Esta semana al menos tres menores de edad fueron víctimas de la violencia criminal que se vive en nuestro país. Dos fueron asesinados y una joven fue atacada con ácido.

El primer caso ocurrió en Ciudad de México, en las calles de Iztapalapa. El sábado pasado, unos sujetos armados que iban a bordo de una moto, atacaron a un hombre y a su hija, mientras caminaban por la avenida Tláhuac. 

Los testigos narraron que los atacantes dispararon contra el padre. Su hija, quien es menor de edad, intentó defenderlo, pero no lo logró. Los agresores lo mataron. A ella le arrojaron ácido en su pierna derecha y después huyeron.

Tres días después, en el municipio de El Paraíso, en Tabasco, Dante Emiliano, un menor de 12 años, fue asesinado en la puerta de su casa. “No me quiero morir”, se escucha decir suplicante a Dante en un video que fue difundido en redes sociales. El mismo video, viralizado por cuentas que monetizan y glamourizan el horror de la violencia, se ve cómo se cubre la herida que le dejó el impacto de bala en su cuerpo.  

Algunos medios reportaron que a Dante lo intentaron secuestrar y al resistirse, le dispararon. Otra versión que circuló fue que a quien buscaban secuestrar era a la madre del menor y éste la defendió. Hasta ahora no hay una versión oficial por parte de las autoridades tabasqueñas, lo que abona a la especulación y trivialización del caso. 

Dos días después, tres adolescentes fueron atacados a balazos en Ciudad Juárez, Chihuahua y uno de ellos, de 13 años de edad, murió. El ataque ocurrió en la colonia Adolfo López Mateos y, sin sorpresas, las autoridades no han dado más detalles sobre el caso o informado de avances en la investigación.

Estos tres casos apenas muestran una fotografía de la violencia criminal que se vive en México y que afecta también a las infancias, niños y niñas quienes deberían tener derecho a vidas lúdicas y seguras, y no verse obligados a luchar por vivir, como Dante Emiliano o la joven que intentó salvar a su papá. La pérdida de nuestra infancia nos confronta con la dolorosa realidad de que la violencia se ha convertido en una realidad cotidiana y omnipresente.

La violencia se ha vuelto tan cotidiana, que hemos visto que en los últimos meses cómo niños en Guerrero han tenido que armarse y sumarse a las autodefensas ante la ineficacia de las autoridades para contener la ola de violencia que viven en sus comunidades, lo que en muchas ocasiones también pone en riesgo su vida.

Tan solo en 2023, al menos 2 mil 319 menores de entre 0 y 17 años fueron víctimas de homicidio en nuestro país, de acuerdo con los datos que recoge la Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim).  

La Redim también reporta que en lo que va del actual sexenio —de diciembre de 2018 a diciembre de 2023— se han registrado 12 mil 368 homicidios de menores de 0  a 17 años en México, lo que se traduce que en promedio, cada día han sido asesinados 6.7 niñas, niños y adolescentes.

Los y las menores víctimas de homicidio son más que una estadística. Detrás de cada caso hay una historia de dolor y devastación que impacta no solo a la familia y la comunidad, sino a toda la sociedad. ¿Qué presente y qué futuro nos queda si no protegemos a nuestras infancias?

Apenas hace dos meses, en Taxco, Guerrero, Camila Gómez, una niña de 8 años que salió de su casa para jugar con una amiga fue asesinada, presuntamente por sus vecinos. Su feminicidio también nos recordó uno de los rostros más crueles de la violencia contra los cuerpos de las niñas jóvenes y mujeres, una violencia adicional en un país donde los menores de edad son asesinados a tan solo unos pasos de sus hogares o en las puertas de sus casas.

Pero los asesinatos no son la única amenaza que enfrentan los menores de edad. La Redim lleva años documentando que las niñas, niños y adolescentes también son víctimas de la crisis de desapariciones que atraviesa nuestro país y que tiene por causa tanto la violencia producida por las organizaciones criminales como la propia violencia que se genera al interior de los hogares y las comunidades. La impunidad provocada por la ausencia del Estado para investigar estos delitos agrava la crisis. 

Un dato alarmante es que, el 55% de los menores reportados como desaparecidos son niñas. Niñas que son desaparecidas en muchas ocasiones para introducirlas en la trata de personas y explotarlas sexualmente. 

En La Cadera de Eva nombramos la violencia criminal que está matando a las niñas, niños y adolescentes en nuestro país, frente a una sociedad machista y adultocentrista que también violenta a las infancias al no reconocer sus voces ni sus violencias. Y exigimos propuestas claras y respuestas de un Estado que ha sido hasta hoy omiso, que normaliza la violencia incluso contra las infancias. 

La impunidad ante la violencia contra las niñas, niños y adolescentes es un síntoma alarmante de un sistema de justicia fracturado, de la falta de voluntad política para proteger a los más vulnerables. En un entorno donde los perpetradores de actos atroces contra ellos y ellas pueden actuar sin temor a represalias. 

Esta impunidad también envía un mensaje devastador a los niños: que sus vidas y su bienestar son sacrificables, que su dolor será recibido con indiferencia e indolencia por parte de la sociedad y las autoridades. Es urgente que cada niño, niña y adolescente de nuestro país sea protegido para poder crecer en un entorno seguro, libre de violencia y de armas. 

La violencia criminal contra los menores de edad deja una herida abierta que refleja nuestras fallas sistémicas y subraya el fracaso colectivo en salvaguardar el derecho más básico: el derecho a la vida.