Las múltiples luchas y movilizaciones sociales por el sostenimiento de la vida tienen retos y afrentas en común. Una de ellas es que existen personas y vidas consideradas "menos valiosas" que otras, ya sea por su lugar de nacimiento, su género, su preferencia sexual o su nivel socioeconómico. Grupos marginalizados como las personas migrantes, personas trans, subjetividades feminizadas y no heteronormadas son blanco constante de estructuras que les precarizan, controlan y criminalizan.
Son víctimas de un "accidente de nacimiento", como le llaman algunas teorías que buscan analizar la supuesta calamidad derivada de haber nacido en determinado territorio, familia o cuerpo. Sin embargo, lo único accidentado en dicho análisis es obviar que no es en dónde, cuándo o en qué cuerpo se nace, sino la estructura necropolítica que decide dejar morir a grandes contingentes de personas por motivos de su categorización social.
La resistencia que emerge entre los grupos marginalizados frente a narrativas racistas, sexistas, transfóbicas y xenófobas de nulificación material y subjetiva, es un ejemplo de lo que la agenda de cuidados plantea: poner la vida al centro. En esta reflexión, reconocemos las luchas que, de antaño, nos muestran que cultivar, nutrir, crear y criar desde una perspectiva biocéntrica son formas de crianza política, cuidados colectivos y mutuos que sostienen y reproducen la vida desde y en los márgenes.
El viejo orden de las cosas
La crianza tradicional en sociedades cisheteropatriarcales ha sido capturada por narrativas hegemónicas que imponen en ella lógicas de borramiento y explotación. Es decir, que promulgan la dominación de ciertas subjetividades privilegiadas y la subordinación, criminalización y exterminio de otras con base en argumentos:
- Sexistas, porque el trabajo de cuidar y sostener la vida recae sobre las mujeres y/o personas feminizadas de forma injusta, generando pobreza de tiempo y desgaste en su salud física y mental.
- Individualistas, porque restan importancia o desvalorizan la crianza comunitaria, donde la familia extendida y las amistades son una red de apoyo mutuo primordial para sostener los cuidados.
- Clasistas, porque se parte de que el mercado atraviesa las necesidades de cuidados y pretende equiparar el poder adquisitivo de las personas con la calidad y cantidad de cuidados que pueden brindar.
- Heteropatriarcales, porque sostienen la lógica binaria sexo-genérica y la desigualdad de todas las personas respecto del hombre blanco cisheterosexual de clase media.
- Cisexistas, porque se discrimina y niega las capacidades de cuidado y de poder criar de las personas trans, colocando sobre ellas narrativas patologizantes que las denigran.
Cuestionar el régimen desde la crianza política
El borramiento de subjetividades otras, disidencias e identidades no conformes, demanda el construir nuevas formas de crianza y cuidados que sean refugio y resistencia. Crianzas que puedan escapar de las narrativas hegemónicas limitantes y permitan la autonomía, que los cuidados no asfixien ni controlen, sino que habiliten la posibilidad de ser.
El psicoanalista Donald Winnicott, allá por la década de 1960 hablaba ya sobre el "going on being" (traducido comúnmente como “estar siendo”) con relación a la crianza de un bebé. Es decir, hablaba de la importancia de ejercer prácticas de cuidado que permitan el desarrollo genuino de subjetividades y la construcción de autonomías dinámicas tratando de dejar de lado las exigencias sociales, angustias o deseos que se imponen sobre la vida en formación.
Si trasladamos este concepto a la lucha social y a la formación de colectividades que resisten a las imposiciones hegemónicas sobre sus existencias, podemos decir que la práctica de crianza tiene una lectura profundamente política.
Es decir, se convierte en una práctica consciente y crítica que al materializarse como un proceso comunitario de resistencia apuesta por la celebración del desarrollo de subjetividades diversas y el fortalecimiento mutuo de las personas que están inmersas en sus procesos.
La crianza política no es sólo una práctica de cuidado, sino una estrategia para sostener la vida frente a quienes quieren borrarla. Es una práctica biopolítica radical, una apuesta colectiva por la vida digna y el cuidado de lo común que se teje en grupos y comunidades frecuentemente en situación de vulnerabilidad. Implica modos de estar, hacer y sentir desde lógicas comunitarias que articulan múltiples apuestas y subjetividades, cuestionando las dicotomías tradicionales.
Si comprendemos lo político como una dimensión constitutiva de las sociedades humanas que además está determinado por disposiciones afectivas, la crianza adjetivada como política recurre a la creación comunitaria de las condiciones afectivas, simbólicas y materiales que permiten el despliegue de las vidas que han sido colocadas en situación de vulnerabilidad y desde ahí resisten.
Asimismo, descentran los cuidados de lógicas cisheteronormativas que imponen el sostenimiento de la vida a las mujeres y/o a personas feminizadas, y plantean a la familia nuclear heterosexual como el único espacio legítimo para ejercerlos.
Encontramos urgente que la crianza pueda ser repensada y resemantizada. Que no descanse en la negación y precarización de las vidas de mujeres y personas feminizadas, que se reconozca la importancia de lo comunitario y las redes de apoyo mutuo para su ejercicio y que se le experimente como una práctica política consciente que deje ser y así contribuya al sostenimiento y reproducción de las vidas en su diversidad.
Criar desde el reconocimiento de las subjetividades otras es una apuesta política por la libertad y la diversidad.
*Sobre los autores:
Adriana Isabel Fernández Godenzi
Docente ordinaria e investigadora en la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). Psicóloga clínica comunitaria, actualmente cursando el Doctorado en Estudios Feministas en la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Xochimilco. Es integrante de la ONG feminista peruana DEMUS, así como de la Comisión Disciplinaria para Actos de Hostigamiento Sexual de la PUCP. Se autoidentifica como feminista y como persona sexo-disidente del régimen heterosexual.
Psicólogo por la UNAM, maestro en Estudios sobre migración por la Ibero, doctor en Estudios del desarrollo por el Instituto Mora; especialista en Estudios de género de la UNAM y en Políticas de cuidado con perspectiva de género por CLACSO. Es miembro del Seminario Sociología política de los cuidados en el Instituto Mora.