La realidad de las mujeres privadas de su libertad en nuestro país está marcada por el abandono y la falta de oportunidades. Sin embargo, en este contexto adverso, existe una iniciativa que transforma la vida de muchas de ellas: La Cana, una organización que, a lo largo de casi una década, ha trabajado para convertir las cárceles en espacios de oportunidades para ellas.
Fundada hace nueve años por tres abogadas y una psicóloga tras una visita al penal de Barrientos, en el Estado de México, La Cana se ha consolidado como un motor de cambio para miles de mujeres en prisión.
"Nos dimos cuenta de las condiciones tan poco dignas en las que viven las mujeres, del abandono que sufren. Mientras que los hombres suelen recibir visitas regulares, las mujeres rara vez tienen alguien que las visite", explica Raquel Aguirre, una de las fundadoras, en entrevista con La cadera de Eva.
La organización opera bajo tres ejes fundamentales: salud mental, capacitación laboral y educación. Estos pilares se implementan a través de talleres voluntarios que buscan dar a las internas herramientas. "Impartimos desde clases de computación hasta capacitación en macramé, maquillaje y chocolatería. Además, tenemos un taller muy grande de erradicación de la violencia de género llamado ‘Alzar la voz por todas y todos’", explica Raquel.
El nacimiento de La Cana
La historia de La Cana comenzó de una forma bastante inusual y, hasta cierto punto, divertida. Al principio, no había peluches ni grandes productos: empezaron con actividades sencillas, con patrones lineales, pero los resultados no eran nada impresionantes. De hecho, lo que hacían no salía nada bien y las piezas terminaban siendo bastante feas.
Todo dio un giro cuando una señora se acercó y les pidió 50 ositos de peluche para la primera comunión. Las fundadoras de La Cana llegaron al penal de Barrientos con la idea de cumplir con esa solicitud, pero la realidad no era tan sencilla.
Querían que los peluches fueran de color café, pero al llegar encontraron una mezcla de colores, desde azul hasta tonos brillantes, lo que les causó una gran frustración, pues pensaban que nadie compraría esos peluches tan desordenados.
Antes de esa solicitud, las fundadoras solían llevar actividades recreativas y empezar a ofrecer capacitación laboral. Pero tras este encargo, decidieron que si no cumplían con los 50 ositos, no volverían más. Las internas, sin embargo, les aseguraron que los tendrían listos. "No se preocupen, vamos a hacerlos, 100% lo vamos a lograr", les dijeron.
Aunque las fundadoras no estaban convencidas, llegaron al penal para recoger los peluches y se sorprendieron al ver los 50 ositos alineados a la entrada del taller. Al principio, intentaron disimular su emoción, pero la verdadera sorpresa llegó cuando una de las internas les preguntó si no traían relleno para los peluches.
Las fundadoras, desconcertadas, respondieron que no, porque no esperaban que las mujeres pudieran completar los ositos. Fue entonces cuando la interna explicó que, para hacer el relleno, habían sacado el material de sus propias almohadas.
Este fue el momento decisivo en el que nació La Cana. Las fundadoras se dieron cuenta de que el verdadero desafío no era solo producir productos, sino ofrecer oportunidades. Entendieron que, aunque no tuvieran el entorno perfecto ni los recursos ideales, las internas estaban dispuestas a trabajar y a hacer todo lo posible. Fue entonces cuando comenzaron a ver el potencial de lo que estaban creando.
La Cana cuenta con una colección permanente de productos que incluyen los animales que han estado fabricando desde sus inicios. Sin embargo, cada temporada trae consigo la oportunidad de innovar y crear nuevos productos.
En Navidad, por ejemplo, destacan con nacimientos, renos, esferas y otros adornos típicos de la temporada, lo que convierte a esta época en su mejor momento de ventas. Además, La Cana lanza colecciones especiales en fechas como Halloween, el Mes del Orgullo o con productos que celebran el feminismo.
Historias de éxito y reinserción social
El impacto de La Cana logra que cada año más de mil 500 mujeres sean beneficiadas a través de sus programas, que no sólo buscan capacitarlas en prisión, sino también acompañarlas una vez que recuperan su libertad.
Cuando salen, enfrentan retos enormes: muchas no tienen a dónde ir, no cuentan con documentos básicos como el INE, y el estigma social les dificulta encontrar empleo. Por eso tenemos el programa ‘Seguimiento en Libertad’, que las apoya durante al menos un año
Las historias de éxito son numerosas. Desde mujeres que emprenden sus propios negocios hasta aquellas que alcanzan sueños inesperados. "Una de nuestras beneficiarias, tras declarar en una entrevista que quería estudiar enfermería, recibió el apoyo de una persona que escuchó su historia. Hoy está graduada y trabajando en psiquiatría. Estos logros nos recuerdan que, con una oportunidad, todo es posible", relata emocionada Raquel.
El impacto de los talleres de capacitación laboral de La Cana ha sido significativo. El 60% de las mujeres que ha participado en ellos logra encontrar empleo tras su capacitación. De ese grupo, el 42% decidió emprender su propio camino y se autoempleó, mientras que el 37% se incorporó al área de producción de La Cana.
Además, el 25% consigue empleo en otras actividades o talleres dentro de la prisión, lo que demuestra no solo la eficacia de los programas, sino también el potencial de las mujeres para reinsertarse y generar oportunidades laborales, incluso en un entorno tan adverso.
Retos y colaboración con las autoridades
Sin embargo, el camino no ha sido fácil. "El mayor reto es trabajar con el sector gubernamental. Cada cambio de administración implica empezar de cero, ganarse nuevamente la confianza de las autoridades y adaptarse a nuevas reglas", dice. Además, la salida de las mujeres de la cárcel marca un momento crítico, pues muchas veces se enfrentan a la falta de redes de apoyo y oportunidades laborales.
La Cana también busca erradicar el estigma que pesa sobre las personas privadas de su libertad. "Es importante entender las causas que llevaron a estas mujeres a la prisión. Muchas provienen de contextos de violencia, abuso y pobreza extrema. No se trata de justificar, sino de comprender para poder transformar", reconoce.
Productos con causa
Uno de los principales motores económicos de La Cana es la comercialización de productos elaborados por las internas: peluches tejidos, bolsos bordados, sudaderas y mucho más. "Cada producto lleva consigo una historia de superación y esperanza. Las mujeres reciben un pago justo por cada pieza terminada, lo que les permite tener ingresos dignos incluso dentro de la cárcel”, dice Raquel Aguirre.
Hacia el futuro, La Cana busca replicar su modelo en todo el país e incluso en Latinoamérica. "Queremos que sea un referente. Ya hemos logrado expandirnos a estados como Nuevo León, Querétaro y Tlaxcala a través de nuestra franquicia social. Sabemos que este modelo funciona y que puede transformar vidas en otros lugares también”.
Una invitación a participar
En esta temporada navideña, La Cana hace un llamado a la sociedad para apoyar su causa. "Nuestros productos son el regalo perfecto: hermosos, bien hechos y con un significado profundo. Además, invitamos a todos a conocer nuestro trabajo y sumarse como voluntarios. Una vez que ves el impacto que esto tiene, no puedes quedarte de brazos cruzados”.
Con nueve años de experiencia y cientos de historias de éxito, La Cana demuestra que la reinserción social es posible. Transformar vidas, generar oportunidades y romper círculos de pobreza y violencia son las metas que impulsan a esta organización, y con el apoyo de la sociedad, sueñan con llegar aún más lejos.