La idea de celebrar el Día del padre nació en el año 1910, cuando Sonora Smart Dodd, inspirada por el Día de la Madre, quiso crear una festividad similar para honrar a su padre, William Jackson Smart, un veterano de la guerra civil que había criado a sus seis hijos sólo, después de la muerte de su esposa. La primera celebración oficial tuvo lugar el 19 de junio de 1910 en Spokane, Washington. De ahí, se extendió a distintos países.
En México,el Día del padre se celebra el tercer domingo del mes de junio desde la década de los cincuenta. Desde entonces hasta hoy, la figura de la paternidad en nuestro país ha ido transformándose, de la mano de los roles de género. Durante décadas, el estereotipo de la “buena madre” se relaciona a una mujer cuidadora, pendiente del hogar. Mientras que a los “buenos padres” se les evalúa por su capacidad como proovedores de recursos, ausentes por el trabajo y desconectados emocionalmente del cuidado y la crianza.
Actualmente tanto hombres como mujeres se hacen cargo de la crianza, el cuidado y la “jefatura” del hogar, lo que sea que eso signifique. Aún así, estamos frente a un largo camino para que logremos tener crianzas equitativas y paternidades no ausentes.
A propósito de la fecha, en la Editorial de esta semana queremos nombrar algunos de los avances y pendientes que existen en México para alcanzar paternidades responsables, donde la carga de las labores de cuidado y domésticas sea repartida de forma equitativa y cuidadosa, reconociendo el trabajo que hacen las mujeres en el hogar y la crianza, y erradicando la figura del padre ausente, emocional y físicamente, del imaginario común. Queremos maternidades deseadas y gozosas, pero también paternidades deseadas y gozosas, que rechacen la violencia patriarcal dentro y fuera de casa.
El “chiste” del papá que sale a la tienda por cigarros y no regresa es un relato tragicómico que en realidad esconde un abandono que se ha normalizado en la sociedad mexicana. Una herida que atraviesa la vida de quienes la padecen. De acuerdo con el Inegi, 18% de los hogares en México se conforman por una mujer que vive solamente con sus hijos, es decir, que son hogares en donde está ausente la figura paterna.
La realidad es que para tener paternidades comprometidas se necesita de un cambio estructural en la sociedad patriarcal en la que vivimos, empezando por que el Estado se responsabilice y tome acciones en beneficio de la corresponsabilidad en la crianza y a favor de los derechos de las infancias. Los niños y niñas tienen derecho a crecer en entornos sanos y seguros, con cuidados y afecto que les permita el desarrollo pleno de su personalidad.
Los esfuerzos por desarrollar un marco normativo en el que se reconozcan los derechos de las infancias y las obligaciones de los padres han venido principalmente de las madres. Por ejemplo, en marzo de 2023, el Congreso del país aprobó la creación del Registro Nacional de Deudores Alimentarios como parte de la iniciativa de la Ley Sabina, la cual obliga a los deudores alimentarios a que cumplan con su responsabilidad y otorguen las pensiones alimentarias a sus hijos e hijas.
Por supuesto que queremos que deje de haber deudores alimentarios, cada progenitor debe asumir la responsabilidad jurídica y económica que le corresponde. Pero no sólo eso, queremos políticas de conciliación y sensibilización que promuevan paternidades verdaderamente presentes. Sin embargo, el sistema judicial mexicano también enfrenta grandes desafíos, por un lado, la falta de propuestas sobre permisos amplios y equitativos de crianza para madres y padres así como la ausencia de mecanismos para hacer cumplir las normativas sobre pensiones alimentarias. Las madres que buscan ejercer sus derechos a menudo encuentran obstáculos burocráticos y legales, lo que prolonga el proceso y aumenta la carga emocional y financiera.
Los datos señalan que crecer sin una figura paterna -que no necesariamente es lo mismo que la ausencia de un padre- se asocia con afectaciones socioemocionales, menores niveles de escolaridad y mayores niveles de embarazo adolescente, como señala el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO). Tanto niños como niñas requieren diversos modelos de masculinidad que les acompañen en su desarrollo.
Violencia vicaria, las víctimas son las infancias
En años recientes, a partir del incremento en la visibilidad de estos casos, hemos comenzado a hablar sobre violencia vicaria. La violencia vicaria es cuando se violenta a una persona con la finalidad de causarle daño a otra; en entornos de violencia familiar sucede muchas veces, y es mayoritariamente ejercida por padres que violentan en diferente medida a sus hijos e hijas, - desde la manipulación emocional y psicológica hasta el daño físico- buscando dañar a las madres de éstos. Cuando hablamos de violencia vicaria, no debemos olvidar que las víctimas primordiales son, siempre, las infancias violentadas. Reconocerla y nombrarla es necesario para reconocer cómo el sistema invisibiliza la individualidad de los niños y niñas, asignándoles una categoría de posesión de los padres, lo que los hace vulnerables a ser violentados.
Paternidades presentes, maternidades acompañadas
Otro de los grandes retos en nuestro país son las licencias de maternidad, paternidad y crianza. Actualmente, la Ley Federal del Trabajo establece desde hace apenas unos años un periodo de licencia de maternidad de 12 semanas, muy por debajo de los seis meses sugeridos por UNICEF y una licencia de paternidad de solo cinco días laborables. Este tiempo es completamente insuficiente para que los padres puedan participar activamente en el cuidado de sus hijos recién nacidos y en el apoyo a las madres durante el postparto. Diversos estudios han demostrado el importante papel que tiene la equiparación de licencias de maternidad y paternidad en avanzar la igualdad de género, fortalecer la independencia económica de las mujeres, y fomentar la participación activa de los padres en la crianza de los hijos e hijas, beneficiando el desarrollo de éstos.
Ampliar y equiparar las licencias de crianza y cuidados sería un primer paso importante para fomentar la igualdad de género además de ser un punto crucial para promover un cambio cultural que valore y apoye la paternidad responsable. Es necesario tejer y construir nuevas masculinidades para los hombres que están dispuestos a transformar las formas en las que se conciben así mismos como hombres y también como padres.
Nuestro país también necesita fortalecer los mecanismos legales y judiciales para asegurar que se cumplan las pensiones alimentarias y el reconocimiento de los elementos sistémicos que dan pie a la violencia vicaria, indispensables para proteger los derechos de los niños y las madres.
Celebramos las paternidades que comparten y construyen crianzas equitativas; que fomentan las condiciones igualitarias entre la familia; paternidades involucradas emocionalmente en el cuidado, también emocional, de sus hijos, hijas e hijes.
Reconocemos a las paternidades que crían en colectivo y en soledad, reconfigurando lo que significa ser padre. Pero también a los hombres que re imaginan su masculinidad desde los cuidados, desde ser espacios de afecto para las criaturas de su entorno; a los amigos que cuidan a les hijes de sus amigas y exigen paternidades responsables a sus amigos, a los tíos que juegan con sus sobrinas y enseñan a sus sobrinos a ser hombres que juegan, que cuidan y que quieren bonito. Queremos un día del padre que sea un día sin ausencias, sin violencias, queremos paternidades deseadas, comprometidas y gozosas.