En los últimos días hemos escuchado en la conferencia matutina que “es mentira que se recorte el presupuesto a los Refugios” y que “el Paquete Económico 2026 contempla más de 857 millones de pesos”. La palabra clave aquí es contempla. Y lo repito: contemplar no significa garantizar.

La secretaria de las Mujeres, Citlalli Hernández, ha dicho que el programa de refugios “solo cambió de nombre” y que los recursos “no faltan”. Y que, el presupuesto que antes se ejecutaba a través de dos programas se fusiona en uno nuevo.

Pero en políticas públicas con enfoque de género, el nombre no es un detalle: es una herramienta de poder y de exigibilidad. Cuando un programa específico pierde su partida autónoma y se integra en una bolsa amplia, lo que se borra es su visibilidad política, su autonomía y su garantía mínima.

¿Qué está pasando con los refugios para mujeres víctimas de violencia?

Imagina que en una familia cada hija e hijo tenía su propio dinero para gastos específicos como educación, ropa o actividades. Cada uno tenía asegurado un presupuesto claro para cubrir sus necesidades particulares.

Ahora, la familia decide juntar todo el dinero en un solo presupuesto general para todas las personas integrantes, sin separar cuánto es para cada hija e hijo. Pero, además, las necesidades de cada hija e hijo ya no son un asunto de prioridad individual, sino que pasan a ser solo una tarea más dentro de todas las responsabilidades y gastos generales de la familia, sin un seguimiento especial.

Esto significa que:

  • Las hijas e hijos dejan de tener un dinero asegurado para cubrir sus gastos y necesidades propias
  • Sus necesidades compiten con todos los otros gastos familiares, como comida, servicios o emergencias
  • No se sabe claramente cuánto dinero se está destinando para cada hija e hijo, y puede que no se cubran todas sus necesidades de manera adecuada.

Eso mismo ocurre con los refugios: el programa presupuestario U012 “Programa de Apoyo para Refugios Especializados para Mujeres Víctimas de Violencia de Género, sus hijas e hijos”, que desde 2021 aseguraba recursos con nombre propio, desapareció y se fusionó en un programa genérico llamado U012 “Programa para la Prevención y Detección de las Violencias Feminicidas y la Atención de las Causas”.

El resultado es claro: los refugios perdieron su presupuesto específico, sus necesidades compiten con otras actividades del programa y no existe compromiso ni monto garantizado para su funcionamiento. Y esto ocurre en un país donde todos los días asesinan a más de 11 mujeres.

En un país donde todos los años el recurso etiquetado específicamente para refugios hasta el 2025 llega con retrasos inadmisibles y sin progresividad.

Los refugios no son una actividad más. Son mecanismos especializados que salvan vidas: brindan protección inmediata, atención integral especializada, equipos formados en derechos humanos, género e interseccionalidad. Invisibilizarlos en un programa genérico es un retroceso estructural.

El gobierno presume una cifra global, pero sin desglose ni reglas claras nadie puede garantizar que los refugios recibirán lo necesario para operar. Y aquí no hablamos de trámites: hablamos de mujeres, niñas y niños que huyen de la violencia feminicida. Hablamos de vidas.

Lo que está en juego es la progresividad de derechos. En lugar de avanzar con un presupuesto suficiente y creciente, se invisibiliza un programa que por más de una década dio certeza. Y cuando los refugios quedan invisibles, lo que se invisibiliza son las propias mujeres, niñas y niños que sobreviven a la violencia.

Porque contemplar no es garantizar. Desde el feminismo lo decimos con fuerza: lo que no se nombra, no existe. No hablamos de un tema personal ni de un desacuerdo discursivo: hablamos de vidas concretas de mujeres, niñas y niños en riesgo extremo.

Seguiremos exigiendo, aunque incomode, claridad presupuestal y la restitución del programa de refugios con nombre propio, presupuesto progresivo, suficiente y transparente. Las vidas no se contemplan: se garantizan.