Hay algo poderoso que ocurre cuando una niña ve a una mujer en un lugar que nunca imaginó posible para sí misma. Hemos visto y escuchado las voces de jóvenes que no contemplan la posibilidad de estudiar ingeniería porque no habían conocido a alguna mujer en ese ámbito, no porque le falten sueños o capacidades, sino porque durante mucho tiempo le han dicho que ese espacio no es para ellas.

Lo que no vemos, difícilmente lo podemos imaginar. La falta de referentes mujeres no es algo casual ni aislado, se debe a desigualdades estructurales que han moldeado  el imaginario colectivo con base en roles y estereotipos de género.

Las infancias y juventudes imaginan y construyen a partir de lo que observan en su realidad cotidiana; por ello, la representación de las mujeres es una herramienta fundamental para que las niñas puedan pensar en futuros posibles y alcanzables.

Si en los espacios públicos, en los entornos familiares y escolares, en la vida cotidiana solo vemos hombres (y, además, un solo tipo de hombre) ocupando posiciones de poder y decisión, o en espacios de creatividad, aprendizaje y recreación, las niñas aprenden, desde lo simbólico, que existen espacios que no pueden habitar.

La ausencia de referentes femenino que las representan es una exclusión histórica que ha impactado la forma en la que las niñas y jóvenes piensan el mundo, la manera en la que ocupan los espacios y las decisiones que toman.

Sin duda, la representación importa. Pero también cabe preguntarnos ¿cualquier representación es suficiente e igual de potente? ¿basta con que se visibilice a una mujer para inspirar a otras? Hoy sabemos que no gracias a conceptos como interseccionalidad y matriz de opresiones

Claro que  debemos hablar de referentes femeninos. Pero no de cualquier índole. Porque si los referentes femeninos siguen replicando modelos hegemónicos y universalizando experiencias, seguirán siendo lejanos e inalcanzables para muchas niñas y jóvenes.

Ellas, en su diversidad, no solo necesitan a quien admirar, necesitan también con quien identificarse: mujeres y personas con historias posibles, hazañas alcanzables, trayectorias que las inviten a pensar que ellas también pueden. 

Hablamos de mujeres de su comunidad, maestras, científicas, deportistas, artistas, empresarias, activistas, mujeres que crean que desde lo cotidiano se puede inspirar a intentar lo extraordinario: alzar la voz, conocer nuestros derechos, ocupar espacios y ampliar  horizontes.

La representación también implica diversidad. Las niñas  y jóvenes no solo quieren ver mujeres blancas, delgadas, cisgénero, heterosexuales, de contextos urbanos, que replican el mismo modelo hegemónico que restringe, excluye y niega las distintas realidades.

Claro que hay niñas que resuenan con una CEO que les habla de liderazgo, pero también trabajamos para que niñas racializadas, con discapacidad, indígenas, trans, de cuerpos no normativos, que vivan en contextos de vulnerabilidad tengan modelos que las hagan sentirse representadas y reconocidas. 

Apelamos y trabajamos por esa representación, de a poco y paso a paso, para que ninguna niña siga sintiendo que hay lugares que no le pertenecen porque no hay mujeres que se parezcan a ella.

En Inspiring Girls México creemos en la inspiración pero también en la transformación. Porque cuando una niña o joven se identifica con una mujer que ocupa un espacio, que lidera, que construye puentes y siembra semillas de igualdad, que hace ciencia o que combate injusticias, no solo se inspiran sino que comienzan a creer que también pueden construir su camino hacia la libertad. 

Súmate y amplifica nuestra voz para que las niñas te vean y descubran que ellas también pueden habitar el mundo con su voz y su poder transformador.

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