Después de las elecciones de Estados Unidos tenemos que hablar de las agresiones sexuales y discursos misóginos perpetrados por el ahora virtual presidente Donald J. Trump.
La campaña de Trump estuvo marcada por comentarios machistas y misóginos que, lejos de perjudicarlo, le ayudaron a ganar terreno entre votantes, particularmente hombres blancos.
Su triunfo nos ha demostrado que, por más acusaciones, alegatos y juicios que enfrenten por abuso sexual un hombre como Donald Trump puede ser presidentes si es respaldado por una sociedad patriarcal. Es importante reconocer que, además de los hombres, muchas mujeres blancas también contribuyeron a su triunfo la madrugada del 5 de noviembre.
Repasemos los antecedentes. Antes de anunciar sus aspiraciones presidenciales en 2016 y enfrentarse a Hillary Clinton, Trump era conocido en el mundo del espectáculo como un millonario heredero con conexiones poderosas. Tenía una presencia ocasional en programas y películas y, además, lideraba la Organización Miss Universo.
Desde entonces se sabía a voces que Trump, como cualquier hombre de poder, ejercía presión sobre las mujeres para figurar guapas y atractivas, haciéndolas lucir como una “chica Trump”, y es que el ahora presidente de los Estados Unidos también era dirigente de la Organización Miss Universo.
Exconcursantes del certamen de belleza han relatado que Donald J. Trump invadía el espacio personal de las participantes; las besaba en los labios y las tocaba sin su consentimiento, pero eso no es todo, sino que también organizaba fiestas en las que las mujeres eran sexualizadas y cosificadas.
Tras la postulación de su candidatura en 2016, las denuncias del comportamiento de Trump en los certámenes de belleza comenzaron a salir en la prensa; antes y durante su mandato presidencial, mujeres denunciaron el abuso sexual del que fueron victimas.
Acusaciones por agresión sexual
Durante su campaña electoral en 2016, Trump fue acusado por abuso sexual; las tres mujeres que levantaron la voz fueron Rachel Cooks, ex recepcionista en la “Trump Tower”, Jessica Leeds, a quien Trump tocó sin consentimiento durante un viaje en avión, y Samantha Holvey, ex Miss Carolina del Norte.
El movimiento feminista #MeToo, que cobró popularidad en la escena artística y empresarial de Hollywood durante el 2017, y cobijó e impulsó a las mujeres para denunciar a agresores sexuales, cambió el paradigma de la denuncia civil en redes sociales.
Esto provocó que más mujeres víctimas de agresiones sexuales ejercidas por Donald J. Trump hablaran públicamente del abuso. Fue así como la productora “Brand New Films” publicó 16 Women and Donald Trump, un pequeño pero potente video en el que dieciséis mujeres exponen sus experiencias con el aspirante a la presidencia.
¿Era descabellado pensar que Trump asumiría su culpabilidad y se sometería a un proceso de justicia? En un mundo al revés pero muy real, Donald Trump ganó la carrera presidencial en 2016, y aunque en su mandato fue señalado constantemente por acoso, abuso y hostigamiento sexual, siempre sostuvo su inocencia, tachando a las denunciatas como “locas” y “cazafortunas”.
La postura de Trump ante la denuncia por agresiones sexuales siempre ha sido muy firme “Él dice que no sucedió. También debemos escucharlo a él”, comentó en defensa de Roy Moore en 2017, entonces candidato republicano al Senado estadounidense. Moore había sido acusado por nueve mujeres por violencia sexual.
Trump perpetua, solapa y respalda el pacto patriarcal, y es que en 2018 aseguró el entonces Twitter que las vidas de los hombres son destruidas por las acusaciones de maltrato físico, sexual y psicológico, esto en torno a la destitución de dos funcionarios de la Casa Blanca, quienes fueron denunciados por maltrato doméstico.
E. Jean Carroll
En medio de la última campaña electoral Trump fue hallado culpable por 34 acusaciones relacionadas con la interferencia electoral durante su anterior mandato presidencial y se sometió un juicio por agresión sexual a E. Jean Carroll.
“No es mi tipo”. “No la conozco, nunca la he conocido”. “Esta mujer es una desgracia, es repulsiva. Es falsa”. De esta manera Donald J. Trump se refirió a la escritora y columnista E. Jean Carroll, a quien además calificó como mentirosa.
