Como escribió Alison Bartlett en su libro Breastwork: rethink breastfeeding, la lactancia es un acto performativo. Esto significa que existe cuando se practica y, como su práctica requiere del tiempo y el cuerpo de las mujeres, resulta inevitable situar el tema dentro del enfoque de los feminismos y, específicamente, hablar desde la perspectiva del autocuidado cuando nos referimos a la lactancia materna.
La recomendación de la OMS y del UNICEF es que se ofrezca leche materna de manera exclusiva durante los primeros seis meses de vida y, posteriormente, se combine con una alimentación nutricionalmente adecuada hasta, por lo menos, los dos años de edad de la infante.
Además, se sugiere que durante los primeros seis meses no se mezcle la leche materna con ningún tipo de líquido, se ofrezca a libre demanda y se evite el uso de biberones o chupones. Seguir estas indicaciones, en teoría, asegura que niñas y niños tengan la nutrición e hidratación necesarias para su desarrollo, se prevengan infecciones, obesidad, diabetes, y se reduzca el riesgo de mortalidad infantil, por mencionar algunos beneficios.
También se supone que las recomendaciones internacionales sobre lactancia materna, además de conllevar beneficios para las infancias, resultan en mejoras para la economía familiar pues se reducen los gastos médicos así como los gastos en la compra de mamilas, esterilizadores, entre otros, para alimentar a las y los bebés. Lo anterior, hace a la lactancia materna el alimento más sostenible que se le puede ofrecer a las infancias de acuerdo con dichas organizaciones internacionales. Sin embargo, ni la sostenibilidad de la práctica ni su producción biológica significan que la lactancia materna no tenga un costo para las mujeres que la realizan.
De manera intuitiva se puede sugerir que la lactancia es gratuita, pero en un análisis a profundidad se puede revelar que lo es únicamente para las mujeres que tienen tiempo y oportunidad de estar con sus hijas e hijos de manera ininterrumpida durante sus primeros seis meses de vida.
Aún dentro de este grupo que puede ofrecer leche a libre demanda, la lactancia no tiene un costo económico sólo para aquellas mujeres que no requieren una asesoría en lactancia pues tienen el conocimiento o los medios para acceder a la información sobre cómo amamantar, cómo evitar el dolor, cómo superar la percepción de que su leche es insuficiente para cubrir las necesidades alimentarias de sus hijos e hijas, entremuchas otras barreras que se presentan ante la práctica de la lactancia materna.
Lo anterior es revelador del hecho de que la lactancia es una práctica que se inscribe dentro de un sistema tanto de privilegios como de desigualdades. El privilegio de asumir que el tiempo de las mujeres no representa ningún costo; el privilegio de contar con la información y el acceso a los servicios de salud amigables no sólo con la lactancia materna sino con el apoyo que requiere cubrir las múltiples necesidades que tienen las madres al lactar y, finalmente, el privilegio de tener prestaciones laborales que permitan compaginar los trabajos remunerados con las recomendaciones internacionales de dedicar una cantidad muy considerable de tiempo para las hijas e hijos durante, por lo menos, seis meses. Para todas las madres que no tienen estos privilegios, hay costos económicos, emocionales y de tiempo que muchas veces quedan ocultos en la idealización de la lactancia como la mejor práctica alimenticia, lo cual invisibiliza las condicionantes sociales de las mujeres lactantes, muchas de las cuales, reproducen desigualdades sociales entre mujeres y entre mujeres y hombres.
Uno de los costos económicos más importantes son los que se derivan de las leyes laborales mexicanas, las cuales, en el mejor de los casos, otorgan diez semanas de licencia de maternidad a las madres que dieron a luz. Ello corresponde a dos meses y medio de los seis meses recomendados de lactancia materna exclusiva.
Para fomentar la lactancia, la Ley Federal del Trabajo dispone de dos descansos de media hora o de la reducción de una hora el horario laboral hasta los seis meses después de dar a luz. Lo anterior, supone que las madres que decidan mantener la lactancia adquieran sacaleches, mamilas o bolsas para almacenar la leche que se extraen, equipo para esterilizar estos artículos, entre otras.
