Se acaba de estrenar en México la película Die my love, Mátate amor (Lynne Ramsay, 2025) y una vez más la depresión postparto, que llega a una psicosis, ocupa la pantalla. Independientemente de las excelentes actuaciones, el relato vuelve a presentar el fenómeno como si no hubiera determinantes que influyen en él y no sabemos nada del parto de la protagonista. Los datos muestran que la depresión postparto no es algo único ni aislado de otros fenómenos sociales.
En México, según estadísticas recientes, dos de cada 10 mujeres pueden sufrir depresión postparto durante el primer año después de haber gestado. Por otro lado, una de cada tres mujeres puede vivir violencia obstétrica en el último parto. Ambos fenómenos deben leerse bajo la lente del género, etarias, de miradas racializadas, ubicaciones geográficas, de clase.
Algunos estudios señalan que existen diversos factores que pueden predisponer a la depresión. Entre ellos, hasta muy recientemente se ha indagado sobre los posibles vínculos entre haber sufrido violencia obstétrica y tener una depresión postparto. Dicha relación ha empezado a ser explorada y profundizada hasta fechas recientes y de manera predominante en estudios de corte epidemiológico y psicologizante.
Lourdes, Ucañay y Robert Contreras en 2022 realizaron una revisión de textos y detectaron que aproximadamente el 80% de los artículos que encontraron sobre el tema fueron escritos entre 2019 y 2022 “reflejando la vigencia de la temática y la ascendente necesidad de que el tema sea discutido a profundidad”. La institucionalización y creciente precisión de lo que significa y lo que incluye la violencia obstétrica quizá contribuya a estos nuevos cruces de problemáticas.
Brevemente, la violencia obstétrica se ha definido como un conjunto de prácticas físicas y psicológicas que degradan, intimidan y oprimen a las mujeres y personas gestantes, las adolescentes y las niñas en su salud reproductiva y particularmente durante el embarazo, el parto y el posparto.
Cruza profundamente con el género, las desigualdades de diverso tipo y la creciente medicalización y patologización del embarazo y parto. Por su parte la depresión postparto, es multifactorial y hay diferentes grados. Además de los síntomas específicos de la depresión se añaden otros como ansiedad extrema, sentimientos de culpa, fuertes cambios de humor, una desmesurada preocupación sobre la o el bebé. En algunos casos, incluso psicosis e ideación suicida.
Las violencias vividas por las mujeres durante el embarazo y el parto no son los únicos factores que desencadenan una depresión asociada con estos momentos y vivencias. Algunas otras causas para la depresión postparto son: antecedente de depresión, violencia de pareja, escolaridad, estado civil, no contar con el apoyo de la pareja.
Un texto publicado en 2022 con datos para España señala que una mayor prevalencia de riesgo a una depresión postparto también tiene relación con mujeres con varios partos, mujeres cuyos recién nacidos hubieran ingresado a unidades de cuidados intensivos, haber experimentado violencia obstétrica verbal o psico-afectiva.
Otras relaciones a incorporar en la investigación
Los vínculos de todo lo anterior con la edad de las mujeres, los cruces con la clase y el ser racializadas, así como en situación de migración prácticamente no se mencionan y ello sería fundamental introducirlo ya que sabemos cuánto afectan al trato que se recibe en los servicios de salud.
Para Brasil, Karina de Souza, Daphne Rattner y Muriel Gubert relacionan estas características y señalan de una manera muy precisa qué tipo de tratos recibieron las mujeres, los cuales pueden ser aprehendidos como violencias obstétricas y que tuvieron efectos en las mujeres, generándoles miedo, estrés, ansiedad. Lo que en algunos casos llevó a depresión.
En el estudio realizado en Brasil encontraron que había ciertas prácticas y procedimientos que guardaban relación, más o menos estrecha, con la depresión postparto: los sentimientos de pérdida de control y la falta de información precisa otorgada por el personal de salud; la percepción de que sus condiciones de salud no fueron suficientemente bien atendidas y de manera cuidadosa y respetuosa; la sumisión a procedimientos sin el consentimiento informado adecuado; el suministro de medicamentos contra el dolor que no les ayudaban a reducirlo; vivir experiencias humillantes; el miedo a la muerte de ellas y/o del bebé.
Muy importante en su estudio fue encontrar que diversos eventos estrechamente vinculados con el momento preciso del parto tenían relaciones con la depresión, aunque alertan sobre no establecer causalidades directas y estudiar bien qué otras circunstancias se encuentran impactando la experiencia. Dentro de dichos eventos mencionan el estrés durante el parto, los sentimientos de abandono y de frustración al tener una cesárea cuando se quería un parto vaginal.
También detectaron que un difícil acceso a servicios de salud, con apoyo adecuado, la búsqueda por una cama durante el proceso mismo del parto, las largas esperas, fenómenos que afectan de manera más intensa a las mujeres negras, indígenas y migrantes, afirman en su investigación, tuvieron también algún tipo de relación con procesos de depresión después del parto.
Una de las relaciones más fuertes entre indicadores y depresión postparto fue la violencia ejercida por los profesionales de salud, nos dicen estas autoras en su texto. Ello dio una asociación positiva alta con respecto a la depresión postparto.
El breve recorrido que aquí realizo es solamente una pequeña muestra de diversos elementos que tenemos que incorporar y dejar de representar a las mujeres como locas cuando se encuentran atravesando una depresión durante el embarazo o después del parto; dejar de considerar lo que viven de manera descontextualizada, como si hubieran llegado a esa situación, por algún extraño e incomprensible motivo, tal como muchas películas taquilleras suelen presentarlas.

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