Chile despertó este 15 de diciembre con un nuevo mapa político y con muchas preguntas abiertas tras la victoria del ultraderechista José Antonio Kast en las elecciones presidenciales

Con el 58.3% de los votos, Kast derrotó a la candidata de izquierda Jeannette Jara, quien obtuvo el 41.7%, una diferencia de casi 20 puntos que marca un giro conservador contundente en uno de los países que, en los últimos años, había avanzado (no sin resistencias) en derechos para las mujeres y disidencias.

La narrativa del nuevo presidente electo se sostuvo en la promesa de “mano dura” contra la delincuencia y la migración irregular. Pero más allá del discurso de seguridad, su llegada a La Moneda encendió las alarmas entre organizaciones feministas, activistas y sectores progresistas que temen un retroceso en derechos sexuales, reproductivos y sociales.

La expresidenta de Chile, Michelle Bachele,t fue una de las primeras en poner palabras a esa inquietud. Al ser entrevistada por medios locales después de emitir su voto, dijo haber escuchado “propuestas que pueden preocupar en cuanto a retrocesos en los derechos de las mujeres, sociales y de las personas más vulnerables”. 

No es una preocupación abstracta: Kast es un político ultraconservador, ferviente católico, defensor del modelo tradicional de familia y opositor histórico a la ampliación de derechos individuales. Te contamos. 

¿Cuál es la postura de Kast con respecto a los derechos de las mujeres?

Aunque durante su campaña presidencial evitó colocar los derechos de las mujeres en el centro del debate, la postura de José Antonio Kast está lejos de ser ambigua. Sus declaraciones públicas, propuestas pasadas y alianzas políticas dibujan una visión profundamente ultraconservadora, donde la autonomía de las mujeres queda subordinada a un modelo tradicional de familia, moral religiosa y control estatal sobre los cuerpos.

Kast se ha manifestado abiertamente en contra del aborto, incluso en sus causales actuales; ha cuestionado el acceso a métodos anticonceptivos, se ha pronunciado contra la educación sexual integral y ha rechazado avances en derechos para las disidencias sexuales. 

En campañas anteriores, llegó a proponer la eliminación del Ministerio de la Mujer, bajo el argumento de que promovía una “ideología” que, según él, divide a la sociedad. Si bien en esta elección moderó el discurso para ampliar su base electoral, el propio Kast ha sido enfático en que sus convicciones “no han cambiado”. 

¿Por qué esto es preocupante?

Recordemos que, el gobierno saliente de Gabriel Boric se asumió abiertamente como feminista, y aunque no estuvo exento de críticas, dejó avances concretos. Entre ellos, la creación del registro nacional de deudores de pensiones alimenticias, que ha beneficiado a más de 300 mil familias, y la aprobación de una ley integral para prevenir y erradicar las violencias contra las mujeres.

Sin embargo, la ministra chilena de la Mujer, Antonia Orellana, expresó a la AFP su "preocupación" por lo que pueda suceder con la implementación de esta última ley, ya que requiere "varios años de esfuerzos y voluntad política". 

En el mismo sentido, Javiera Mena, portavoz de la Coordinadora Feminista 8M, afirmó a AFP que con el nuevo presidente, "los derechos sexuales y reproductivos, la educación sexual integral (...), es lo que está en peligro".

Y es que Chile no parte de cero. Es uno de los países históricamente más conservadores de América Latina: el divorcio se legalizó apenas en 2004 y el aborto dejó de estar totalmente prohibido hasta 2017, aunque solo bajo tres causales. Jeannette Jara había prometido impulsar la legalización del aborto hasta las 14 semanas. Ese debate, por ahora, queda congelado.

El retroceso también ocurre en el discurso, la académica Carolina Urrego-Sandoval adviertió a AFP que el impacto del nuevo gobierno podría verse en cambios más sutiles pero igual de dañinos: retrocesos en educación sexual, recortes de financiamiento a programas de igualdad y un discurso que vuelve a poner en duda la autonomía de mujeres y personas LGBT+.

Porque cuando la ultraderecha llega al poder, no siempre empieza prohibiendo. A veces empieza callando, desfinanciando, desacreditando (como en Argentina con Milei). Y ahí, otra vez, los cuerpos de las mujeres se convierten en el primer campo de batalla.