Conocí a Melina Amao en el Diplomado sobre “Género y Feminismos” en El Colegio de Jalisco, en este caso, las dos como estudiantes de este espacio que resultó tan formativo para quienes lo cursamos.

Melina, una gran experta en distintas cuestiones sobre género, nos permitía aprender sobre todo lo que ella ya sabía al respecto. Aprendíamos de ella no sólo por su gran manejo de las teorías de género y feminismo, sino porque su propia forma de ser, de hablar, de dirigirse a todas las personas que compartimos ese espacio, de escucharnos, de dialogar daba cuenta de que ella encarnaba ya una política afectiva para hacer género de maneras más justas y dignas en la vida de todos los días. 

Por eso, en nuestra generación del Diplomado, elegimos a Melina para que diera en nombre de todas nosotras unas palabras en la clausura de este espacio formativo. Y no nos equivocamos en nuestra elección: Melina, con su solidaridad y sororidad de siempre, con su capacidad y disposición de escucha, con su calidez, ternura y rabia feminista logró incorporar muchas de nuestras voces diversas en su discurso de clausura, de construir un nosotras discursivo que hablara a través de su voz y de sus palabras.

De dar cuenta, justamente, que sus palabras no eran suyas, sino que eran de todas nosotras. Y de nuevo, Melina nos enseñó que el género y los feminismos diversos son políticas cotidianas que se encarnan; y que debemos y podemos llevar a todos los rincones de nuestras vidas individuales y colectivas para hacer vidas más justas y más vivibles. Por eso, el día de hoy quiero compartirles algunas reflexiones que Melina ha hecho sobre las narrativas anti-feministas y anti-género, para que ustedes también disfruten de sus saberes, sus análisis y su generosidad epistémica.

La policía del género: narrativas anti-feministas y anti-género

Por Melina Amao Ceniceros

En los años recientes hemos visto un despunte de productos culturales, discursos y reformas que insisten —desde una mirada binaria— en situarnos a las mujeres en “nuestro lugar natural” y en borrarnos o recluirnos en el clóset a las personas LGBTIQ+, también concebido —desde la perspectiva hegemónica— como nuestro “lugar natural”.

Ejemplos de ello a escala cultura de masas son tendencias como las Trad Wife (apócope de Traditional Wife = esposas tradicionales), o las viralizadas declaraciones machistas (¿coaching?) de El Chicharito, además de un sinfín de podcasts que promueven los “valores” incel.

Pero a escala institucional (es decir, disposiciones gubernamentales que utilizan presupuesto público) tenemos ejemplos globales en los gobiernos de Trump, Milei, Bukele… que se pronuncian en contra de la perspectiva de género, del lenguaje incluyente, del reconocimiento de la identidad de las personas trans, de la enseñanza de las teorías de género, queer y feministas en los espacios académicos.

Estamos frente a una avanzada conservadora afianzada en narrativas anti-feministas y anti-género que busca (y lo peor es que sí lo logra) echar para atrás los logros en materia de derechos de las mujeres y de la población LGBTIQ+.

Y aquí llegamos a la policía del género, concepto con el que se alude a la vigilancia que se tiene sobre el género de todas las personas (vigilancia sobre su corporalidad, identidad, estética y comportamiento) para verificar si corresponde o no a lo esperado.

Dado que el género es normativo, no sólo impone normas —o requisitos para demostrar normalidad de feminidad o de masculinidad— sino que además aplica sanciones a quienes quebrantan dichas normas.

Las trad wife son un manual de “la buena mujer”: heterosexual, cisgénero, doméstica, maternal; el coaching de "El Chicharito" es un recordatorio de la vigencia de los imaginarios de la superioridad masculina; y los podcasts incel pues pretenden colocar a los célibes involuntarios como las víctimas del feminismo, ese movimiento maléfico que históricamente ha girado en torno al odiar a los hombres (léase con ironía, por favor). Tres ejemplos de tendencias que buscan reivindicar los roles de género negando las luchas emancipatorias de las mujeres.

Y ni qué decir de la propuesta de Milei para eliminar la figura jurídica del feminicidio del código argentino por considerarlo en contra de la igualdad entre hombres y mujeres. O de todas las políticas transfóbicas de Trump que han afectado además a personas cisgénero.  Aquí ya estamos en el terreno del ejercicio de poder fáctico llevado a cabo por el Estado en contra de las mujeres y de las identidades LGBTIQ+.

La policía del género tiene la función de vigilar y de resguardar el orden social observando las conductas de las personas y sancionando a quienes “infrinjan” las normas de género vigentes en cada cultura, según “la coherencia” entre corporalidad y comportamiento. De tal forma que cualquier persona se puede convertir en la policía del género y castigar a quien considere que merece ser devuelto a “su lugar”.

Pensar el género como una política de vigilancia corporal es apuntar a su carácter estructurador de subjetividades e instituciones. Es no olvidar su dimensión regulatoria, y es reconocer que vivimos en una sociedad generizada, en cuya construcción de sentido se jerarquiza a los cuerpos y a las identidades, no sólo discursivamente sino materialmente: delineando las posibilidades de existencia al constreñir libertades.

Pero la “avanzada” (que en realidad es un retroceso en términos sociales) de las narrativas anti-feministas y anti-género no han tomado en cuenta que una importante porción de la sociedad está informada, organizada y politizada, y que si algo han hecho las mujeres y las comunidades LGBTIQ+ a lo largo de la historia es resistir, luchar y transformar. Así que mientras unos moralizan, otrxs despatriarcalizan.

*Sobre las autoras:

Melina Amao Ceniceros

Es doctora en Estudios Culturales. Profesora investigadora de la Facultad de Artes Tijuana, en la Universidad Autónoma de Baja California. Sus líneas de investigación son espacio, género y poder. Participa en la Red Internacional de Sociología de las Sensibilidades, y en la Red Nacional de Personas Científicas de la Diversidad Sexogenérica. 

Angélica Dávila Landa

Doctoranda en Antropología en el CIESAS-Ciudad de México, maestra en Sociología Política por el Instituto Mora y licenciada en Estudios Latinoamericanos por la UNAM. Co-coordinadora con la Dra. Itzel Mayans del Seminario de Investigación “Sociología Política de los Cuidados” en el Instituto Mora. Colabora con diferentes mujeres cuidadoras y colectivas en la construcción de condiciones más justas para dar y recibir cuidados. 

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