En 2024 tuve la oportunidad de participar en la investigación-acción Períodos en movimiento en la frontera sur de Chiapas. Allí acompañé a un grupo de talleristas e investigadoras que, mediante procesos educativos y comunitarios, buscábamos dignificar la gestión menstrual en contextos de movilidad humana. 

Fue en medio de esa poderosa experiencia, observando las dinámicas sociales y los silencios en torno a este tema, cuando surgió la pregunta: ¿por qué las personas que no menstruamos, en particular los hombres, también debemos hablar de menstruación? Esta cuestión se enmarca en una discusión más amplia sobre la educación menstrual, su alcance y la persistencia de estigmas y tabúes con respecto a la menstruación.

Vacíos en la educación menstrual

Durante mucho tiempo se nos ha hecho creer que la menstruación es “cosa de mujeres”. Esa idea ha provocado que se oculte el tema en la vida pública (masculinizada) y que se guarde en silencio en la vida privada, tratándola como algo "sucio" o "vergonzoso", que debe esconderse, especialmente de los hombres. Así se alimenta un círculo de desinformación que arroja consecuencias reales en la vida de quienes menstrúan.

Por ello, es crucial el papel de la educación menstrual. Sin embargo, la mayor parte de los programas y espacios educativos sobre el tema se dirigen exclusivamente a mujeres y niñas. Los niños y los hombres reciben menos educación sexual y, en particular, menos educación menstrual; con frecuencia, son apartados de su discusión tanto en escuelas como en familias.

Esta situación muchas veces nos lleva a aprender sobre la menstruación a través de pares, vínculos cercanos o medios de comunicación. 

Diversas investigaciones muestran que la falta de educación menstrual en los varones se traduce en:

  • Mostramos actitudes de incomodidad, evasión o burla cuando se habla del tema.
  • Tendemos a cambiar de tema o a trivializar la conversación.
  • Obtenemos información reducida casi siempre a síntomas físicos y emocionales.
  • Nuestras charlas sobre menstruación suelen estar cargadas de connotaciones sexuales.
  • Solemos asociar la menstruación con restricciones a la vida sexual.

La ausencia de procesos educativos integrales refuerza una visión reduccionista y estigmatizante que, al concebir la menstruación como un asunto exclusivamente femenino, reproduce tabúes y la idea de que su gestión es irrelevante para quienes no menstruamos.

“Tu regla, tu problema”. La ausencia de corresponsabilidad colectiva

La invisibilización de la menstruación también coloca cargas adicionales sobre las mujeres, niñas y personas menstruantes. Se ven forzadas a gestionar su menstruación de manera silenciosa, aparentando que nada cambia en su cuerpo ni en sus emociones, y además cargan con la responsabilidad de hacerlo solas en términos físicos, emocionales, económicos y estructurales.

Una educación menstrual integral debe considerar cómo la participación de muchos hombres en la toma de decisiones familiares, comunitarias e institucionales impactan directamente en las condiciones en las que se menstrúa. Algunos ejemplos:

  • A nivel escolar, los profesores varones suelen estar menos sensibilizados a las necesidades de las alumnas durante la menstruación, restringiendo su acceso al baño o minimizando sus incomodidades.
  • A nivel familiar, las decisiones de muchos hombres sobre el presupuesto afectan la compra de productos de gestión menstrual y las condiciones de infraestructura necesarias para asegurar dignidad en el proceso.

Estas situaciones ponen en evidencia que la ignorancia masculina nunca es ni será neutral: siempre reproduce desigualdades concretas. Por ello, es importante fomentar la corresponsabilidad de género y evitar procesos de toma de decisiones sin perspectiva de dignidad menstrual y de cuidados. 

Hablar de menstruación es, en última instancia, responsabilidad de todas las personas que no menstruamos, porque dignificarla es un asunto de justicia social y de igualdad de género.

Abrir espacios de educación menstrual para quienes no menstruamos puede transformar las relaciones de género al cuestionar nuestros privilegios y visibilizar las necesidades de las personas menstruantes. 

Una gestión menstrual digna forma parte de un horizonte político y ético más amplio, en donde todas las personas tienen derecho a brindar y recibir cuidados, así como a ejercer el autocuidado. Asumirla como una responsabilidad colectiva es reconocer que cuidar y cuidarnos es un acto compartido que nos entrelaza en la dignificación de todas las vidas.

Referencias:

Adasme Huerta, Catalina, Villalobos Espinosa, Francisca, Rivas Villalobos, Amanda, García Asencio, Catalina, & Contreras Veloso, Ma. Fernanda (2021). Educación para los hombres sobre el ciclo menstrual: desmintiendo los mitos más frecuentes y explicando las bases del funcionamiento. Revista Confluencia, 4(1), 116-121.

Mahon, Thérèse, Tripathy, Anjali, & Singh, Neelam (2015). Putting the men into menstruation: the role of men and boys in community menstrual hygiene management. Waterlines, 7-14.

Rajak, Ishwari. (2015). She got her period: Men's knowledge and perspectives on menstruation. Minnesota State University, Mankato.

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