Residuos, desechos, desperdicios, basura, pérdida: son algunas de las formas en las que nos referimos a eso que sobra, que no queremos, que nos estorba, que descartamos. Los residuos tienen diversas definiciones dependiendo de cómo están contextualizados y valorizados, y dicha definición ha ido cobrando importancia dentro de las ciencias sociales y ambientales en las últimas décadas.
Su concepción implica una relación directa con su forma de gestionarlo y dicha gestión a su vez está ligada a las prácticas de cuidado como una serie de acciones y pensares necesarias que nos permiten habitar con el mundo de la manera más empática, recíproca y favorable posible.
Lo residual
Dentro de lo que podemos llamar el estudio de los residuos se han investigado y desarrollado diferentes concepciones: el residuo como lo opuesto al valor (o lo que está vacío de valor); material descartado o que no se supo utilizar; los desechos domésticos; tecnologías de tratamiento de residuos; la gobernanza de los residuos; las historias de la basura y el saneamiento; las historias del desperdicio y su gestión.
Podemos encontrar también una dimensión más allá de lo material: lo simbólico y lo cultural definen también la relación que mantenemos con lo residual. La definición de qué es descartable ha funcionado para que el poder (político, religioso, colonial, etc.) opere a través de crear ideas muy fijas y particulares de lo que es limpio, ordenado, valioso y por lo tanto merecedor de quedarse en nuestras vidas.
Lo mismo sucede con algunas culturas y personas particulares: podemos pensar, por ejemplo, en varios países africanos a donde se exporta (sin ningún tipo de regulación) toda la basura electrónica y textil de países europeos y de Norte América. Más en particular está el caso de Ghana que recibe semanalmente 15 millones de piezas de “segunda mano” pero que usualmente llega en tan mala calidad que acaba en vertederos o incendiándose.
Pero más allá de eso, esta relación que construimos y que a su vez define lo residual, al ser recíproca también nos va a definir a nosotras las personas. En las palabras de Guy Hawkins, la relación cambiante con los residuos es también una relación cambiante con el ser porque los desechos y lo residual se entienden como formas en las que habitamos en el mundo y lo que hacemos con nuestra presencia. Y estar abiertas al desecho, ser conscientes y cuidadosas, es estar abiertas a nuestro propio devenir.
Todo lo que sucede, sucede en algún lugar
Otro aspecto importante que define a los residuos es la dimensión del territorio. Los residuos están situados: depende de donde están su valorización y relacionamiento. Tanto así que están en constante relocalización. En el estudio Cartografía de los residuos sólidos en Ecuador se establece que relacionar los mapas con información de los territorios en los que se producen los desechos genera una necesaria contextualización ya que los procesos locales socioeconómicos y culturales determinan, a su vez, el origen de los problemas y sus posibles soluciones.
Mucha de la gestión de los residuos hoy en día consiste en relocalizarlos, llevarlos a un lugar distinto a donde se generan. Ese movimiento implica una revalorización, transformación y reconstrucción de sus partes. Se han desarrollado comunidades y economías alternas que giran alrededor del movimiento de los residuos; comunidades que al igual que ese sujeto residual se queda fuera del “orden” y lo establecido, van quedando en un afuera “social”. Un ejemplo son las y los recicladores de la basura.
Realizar cartografías de los residuos puede funcionar como una herramienta para entender su historia, trayectoria y huellas que van trazando, y así también reflexionar en las suposiciones espaciales que tenemos del mundo y que permiten que exista el sistema de descartar y olvidarse del problema.
Reimaginar el espacio con base en la significación que le otorgamos a lo residual puede permitirnos (re)imaginar otras formas de gestionarlo.
Eso que no se ve, es lo que nos sostiene
Ahí donde va a parar aquello que desechamos se encuentran los procesos de cuidado que sostienen la vida. Por una parte, el hecho de gestionar los residuos, que implica una labor de cuidado del medio ambiente y físico; y por el otro también una labor de cuidado de las personas que los gestionan.
Si bien existe una línea de estudios que se enfoca en las geografías de los residuos (infraestructura sanitaria, flujos globales de residuos y su gobernanza, racismo ambiental), falta más trabajo que considere y estudie acerca de los espacios de cuidado que surgen de quienes cuidan los residuos. El cuidado entendido también como la gestión de aquello de lo que el mundo no quiere hacerse cargo. Y nos sostiene porque, una vez más, a pesar de ser descartado, desechado, no desaparece. Y quienes lo gestionan, cuidan también el espacio, el ambiente y a la comunidad.
Nos invito a pensar en lo residual como un proceso que es cambiante más que en un objeto estático.
Y a entender lo residual como agente de cambio, porque en ello se reflejan los sistemas que excluyen, oprimen y se aprovechan de ciertas poblaciones y partes del mundo. Todo esto porque si repensamos lo residual probablemente podamos reimaginar nuevas formas de gestionarlo y mejorar así la relación que tenemos con el territorio y en comunidad a través de las labores de cuidado.