En junio tuve la oportunidad de asistir al Foro Mujeres en Acción frente a la crisis climática: hacia la construcción de una agenda legislativa. Este evento fue promovido por Engenera A.C y cobijado en la Cámara de Diputados por Alejandra Chedraui, presidenta de la Comisión de Cambio Climático en el Congreso. Se trató de una valiosa oportunidad para conocer lo que las mujeres están haciendo desde sus territorios para alcanzar la justicia climática, y para constatar que la crisis climática afecta de manera más despiadada a las mujeres, especialmente aquellas en condiciones de exclusión social, pobreza y ruralidad.

En la primera parte del Foro se escucharon las voces de organizaciones y entidades públicas vinculadas con la discusión de la crisis climática, como el World Resource Institute en México, el Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático, la Secretaría del Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible del Estado de México, el Partido Verde Ecologista de México, y la Empresa Essity. 

Sin embargo, en esta escritura —dividida en dos entregas— me gustaría replicar los poderosos mensajes de las mujeres defensoras y lideresas comunitarias que participaron en la segunda parte del evento, puesto que hay una asimetría en los canales de difusión de comunicación de estos dos grupos.

Mientras que el primer grupo (instituciones públicas, empresas y organizaciones internacionales) cuenta con recursos materiales y simbólicos para producir información sistemática y darla a conocer a la opinión pública, las comunidades rurales campesinas e indígenas no cuentan con las mismas plataformas. 

Desde esta trinchera espero contribuir a esta otra difusión, no sin antes reconocer que, a pesar de la asimetría de recursos, las comunidades producen una gran variedad de canales de comunicación (radios comunitarias, cine colectivo, producción audiovisual local) y generan conocimiento ambiental, social y político que debería ser reconocido y respaldado con el presupuesto público.

Un ejemplo de ello es el reportaje del Foro realizado por la comunicadora Yolotzin Zamora, para la radio comunitaria Radio Tsinaka, y que puede encontrarse en el siguiente enlace: https://go.ivoox.com/rf/151243945 

Rescato a continuación algunas ideas puestas por estas lideresas que contribuyen a construir colectivamente un horizonte de justicia climática. La primera participación fue de Diana Cruz Garduño, mujer mazahua, activista, educadora menstrual popular, quien desde su experiencia situada en Palizada (Estado de México) nos invitó a entender la crisis climática como un llamado no sólo a mirar las grandes catástrofes, sino a entender el territorio que habitamos.

Poner la mirada, por ejemplo, en la agricultura de temporada o en las semillas que usamos —es decir, en las prácticas cotidianas— invita a no normalizar el daño que causamos a la naturaleza y a pensar en cómo sostener el territorio.

Diana señaló, igualmente, que hace falta pensar la crisis de manera compleja, pues está ausente un enfoque de género, un enfoque intergeneracional y un enfoque intercultural que sea antirracista y decolonial. Lo que se ha hecho desde Ke'gua Rerichejui A.C. y el espacio Bruja bordadora e incendiaria ha sido reconocer los derechos de las mujeres y los pueblos, así como las memorias de saberes y prácticas ancestrales, y los espacios de escucha.

Su intervención cerró con el siguiente manifiesto: “Nos negamos a que cuerpas territorias sigan siendo vistas sólo para su explotación y consumo. No sólo somos víctimas sino generadoras de propuestas, de alternativas y de esperanza”.

La participación de Yolotzin Zamora, mujer Masehual originaria de Cuetzalan (Puebla), comunicadora y defensora del territorio, comenzó con la advertencia de que no quería traer cifras sino vivencias acerca de lo que les duele, pero también de cómo han sanado y sostenido su territorio. Desde prácticas como la meliponicultura (como forma de dar amor a aquellos seres que polinizan la vida) hasta el periodismo comunitario, las mujeres en Cuetzalan cuidan y construyen otros mundos para habitar la crisis.

Porque cocinar, criar a las infancias, o transmitir la lengua para contar las historias desde las palabras propias es también una forma de resistir, es una forma de crear otras imágenes y sonidos que ayuden a sanar.

Finalmente, Yolotzin hace un llamado a no tomar decisiones con prisa y desde afuera, con consultas reducidas a procedimientos burocráticos. Afirma que “decidir sobre el territorio es construir acuerdos de respeto, desde el tiempo colectivo, desde la escucha profunda”. Si escucháramos de esta forma, podríamos reconocer los saberes de las comunidades, sus reglamentos y normas para cuidar el territorio.

En ese sentido, lo que estas comunidades están pidiendo frente al poder legislativo es el reconocimiento de estas prácticas y no la imposición de marcos legales desarraigados y ahistóricos, así como un presupuesto que no las excluya. Y están pidiendo también que reconozcamos que es tiempo de compartir los cuidados, las decisiones y las responsabilidades.

Las intervenciones de Diana y Yolotzin ofrecen una comprensión situada y radicalmente distinta de la justicia climática, anclada en los saberes, memorias y prácticas cotidianas de las mujeres indígenas y campesinas. Frente a las respuestas tecnocráticas e institucionales, sus voces articulan una crítica profunda a la exclusión epistémica, denunciando la ausencia de enfoques de género, intergeneracionales y antirracistas en las políticas climáticas, al tiempo que proponen formas comunitarias de cuidado, decisión y resistencia.

Esta primera entrega, al recuperar y amplificar sus testimonios, espera contribuir a descentrar la mirada hegemónica y posiciona la justicia climática como una disputa por el reconocimiento, la redistribución y la reapropiación del territorio, el lenguaje y los afectos desde abajo.