La cultura institucionalizada ha sido poco relevante, ya que se le considera como “algo” que no reditúa una ganancia económica, y tampoco tiene un impacto en la sociedad. Hace algunos ayeres se decía y se etiquetaba el recurso asignado a la cultura a “fondo perdido”, es decir un recurso concebido para “perderse”, lo cual también se reflejaba en un recurso mínimo poco digno, ya que la cultura institucional solo “entretiene”, “ayuda a matar el tiempo” y “es banal”, entre otras acepciones.
Por otro lado, la cultura es consideraba un privilegio al cual solo pueden acceder ciertos sectores poblacionales como “intelectuales orgánicos” y la población de un estrato socioeconómico medio y alto, el cual goza de cierta autonomía y una economía desahogada, como diría el buen Antonio Gramsci, en sus escritos sobre “intelectuales, intelectuales orgánicos e intelectuales tradicionales”, texto que también nos refiere el papel de dicho sector en el ámbito social y político de un país.
Sin embargo, pese al desdibujamiento histórico de la cultura, nos queda claro que el papel de ésta es fundamental en la construcción de los países, su impacto dicho por Gramsci tiene que ver, no solo con un espectáculo momentáneo, sino con “la mezcla activa con la vida cotidiana.
La cultura construye, organiza, persuade y transforma realidades. De ahí, que la cultura en general, y en particular el de las representaciones teatrales contribuyen a la sensibilización, a visibilizar problemáticas y contextos, promueve el contacto y la confrontación con las emociones humanas versus sus contextos sociales y políticos, así también en algunos casos contribuyen a la prevención de las repeticiones sistemáticas de las diferentes formas de violencia hacia las mujeres.
En tal sentido, me di a la tarea de investigar sobre las propuestas teatrales encaminadas a la temática de las diversas violencias, las hay por fortuna, sin embargo, la difusión es mínima y las representaciones duran poco tiempo.
En mi búsqueda encontré obras referentes a los feminicidios como tal, a la violencia intrafamiliar, violencia de género, abuso sexual infantil, pero solo encontré una sola obra de teatro referente a las sobrevivientes de tentativa de feminicidio llamada Digna Rabia, la cual se estrenó en diciembre 2024 en Xalapa. Continuó el 24 de enero de 2025 en Oaxaca, luego en Mazunte, y regresan a Xalapa del 31 de enero al 2 de febrero en el Telón, finalizando el 7 de marzo en el teatro del estado.
Dicha obra está a cargo de Las Insumisas Colectivo Multidisciplinar, el cual tiene entre diversos objetivos el de sanar a través del arte, la producción corre a cargo de Karen Utrera, la propuesta escrita y dirigida por Sandra Eloisa Hernández y la actuación de Karem Manzur, quien en su monólogo de 55 minutos nos da un recorrido a tan impactante momento vivenciado.
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La obra técnicamente se despliega fusionando elementos performáticos y coreográficos, apoyándose de efectos multimedia con lo cual logran construir un universo escénico profundamente simbólico, la actuación cuenta con un escenario de 3.66 metros de largo por 3.36 metros de ancho, donde la protagonista interactúa con diversos objetos dispersos que evidencian un caos visual y emocional.
La protagonista narra los episodios que han marcado sus cicatrices, invitando a las y los espectadores a adentrarse en su proceso de transformación como “una metáfora del renacer, entendido no solo como un proceso de resignificación personal, sino como una lucha por la justicia y la dignidad” de las mujeres.
La obra nos lleva a conocer parte de ese mundo interno que vive una sobreviviente de tentativa de feminicidio, así como de la tortura institucional de la que son sujetas al no haber una formación con perspectiva de género, derechos humanos y de los diferentes tipos de violencia ejercida hacia las mujeres.
Una actuación que nos lleva a reflexionar: ¿Cómo hace una mujer sobreviviente de feminicidio para reescribir en su cuerpo nuevamente la pulsión de vida?, ¿cómo sobrevive a un mundo hostil que las juzga, estigmatiza y criminaliza?, ¿cómo hacen para volver a habitar en una sociedad que no está preparada para acompañarlas en este proceso tan desgarrador e indescriptible que vivieron?
Y ¿cómo volver a confiar en una sociedad patriarcal violenta que las siguen revictimizando a través de las instituciones de procuración de justicia, después de haber vivido la violencia extrema ejercida por un hombre que quiso quitarles la vida?
Los cómo son muchos pero afortunadamente, la trama va entretejiendo algunas formas que permiten a las sobrevivientes reconstruirse a sí mismas con el apoyo de las colectivas.
Finalmente, la cultura a través del teatro con perspectiva de género nos acerca a un tema muy fuerte, pero necesario de conocer, por ti, por mí y por una sociedad más sana. Digna Rabia le da un lugar a esa rabia necesaria, la cual se va transformando y sanando a través de un acompañamiento seguro, respetuoso y creativo, lo cual no quiere decir olvido, porque un evento de este tipo nunca se podrá olvidar, pero sí contribuye a transformar nuestra realidad de manera colectiva y con propuestas.