Después de tanta noticia escabrosa del fin e inicio de semana, donde Shakira llegó y salió del hospital por un cuadro de cansancio, lo cual nos hace pensar en qué también el cuerpo y la salud nos cobra factura si no lo cuidamos. A esto, se sumó la muerte de la mismísima Yolanda Montes “Tongolele” quién escandalizó en su tiempo a las buenas conciencias de México, a la par, se hablaba de la pérdida de otra mismísima, Paquita la del Barrio, ícono que evidenció a muchos inútiles que andan por la vida desresponsabilizándose de sus parejas e hijas-hijos.
Al mismo tiempo, fue impactante cuándo Alicia Villareal al término de su concierto en Zitácuaro-Michoacán, hizo “la señal universal de auxilio” para pedir ayuda por ser víctima de violencia de género, la cual, por los aspectos de violencia recurrentes e intento de ahorcamiento tendría que ser tipificado como tentativa de feminicidio. Otro caso, es el de Fátima quién sufrió acoso escolar por varios meses, y aun informándole a la escuela, ésta no procedió a cuidar su entorno, lo cual derivó en el aumento de violencia por parte de sus compañeros, quiénes prácticamente le quitan la vida al aventarla de un tercer piso.
El impacto no es que sea una artista, una niña, una escuela, un compañero de vida, sino que se abrió la cloaca de la violencia que siempre ha existido, y que las mujeres aprendieron por miedo a callar con una sonrisa, cuando sus cuerpos estaban lastimados por los golpes propinados por su pareja, también, se hicieron expertas en maquillar su rostro y decir “tranquilamente” la frase trillada de: “me pegué con la puerta”, “me pegué en la escalera” “me caí por distraída”, hechos que evidencian que la violencia forma parte de todos los ámbitos sociales, económicos y culturales. Dichos casos, nos muestran que nuestra sociedad e instituciones no están preparadas para resguardar y sostener de manera inmediata, a las mujeres y las niñas, no se hizo en un evento público y tampoco en la escuela.
Ahora bien, sin el ánimo de negar esta realidad tan impactante que vivimos y con la idea de ver al objeto total, como diría Melanie Klein, traigo a este contexto la función de la amistad en el entorno social. Klein deja de lado la teoría biologicista de que los genes definen a las personas, ella se centra en demostrar las relaciones objetales: “el sujeto se relaciona con el medio a partir de las sensaciones e impulsos que siente y proyecta sobre los objetos de su impulso. Las relaciones con dichos objetos generan huellas permanentes que marcarán la futura relación con otros, internalizándose las experiencias vividas y originándose en base a ellas la estructura psicológica del sujeto”, es decir la configuración psíquica de las personas no sólo tienen que ver con sus conflictos internos, también depende de su entorno a través del cual se construye y deconstruye. La información y el trato que reciba dicha persona será algo que proyecte en sus relaciones personales, dicho de una manera muy simple y mecánica, en la realidad es algo más complejo.
Justo en este punto, el tema de la amistad cobra importancia, para algunes, puede parecer banal, una pérdida de tiempo, un espacio para enfiestarse y/o huir de la soledad. Sin embargo, el entorno de las amistades pueden ser pequeñas islas en nuestra vida cotidiana dónde podemos encontrar además de lo anterior una fuente de aprendizajes en todo sentido en el cual se pone en juego la historia personal, familiar, íntima, y de compañerismo, lo cual nos lleva a “compartir el pan” según la traducción del latín companius y compartir la vida agregaría yo.
La amistad implica entre varias cosas el desarrollo de algunas habilidades y el trabajo de nuestras emociones como la disposición, la confianza, la confrontación, las ansiedades de separación, la envidia, el ego, el amor, la tolerancia a la frustración, la comunicación y la negociación, entre otras, lo cual tiene que ver con el acto de socializar, convirtiéndose en un acto heroico en estos tiempos de violencia, desconfianza, confrontación y polaridad. Nietzsche cuestionaba en torno a la amistad: “¿Eres un esclavo? Entonces no puedes ser amigo; ¿Eres un tirano? Entonces no puedes tener amigos”, él consideraba la amistad como una alianza entre pares donde existe un reconocimiento reciproco, en el cual existe la posibilidad de crecer como persona y humanidad.
Sin el ánimo de romantizar la amistad y satanizar nuestros entornos diré que estas islas nos permiten caminar con aquellas personas que decidimos compartir la vida, experimentar, crecer, discutir, crear redes, acompañarnos, aconsejarnos, volvernos madres y/o hermanas al escucharnos, sostenernos, confrontarnos, reafirmarnos, teniendo a nuestro alrededor objetos buenos que permitan interiorizar y proyectar aquello que recibo, y eso solo se puede hacer en un espacio cuidado, privado y de respeto, algo que se han dejado de lado en nuestro entorno social e institucional. La amistad entonces no es una pérdida de tiempo, una extravagancia, es un acto político que nos permite la construcción y deconstrucción de los modelos de vida aprendidos.