Por otro lado, y como menciona Aubrey Hirsch, el costo en tiempo y el incremento al trabajo de cuidados es significativo. En México, las mujeres dedican más del doble de tiempo que los hombres a los trabajos del hogar no remunerados, de acuerdo con la ENSANUT 2019, dentro de este tipo de trabajo no remunerado se encuentra la lactancia materna. De acuerdo con el Hartmann Human Lactation Research Group, las y los bebés alimentados con leche materna reciben entre cuatro y trece tomas al día, las cuales pueden durar entre 12 minutos y una hora. Es decir, se pueden invertir entre 48 minutos a 13 horas diarias practicando la lactancia materna, por lo que la lactancia puede ser considerada un trabajo de tiempo completo para el cual no hay prestaciones ni económicas ni materiales adecuadas para llevarlo a cabo.
Asimismo, hay mujeres que, por condiciones médicas, ya sean propias o de sus hijas o hijos, no pueden lactar; hay mujeres y hombres que adoptan bebés y no hay producción de leche materna de manera natural y hay mujeres que deciden no amamantar. Para estos casos, es difícil encontrar recomendaciones oficiales sobre las mejores prácticas alimenticias, lo que las deja a merced de la publicidad de las fórmulas que buscan substituir a la lactancia materna en lugar de contar con la asesoría pediátrica especializada que pudiese mejorar la calidad de la alimentación de los infantes que están en estas circunstancias. Y hay que decir además que, las mujeres que ofrecen parcial o exclusivamente fórmulas a sus hijas e hijos se enfrentan, con frecuencia, al estigma de no lactar, ya sea tanto por razones personales como por no encontrar el apoyo necesario para desarrollar esta actividad de forma apropiada.
Desafortunadamente, las leyes y las ideas que sostienen el fomento de la lactancia materna no se oponen a las inequidades y jerarquías sociales y tampoco combaten las desigualdades de género. Al contrario, al no considerar las múltiples realidades de las mujeres, laspueden llegar a perpetuar. Apoyar la lactancia materna desde los feminismos significaría no sólo enfocarse en la práctica de la lactancia sino también en asegurar las libertades de las mujeres para tomar decisiones sobre su cuerpo así como garantizar la provisión de bienes y servicios públicos que sean accesibles a todas las mujeres que deciden lactar.
Especialmente, es fundamental que, tanto los organismos internacionales como el Estado, preocupados en fomentar la práctica de la lactancia materna y el bienstar de las futuras generaciones, contribuyan a generar una reflexión profunda y detenida acerca de qué modelo de familia es la adecuada para fomentar la lactancia materna, entendida como una actividad que ha recaído tradicionalmente y, casi de manera exclusiva, sobre los hombros de las mujeres.
Si queremos hacer compatible el derecho de los niños y niñas a recibir una nutrición de calidad con los intereses de las mujeres y con respetar su autonomía, su agencia económica y su bienstar físico y emocional, es indispensable repensar sobre qué modelos de organización social, familiar y laboral son los que efectivamente permiten la distribución equitativa tanto de las labores domésticas y de cuidados entre hombres y mujeres como su pariticpación económica y profesional, garantizando en ambos casos, su derecho a participar de las labores de cuidados y en el bienestar de sus hijas e hijos como en las condiciones que hagan posible el autocuidado.
Las mujeres, a pesar de ser a quienes tradicionalmente se nos asocia a las labores de cuidados y a las actividades domésticas, debemos de contar también con las condiciones idóneas en las que podamos tener tiempo de descanso, esparcimiento y ocio. Promover la lactancia materna a libre demanda sin, a la vez, generar las condiciones económicas, emocionales y familiares propicias para ello, contribuye a reforzar la dimensión de la pobreza del tiempo que es tan común en quienes acaban de dar a luz.
Erandeni Novelo García fue coautora de este texto. Erandeni es Licenciada en Relaciones Internacionales por el Tecnológico de Monterrey y maestrante en Cooperación Internacional para el Desarrollo en el Instituto Mora con la tesis Cooperación Internacional para el Desarrollo en materia de lactancia materna en México: aproximaciones desde la Gobernanza y el análisis de los cuidados.