Sin duda entramos a una nueva historia. Antes de llegar al día de las elecciones del pasado 2 de junio, sabíamos que nos gobernaría una mujer, ya que teníamos dos contendientas fuertes, independientemente de los intereses que detrás de ambas estaban. El caminar arduo de la lucha de las mujeres, comienza a visibilizarse, y si bien, el que una mujer este al frente del país, no garantiza la agenda y los avances de las mujeres, si es visualmente un logro, tenemos una mujer presidenta

Este logro nos representa en el imaginario colectivo, romper con la creencia estereotipada de que las mujeres solo debemos estar en el espacio privado, asumiendo el rol reproductivo y resolviendo la cotidianeidad familiar, lo cual en realidad ha sido subestimado, porque nos ha formado bastante bien, en aquellos deberes que justo deben resolverse de manera inmediata. En un espacio que no tiene horarios, que no tiene un salario, que no se reconoce, que no tiene un aguinaldo, pero que al contabilizarlo forma parte del Producto Interno Bruto (PIB) de nuestro país. 

Desde ese rol estereotipado, a las mujeres nos han mantenido al margen de la toma de decisiones, pero sí, hemos sido consideradas para ser carne de cañón en sus soluciones, por ejemplo, dejar de ir a la escuela o al trabajo formal para asumir actividades de cuidados, asumir la jefatura de familia, tener una paga menor a las de los hombres en un trabajo igual, es decir, hemos sido objetos, corcholatas, "juanitas", nunca titulares, ni tomadoras de decisión. 

Gracias a los movimientos de las mujeres, las colectivas, la sociedad civil, las aliadas políticas, y algunas políticas públicas nacionales que se sustentan en los marcos jurídicos nacionales e internacionales, se ha ido poco a poco abriendo el espacio público para las mujeres, cuestionando los estereotipos de que no estamos hechas para tomar decisiones, y mucho menos para llevar el rumbo de un país. De ahí la importancia de una mujer presidenta sea del partido que sea, porque rompe con el discurso patriarcal y la estructura excluyente, discriminatoria y de subordinación histórica de las mujeres. 

El enojo que estamos viviendo, además de violento, tiene varias aristas, sí, desde las perspectivas políticas, pero más allá, este cambio trastoca privilegios, economías, decisiones, pero, sobre todo el ego-narcisista-patriarcal, porque es una mujer, lo que inconscientemente genera en una sociedad machista, inestabilidad.

¡Claro!, ¿cómo una mujer rebasó a los hombres de este país?, compartir el poder no es fácil, y “dejárselo” a una mujer menos. Mayor aún, cuando es una mujer formada, académica, activista, con una perspectiva política, y una idea de país (por lo menos desde el discurso) lo cual en un sistema como el nuestro, es algo amenazante.

Recordemos que en otras épocas se quemaban a las mujeres sabias y trasgresoras, acusándolas de brujas o hechiceras, solo por ser amenazantes a los contextos conservadores de una sociedad. 

Esto apenas comienza, y, de entrada, no será fácil para la virtual presidenta electa, como se le sigue nombrando, ya que aún no ha recibido su nombramiento. Deberá tener un buen estómago, una buena salud, un buen autocuidado, una emocionalidad con mucho temple y un buen equipo que la acompañe, a este gran reto arduo y sinuoso. Independientemente de lo que implica un cargo presidencial, a este se sumará, el hecho de ser mujer, a la cual, el sistema patriarcal desgajado, le pondrá “pruebas” a su capacidad, exigiéndole como siempre se nos exige a las mujeres, tres veces más que a un hombre presidente. (Norma Escamilla Barrientos)

Finalmente, como ciudadanía estamos frente a muchos retos, principalmente el de conciliar y encontrar esos puntos para el bien común, hacer contrapesos y disminuir las violencias y los discursos de odio que están atravesando nuestras relaciones sociales, polarizadas entre dos bandos, los buenos y los malos, los chairos y los fifis, los pensantes y los ignorantes, lo cual está provocando enfrentamientos en redes, familias, amistades, personas conocidas y queridas, no perdamos el sentido humano, que al fin y al cabo, todos y todas vivimos en el mismo país, usemos nuestra energía para construir, no para destruir.