E. Jean Carroll denunció que Donald Trump la había violado en el vestido de una tienda departamental en la década de 1990.
Según el fallo del jurado, E. Jean Carroll debía ser indemnizada con cinco millones de dólares por abuso sexual y difamación, pero no por violación.
Campaña misógina
Los rallies políticos de Donald Trump también estuvieron llenos de escándalos y de momentos que afianzaron el voto republicano, como el parcial ataque armado en contra de Trump que le valió una herida en el lóbulo derecho, o la aparición de celebridades, como el rapero puertorriqueño Nicky Jam, que mostró su simpatía por la políticas económica de Trump; aunque más tarde retiró su apoyo tras comentarios xenófobos por parte de un comediante aseguró que Puerto Rico era una “isla de basura flotante”. Pero sobre todo, los rallies estuvieron llenos de misoginia.
Durante toda su campaña electoral, los ataques sexistas y misóginos a Kamala Harris fueron el pan de cada día; ataques por ser una mujer, una mujer biracial, una mujer que sostuvo relaciones amorosas y una mujer en la política. Aunque parece absurdo, está es la realidad a la que se enfrentó Harris.
El equipo de Donald Trump también ha hecho comentarios misóginos en contra de la vicepresidenta Kamala Harris; en un rally en Atlanta, el el senador de Ohio, JD Vance y futuro vicepresidente del gobierno de Trump calificó a Kamala como “basura”, asegurando que la hora de marcharse ya le había llegado.
Kamala representa, simbólicamente, una imagen disruptiva, ajena al status quo tradicional y conservador, por lo que una de las estrategias de Donald Trump, además de los insultos racistas y misóginos, fue deshumanizarla de cualquier autonomía, sosteniendo que no era más que una “mimesis de Joe Biden”, algo que le ocurrió también a la actual presidenta de México, Claudia Sheinbaum, ante comparaciones con su predecesor, Andrés Manuel López Obrador.
“Maga Boyz” y la masculinidad tóxica
Desde el famoso video en el que Donald J. Trump habla de los genitales de las mujeres hasta la constitución de un grupo de hombres heterosexuales blancos que buscan la exaltación de la masculinidad hegemónica, Trump ha cultivado una concepción de la masculinidad bastante arcaica, pero con la que muchos jóvenes varones simpatizan.
Con la idea del “macho alfa en potencia”, Trump forjó su campaña en torno a los hombres que abogan por el resurgimiento de la hipermasculinidad; el machismo fue una pieza fundamental en su triunfo. Esto para nada es fortuito, los votantes blancos, heterosexuales, sin educación universitaria, y habitantes de zonas rurales y suburbanas votaron republicano.
Según encuestas de salida, realizadas por la CNN el 5 de noviembre, los hombres que votaron por el partido de Trump representaron 10% más en comparación con las elecciones de 2020; los jóvenes de entre 18 y 29 cambiaron su voto en más de un 10% durante el último periodo presidencial en favor del partido republicano.
Recientes estudios realizados por la empresa de análisis Gallup, apuntan que los hombres de la generación Z y millennial son más conservadores y de derecha que las mujeres. La polarización política por género se debe principalmente a una brecha histórica de derechos, motivo por el que el voto femenino se inclinó por Kamala Harris, que, aunque no es una mujer que cumpla con una rigurosa agenda feminista, sí planteaba abordar la autodeterminación del cuerpo femenino mediante el derecho al aborto tras la derogación de la sentencia Roe Vs Wade en 2022.
Trump reforzó el símbolo de la hipermasculinidad tóxica y ganó las elecciones presidenciales este 2014.
Qué se puede esperar de un hombre que era íntimo amigo de Jeffrey Epstein, un magnate financiero, agresor sexual y líder de una red de tráfico de menores, y que agradece a Elon Musk en su discurso de victoria, un conocido billonario que promueve discursos misóginos en la red social X (antes Twitter), que justamente adquirió en el año 2022 y permitió que fuera un espacio expedito para los discursos de odio.
El fascismo, la misoginia, el racismo, la desinformación, el conservadurismo y la ultraderecha ganaron las elecciones en Estados Unidos 2024.