de Salazar en Portugal o el grupo neofascista brasileño Carecas do ABC. 

Pero quién lo usó primero no es lo relevante. 

Ambos discursos nacen de la misma raíz ideológica que busca usar una moral religiosa como política pública, limitar derechos en nombre de la “familia” y poner al Estado al servicio del capital y el poder. Se habla de “renovación”, pero lo que se actualiza es la retórica del miedo. Miedo al feminismo, al lenguaje inclusivo, a la diversidad sexual, a la autonomía de las mujeres. Miedo a la igualdad.

El relanzamiento del PAN también llega justo cuando desde los feminismos hemos advertido sobre el auge de los discursos antiderechos: el resurgimiento de grupos que difunden desinformación, atacan a defensoras y buscan atraer a las generaciones más jóvenes con mensajes disfrazados de “protección” y “libertad”.

Estos grupos (y cada vez más políticos) han encontrado en la guerra contra lo “woke” un nuevo frente de batalla: acusan al feminismo, al lenguaje inclusivo y a la educación sexual de ser amenazas a la libertad, cuando en realidad son su expresión más profunda.

No sorprende, entonces, que en Chihuahua, legisladores panistas hayan propuesto prohibir el lenguaje incluyente en documentos públicos por “deformar el español”. Esa cruzada lingüística, más que un debate gramatical, es parte del mismo frente ideológico que hoy la derecha busca normalizar: uno que apela a la defensa de la “familia”, la “moral” o la “pureza del idioma” para justificar el retroceso de derechos.

Y es que como nos explicaba Ninde Molre, abogada feminista, este tipo de iniciativas forman parte de una estrategia más amplia para desacreditar los lenguajes del feminismo, desactivar la articulación social y reinstalar una visión conservadora del orden social. “No solo se censuran palabras, se busca controlar el modo en que las mujeres y las disidencias nombran el mundo”.

En ese sentido, el lenguaje se convierte, de nuevo, en otro campo de batalla donde la ultraderecha intenta imponer su poder simbólico.

El riesgo, por supuesto, no está solo en el nuevo lema disfrazado de modernidad, sino en lo que representa: un intento de ordenar la política y el debate público desde la moral ultraconservadora. “Patria” sin diversidad, “familia” sin pluralidad y “libertad” sin derechos son versiones de un país que  nunca ha existido, aunque quieran volver a él. México no necesita un partido que repita los códigos de la ultraderecha global, sino uno que entienda el presente.

El PAN dice buscar un nuevo comienzo, pero su lema apunta hacia un retroceso que pone en riesgo los avances conquistados en los últimos años por la sociedad civil y los movimientos feministas, antirracistas, de diversidad. En tiempos en que los discursos de “orden y moral” ganan terreno, es importante recordar algo: cada vez que la política se disfraza de virtud, viene acompañada de censura. 

Y detrás de cada apelación a la “patria” o a la “familia”, casi siempre hay un intento de decidir quién merece pertenecer a ellas.