Mi escrito para este espacio del mes pasado fue también sobre depresión posparto. Ahora quisiera explorar algunas apariciones recientes de la temática en otros lugares sociales que los abordados en ese texto, en donde me concentré en algunos datos extraídos de investigaciones académicas. Es importante rastrear la aparición de la temática en diversos soportes porque las personas nos alimentamos de sueños, mitos, fantasías, pesadillas, esperanzas además de datos precisos.

Abordar la depresión posparto no es tan común, pero sí se ha abordado en películas o novelas, si bien con menos frecuencia que otras temáticas. Sobre todo, en películas los abordajes son más bien escandalosos, espectaculares. Recientemente, sin embargo, algunos filmes que abordan la depresión postparto tratando de ser mesuradas, críticas y con un ángulo humano y de comprensión del tema han visto la luz en las pantallas.

Veremos lo reciente de las fechas de las películas y novelas. ¿Qué estará ocurriendo en los últimos años para que la temática en películas y literatura explore aspectos de la maternidad, de la salud mental asociada con procesos reproductivos, con la aventura de traer un nuevo ser al mundo?

Seguramente la apertura del mundo cinematográfico a mujeres directoras, guionistas, productoras, así como la exploración de subjetividades, maternidades y mundos femeninos en las novelas, tiene algo que ver.

¿Cómo se representa la depresión posparto en el cine?

Hay películas que abordan la depresión posparto de maneras superficiales y aterrorizantes como Baby Blues, de Lars Jacobson y Amar Kaleka (2008), basada en una historia real de una madre que sufrió psicosis posparto. Este tipo de guiones estigmatizan aún más a las mujeres que presentan síntomas similares, descontextualizando los procesos y experiencias.

También hay algunos intentos por abordar el tema de forma más compleja. Algunos ejemplos que se han podido ver en carteleras comerciales son: El extraño en mí, de Emily Atef (2008); Un respiro en la oscuridad (2021), de Amy Koppelman, a partir de su novela del mismo nombre publicada en 2003; Tully, de Jason Reitman (2018) y la muy reciente Die, my love de Lynne Ramsay (2025), a partir de la novela de la argentina Ariana Harwicz, Mátate amor (2012). En México, a partir de la novela de la mexicana Guadalupe Nettel, El matrimonio de los peces rojos (2013), Alexandra de la Mora realizó Dante y Soledad en 2023.

En las novelas de ficción y no ficción

Además de estas novelas que llegaron a la gran pantalla con adaptaciones más o menos exitosas, hay otras que abordan el tema. Emma Jane Unsworth publicó en 2022, Después de la Tormenta, una no-ficción en la cual narra su propia experiencia. Esther Ramírez Matos publicó en 2023 la novela La otra cara, justamente buscando darle visibilidad a la experiencia. Siendo psicóloga y terapeuta familiar y perinatal escuchó infinidad de testimonios y buscó llevarlos a la ficción para que se conozca y se hable más del tema:

Quería hacer visible lo que tantas veces acontece en tantos hogares y es tan poco comprendido, tan poco hablado y tan silenciado. Siento que es hora de que veamos que el dolor, la tristeza y la angustia pueden ser parte inherente de la vida y de los procesos del ciclo vital que nos acontecen. Si podemos entender que esto ocurre, podemos verlo y por tanto cambiarlo o proponer ayudas y soportes cuando es necesario. La salud mental de las madres ha sido por siglos silenciada porque interesaba divulgar un estereotipo de madre ideal siempre feliz y sin atisbo de vulnerabilidad.

Vemos de nuevo, ahora en otro tipo de narrativas y espacios sociales que se habla poco o no se habla de la depresión posparto, ni se aborda profundamente la salud mental asociada con procesos reproductivos y ello, en muy buena parte, debido a maneras de concebir los comportamientos de las mujeres asociados a la maternidad, deberes ser que establecen las correctas maneras de parir y de recibir a los recién nacidos. Maneras adecuadas, sin dudas y nubarrones.

Sin un “atisbo de vulnerabilidad”, como escribe Esther Ramírez Matos. La buena noticia es que la tendencia al silencio parece estar cambiando. Todavía son susurros, pero ya se escuchan.