En esta segunda entrega me propongo seguir reconstruyendo las voces de las defensoras del territorio y lideresas comunitarias que participaron en el Foro Mujeres en acción frente a la crisis climática: hacia la construcción de una agenda legislativa, evento realizado en junio en la Cámara de Diputados con el apoyo de Engenera A.C y la Comisión de Cambio Climático del Congreso.
En este espacio, la ingeniera ambiental, trabajadora comunitaria e intérprete de lengua indígena Rosario Gutiérrez Estrada —originaria de Tila (Chiapas)— comenzó su intervención compartiendo unas palabras en su lengua originaria, y narró que en su comunidad la llaman “perra”, porque es lo que ha tenido que ser para defender a su territorio y a sus mujeres.
Sus palabras fueron tejidas con el permiso de sus compañeras quienes, en consulta, decidieron lo que Rosario compartiría en este Foro. Desde su organización Lakchu´ A.C, las mujeres (que históricamente se han organizado siempre) han sostenido el territorio en un contexto de arraigado machismo.
Un importante ejemplo fue la respuesta ante los huracanes ETA e IOTA en noviembre de 2020, momento en el que las mujeres lideraron los procesos de reconstrucción y cuidado. Adicionalmente, se ha resistido a la crisis climática, pero también a la invisibilización y el patriarcado a través de la educación ambiental en lengua chol y de actividades y fiestas comunitarias que les permiten apapacharse mutuamente.
Su participación cerró contundentemente reclamando mayor capacitación en políticas públicas con perspectiva de género e intercultural, así como herramientas para informar en las lenguas originarias, espacios dignos para trabajar, reunirse y refugiarse; un respaldo federal para incluir a la mujer en el ejido y, finalmente, empatía y respeto por las prácticas de las mujeres que cuidan la tierra.
Posteriormente tomó la voz Arnulfa Tomás Martínez; mujer indígena de Xilitla (San Luis Potosí), traductora, educadora popular y autoridad indígena comunitaria, quien abrió su participación con un saludo en Náhuatl y el siguiente mensaje:
“Si me callas, me hago muda; si me ignoras, me hago invisible; si me escuchas, me haces fuerte”.
Señaló los efectos del cambio climático sobre las mujeres y las comunidades como la contaminación del agua, la reducción de la producción agrícola, el aumento de los precios, la pérdida de la biodiversidad y el desplazamiento forzado.
Como respuesta, Arnulfa propuso una mayor participación política de las mujeres para contribuir a atacar la raíz de los problemas. Igualmente, exigió medicamentos para las clínicas, reforestación de los bosques, proyectos para rescatar comidas tradicionales y apoyo para asociaciones civiles a través de convenios entre éstas y los gobiernos y de apoyo económico a las y los líderes comunitarios porque son quienes conocen mejor a sus comunidades.
Finalmente, Reyna Domínguez Yescas tomó la palabra. Esta mujer indígena zapoteca, bióloga y coordinadora académica del proyecto “Cocina colaboratorio”, fue portavoz de una experiencia que reúne en Santo Domingo Tomaltepec, Oaxaca, a agricultores, cocineras, académicas/os alrededor de la cocina para “redirigir los sistemas alimentarios a sistemas más justos y sustentables”.
En 2024 la sequía en este territorio se acentuó y produjo una crisis agrícola, ganadera y de suministro de agua. La respuesta de la comunidad fue la creación de dos Cumbres del Agua con el apoyo de un programa público en donde caminaron su propio territorio y compartieron sus preocupaciones.
A partir de un proyecto PRONACE (2022-2024), se creó luego el programa de Cocina Colaboratorio, y cuando la financiación se terminó, las mujeres continuaron con la acción trabajando la tierra, recuperando los suelos e involucrando a niños y jóvenes. También se está promoviendo el cultivo y la comercialización de especies resistentes a la sequía para comprar herramientas y seguir trabajando la tierra, así como la construcción de sistemas de captación y almacenamiento de agua.
Las experiencias compartidas por Rosario Gutiérrez Estrada, Arnulfa Tomás Martínez y Reyna Domínguez Yescas dan cuenta de una forma de hacer justicia climática desde abajo, anclada en los saberes, lenguas, prácticas y afectividades de mujeres indígenas y rurales que no sólo resisten los efectos de la crisis climática, sino también las múltiples violencias que históricamente han buscado silenciarlas. Como recordaba Beatriz Olivera, directora de Engenera A.C en el Foro “Es importante que nos escuchen, y que no vengan a hablar las personas privilegiadas por nosotras; que hablemos nosotras”.
Frente a políticas climáticas diseñadas desde las ciudades o desde instituciones ajenas a los territorios, estas voces reclaman reconocimiento, interlocución y respeto por las formas locales de cuidado, organización y conocimiento.
Sus testimonios revelan que la justicia climática no puede lograrse sin un giro epistémico y político que permita escuchar con atención radical a las mujeres quienes, desde sus comunidades, están construyendo alternativas concretas y sostenibles. No se trata, pues, de incluirlas en modelos predefinidos, sino de partir de sus prácticas para repensar qué significa verdaderamente enfrentar la crisis climática con una justicia feminista, intergeneracional e intercultural.