Paternar puede advenir desde una decisión. Ya sea como padres, abuelos, parejas, tíos, docentes o tutores, podemos elegir cuidar, acompañar y estar presentes en la crianza desde múltiples posiciones relacionales.

La ausencia del progenitor masculino en mi familia data de tres generaciones. Mi bisabuela fue jefa de un hogar monoparental en el que difícilmente sacaban para el sustento diario. Su hijo menor, mi abuelo, decidió que no iba a usar el apellido de su ausente progenitor, sino el de su madre, presente y cuidadora. Mi abuelo invirtió sus dos apellidos, quedando el Sánchez como primero, cuestión que sorteó la débil burocracia de la época y se plasmó en todos sus documentos.

En México, ésta es una configuración familiar frecuente. Las mujeres son reconocidas como jefas del hogar en 33 de cada 100 hogares, tendencia que aumentó 8% entre 2010 y 2020 , de acuerdo con el Censo de Población y Vivienda del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi). Por un lado, los hogares monoparentales son el segundo tipo de familia más común y, dentro de estos, en 8 de cada 10 figura la jefatura femenina.

Por otro lado, tres de cada cuatro infancias en hogares monoparentales no reciben pensión alimenticia. 67.5% de las jefas de hogar enfrentan la irresponsabilidad de los progenitores varones sobre esta obligación. Este fue el caso que tuvo que enfrentar mi madre ante la total ausencia de mi progenitor masculino. A raíz de ello, yo heredé ambos apellidos de mi madre, recibiendo aquel Sánchez que otrora, se antepuso por elección.

Si bien existen excepciones a esta situación de abandono y descuido paterno, se trata de un fenómeno presente y por demás frecuente. Esta falta se manifiesta tanto en el plano económico, afectivo como en la distribución injusta del trabajo de cuidados.

La falsa dicotomía entre proveer y cuidar

Muchas veces, se argumenta que la masculinidad como mandato nos encajona a los varones en el tradicional rol del proveedor. Al dicotomizar el trabajo remunerado en la esfera pública y el trabajo no remunerado en la esfera doméstica, se están reproduciendo desigualdades de género que deben señalarse:

-Se feminiza el trabajo no remunerado y se invisibilizan sus costes en términos de recursos económicos, temporarios, pero también en la salud física y mental de las mujeres, quienes históricamente han absorbido los cuidados.

-No considera la doble jornada de muchas mujeres quienes combinan trabajo no remunerado con trabajo remunerado. Lucía Scuro e Iliana Vaca (2017) destacan que el tiempo de Trabajo Total (suma del remunerado y el no remunerado) de las mujeres es superior al de los hombres en toda la región latinoamericana.

-Los hombres mostramos la misma dedicación temporaria sobre el trabajo no remunerado del hogar con independencia de si tenemos participación económicamente activa en el mercado laboral. Es decir, no es por tener empleo remunerado que los hombres no cuidamos ya que, incluso sin tenerlo, nuestro tiempo dedicado al trabajo doméstico y de cuidados sigue siendo mucho menor.

Elegir paternar como modelo alterno

Mi abuelo también se ausentó de su hija y su hijo. Fue un hombre absorto en su trabajo, alguien que se encargó de sostener económicamente a su familia, empeñado en salir de una pobreza que le agobió durante su infancia. Como mi abuela murió muy joven, fue mi bisabuela quien de nuevo se encargó de la crianza. Yo crecí en un hogar que contenía cuatro generaciones y en el que la ausencia paterna era evidente, tanto como la sobrecarga de trabajo no remunerado en las mujeres.

Aquel hombre que fue mi abuelo, contradictorio y chapado a la antigua, cambió su rol conmigo, fungiendo una paternidad presente y continua. La doble jornada laboral de mi madre y la muerte de mi bisabuela requirió de una presencia activa de mi abuelo en mi crianza y cuidados. Yo le recuerdo por nuestros juegos, sus inacabables historias de viajes, sus manos hábiles que igual reparaban electrodomésticos que me construían juguetes, su presencia en el parque a cargo de mí y un puñado de amigos míos que íbamos con él.

Tengo claro que mi abuelo pudo elegir no cuidarme, no acompañar mi infancia, pero es otra la historia. Él, incluso después de su muerte, tiene una presencia afectiva en mi vida. Me ha mostrado el impacto positivo que puede tener en un niño la presencia de un hombre cuidador y afectuoso. Me deja el ejemplo de que la paternidad se elige y que ejercerla con amor y cuidados es una forma de construir un mejor futuro, más equitativo y corresponsable.

*Referencias

Población. Vivimos en hogares diferentes. (s/f). Org.mx. Recuperado el 18 de junio de 2024, de https://cuentame.inegi.org.mx/poblacion/hogares.aspx

López, A. I. (2023, mayo 10). Deudores de pensión alimentaria: registro, funcionamiento y todo lo que no podrán hacer con la nueva Ley. Ediciones EL PAÍS S.L. https://elpais.com/mexico/2023-05-10/deudores-de-pension-alimentaria-registro-funcionamiento-y-todo-lo-que-no-podran-hacer-con-la-nueva-ley.html

Scuro Somma, L., & Vaca-Trigo, I. (2017). El trabajo no remunerado en la medición no monetaria de la pobreza. En Villatoro, P. (comp.), Indicadores no monetarios de pobreza: avances y desafíos para su medición. CEPAL, 57-66.

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