La explosión de una pipa de gas que se registró este 10 de septiembre en el Puente de la Concordia, en la alcaldía Iztapalapa, dejó una profunda herida en la Ciudad de México. A las 14:25 horas, la unidad —con capacidad de 49 mil 500 litros de gas LP— volcó y, tras liberar una nube blanca, explotó. La onda expansiva alcanzó más de 200 metros, afectó al menos 32 vehículos y desató un infierno de fuego.

Como ha sucedido con otras tragedias recientes que marcaron la vida de la capital —los sismos de septiembre de 2017 y 2019, o el desplome de la Línea 12 del Metro en 2021—, la explosión volvió a mostrar la fragilidad de la ciudad frente a la negligencia y el olvido institucional. 

El saldo: al menos ocho personas fallecidas, 22 en estado crítico y 39 delicadas, de acuerdo con el reporte de Clara Brugada Molina, jefa de gobierno de la Ciudad de México y una comunidad marcada por el miedo, el dolor… pero también por una ola inesperada de solidaridad.

Mientras la ciudad lamenta las pérdidas y acompaña a las y los heridos, es necesario detenerse a mirar más allá de la tragedia inmediata. En La Cadera de Eva hacemos un recuento de las lecciones de solidaridad, responsabilidad y memoria que deja esta tragedia. 

Lección 1: la historia de Alicia, el amor que desafía al fuego

Una de las  escenas más conmovedoras fue la de Alicia Matías Teodoro, de 49 años, quien cubrió con su cuerpo a su nieta Zule, de dos años, para protegerla de las llamas. Su hija, Sandra, relató a La Silla Rota que su madre trabaja como checadora en la zona y, aunque no estaba en el epicentro de la explosión, las llamas la alcanzaron. 

Alicia sufrió quemaduras en el 98% de su cuerpo y permanece en terapia intensiva; su nieta presenta lesiones en rostro, brazos y piernas, de acuerdo con familiares. Ambas fueron rescatadas gracias a la intervención conjunta de un policía de la Secretaría de Seguridad Ciudadana y un motociclista ciudadano, quienes sortearon el tráfico y trasladaron primero a la niña y luego a la abuela a un hospital. 

La frase que acompañó la llegada a emergencias —“Ya llegamos. Ya llegamos”— se convirtió en símbolo de esperanza y coraje.

La historia de Alicia no solo habla de dolor, sino también del amor y la resiliencia que sostienen a la comunidad. Su valentía inspiró tanto que varias personas usuarias en redes sociales han creado ilustraciones y representaciones gráficas de ella que exaltan su acto heroico. 

Lección 2: el valor ciudadano en los primeros minutos

Antes de que llegara el cuerpo de bomberos y personal de Protección Civil, las y los vecinos fueron la primera línea de respuesta. Con cubetas, tambos e incluso tierra recolectada con sus propias manos y transportada en camisetas, intentaron sofocar las llamas que amenazaban con devorar vehículos, comercios y vidas.

Algunos vecinos sufrieron quemaduras leves intentando controlar el fuego. Su valentía y rapidez fueron decisivas para salvar vidas antes de la llegada de los cuerpos de emergencia. Estos actos muestran cómo, frente al caos, la solidaridad puede ser la primera herramienta de protección.

Lección 3: una red espontánea de apoyo

La solidaridad se extendió mucho más allá del sitio de la tragedia:

Personal médico, enfermeras y especialistas ofrecieron atención gratuita, incluso mediante redes sociales, atendiendo heridas que no requerían hospitalización.

Clínicas veterinarias apoyaron a mascotas afectadas, como la perrita embarazada Cereza que fue rescatada por la organización "Huellitas, amor sin fronteras", que la encontró corriendo desorientada y con graves quemaduras. Además, estaba en pleno trabajo de parto debido al trauma sufrido durante el incidente.

Los veterinarios realizaron con éxito una cesárea de emergencia, salvando a cinco cachorros que nacieron prematuramente. Aunque su estado de salud es reservado, tanto Cereza como sus crías están recibiendo atención médica intensiva. La organización ha solicitado apoyo de la comunidad para cubrir los gastos médicos y de recuperación de la perrita y sus cachorros.

Centros de acopio improvisados, como los habilitados por la FES Zaragoza o papelerías locales, recolectaron víveres, medicinas y suministros médicos.

En hospitales como Balbuena, Rubén Leñero y Emiliano Zapata, familias enteras acompañan a los heridos, sostenidas por la generosidad de vecinos y voluntarios.

Lección 4: las empresas no están por encima de la vida

La pipa involucrada pertenecía a Transportadora SILZA S.A. de C.V., parte de Grupo Tomza. La empresa afirmó en comunicado contar con pólizas vigentes de responsabilidad civil y seguro ambiental. Sin embargo, la Agencia de Seguridad, Energía y Ambiente (ASEA) confirmó que estas pólizas habían vencido en junio de 2025.

De acuerdo con el diario Milenio, el accidente se suma a otros percances relacionados con Grupo Tomza y sus filiales en años recientes, mostrando una cadena de negligencias que pone en riesgo la vida de trabajadores, estudiantes y vecinos

La discrepancia entre el discurso de la empresa y los hallazgos de la autoridad evidencia la urgencia de fortalecer la regulación sobre transporte de materiales peligrosos y el cumplimiento de seguros y permisos.

Lección 5: la memoria como prevención

Nombrar a las víctimas y señalar a las empresas responsables es un acto de justicia y recuerdo. Entre las seis personas fallecidas está Juan Carlos, estudiante del CECyT 7 del IPN, cuya vida fue truncada por este accidente. Su memoria, y la de todas las personas que perdieron la vida, nos obliga a exigir medidas que eviten futuras tragedias.

Vivir en las periferias es cargar, una y otra vez, con el peso de tragedias que otros provocan. Es la clase trabajadora, las y los estudiantes, las mujeres que ponen el cuerpo para proteger a las infancias y hasta a los animales en situación de calle quienes enfrentan las peores consecuencias.

La violencia estructural convierte lo cotidiano en riesgo: salir a trabajar, ir a la escuela, buscar el pan puede significar entregar el último suspiro.

Pero en medio de la adversidad, la periferia también enseña: la memoria, la dignidad y la justicia no nacen de arriba, sino de abajo, de quienes ponen el cuerpo y el corazón para sostener la vida cuando todo alrededor se derrumba.

La tragedia en Iztapalapa deja al descubierto dos rostros de la ciudad: la fragilidad de las normas cuando se privilegia el negocio sobre la seguridad, y la fortaleza de una comunidad que no duda en convertirse en red de apoyo.

La explosión mostró que la solidaridad ciudadana salva vidas, que el amor familiar puede desafiar al fuego, que las redes de apoyo pueden ser inmediatas y efectivas, y que la responsabilidad empresarial e institucional es ineludible. Pero, sobre todo, enseñó que la memoria y la justicia se construyen desde abajo, desde quienes sostienen la vida en medio de la adversidad.