La historia del muralismo mexicano, a menudo contada desde una perspectiva androcentrista, omite, a propósito, la técnica, la creatividad y los aportes de las mujeres pintoras, muralistas y revolucionarias.
María Izquierdo fue una artista pionera que navegó entre la identidad clásica mexicana y las ideas de vanguardia, logrando un estilo propio que fue sincero, espontáneo e inquietante, incluso mientras luchaba contra las barreras impuestas por la élite artística dominada por hombres.
A 70 años de su fallecimiento, el 2 de diciembre de 1955, celebramos y recordamos sus logros y aportes al arte mexicano hecho por mujeres, pues su lucha la convirtió en un faro de resistencia femenina en la historia del arte mexicano.
María Izquierdo, detrás del icono
María Izquierdo nació en 1902 en San Juan de los Lagos, Jalisco. Su ingenio, talento y composiciones coloridas, vibrantes y reflexivas, la convirtieron en una de las pintoras mexicanas más destacadas de la historia del arte mexicano del siglo XX.
Izquierdo creció en un entorno rural profundamente ligado a las tradiciones mestizas mexicanas del siglo XIX. Criada por sus abuelos maternos, la joven María sufrió una larga historia de abusos y violencia familiar, tanto así que con tan sólo 14 años de edad, fue presionada a casarse con un militar.

La boda se llevó a cabo un año después, en 1917. Sin embargo, y a pesar de los estigmas y juicios que las mujeres enfrentaban al divorciarse, María logró dejar a su esposo en 1926 y separarse de su familia materna para emprender su camino como pintora en la Ciudad de México junto a sus tres hijos.
Fue a los 20 años de edad cuando comenzó y la magia brotó de sus dedos y un pincel. Entre 1927 y 1928, estudió en la Academia de San Carlos de Bellas Artes, donde tuvo como maestros al vanguardista mexicano, Germán Gedovius, y al historiador y escritor, Manuel Toussaint.
Entre los clásicos y la vanguardia
Entre sus técnicas y temas se encuentran el óleo, la acuarela, el gouache, el dibujo, las alegorías, los autorretratos, las naturalezas muertas, las escenas domésticas y los retratos.
La obra de Izquierdo se caracterizó por su temática popular mexicanista en sus elementos conceptuales. Sin embargo, sus cuadros trascienden la tradicional técnica mexicana de la época pues, si bien se inspira en el folclore, muchas veces derivan en el surrealismo.

Las protagonistas en los cuadros de Izquierdo eran, a menudo, mujeres, pero no mujeres posando para enaltecer la figura del mestizaje, mientras enaltece la perseguida idea de la nación homogénea y el nacionalismo. Las mujeres que Izquierdo pintó no eran las madres de la patria, pero sí eran madres, cuidadoras, atravesadas por el trabajo doméstico, los pensamientos disonantes e incluso la locura, incluso desnudas y contorsionadas.
“La Izquierdo vs los Tres Grandes”
La carrera de María Izquierdo, como la de las artistas contemporáneas, estuvo marcada por el sexismo y el machismo del gremio, especialmente de algunos de sus maestros quienes, celosos, sabotearon sus proyectos más grandes.
María Izquierdo sufrió abusos en su vida profesional que se asemejaron a los que vivió en su historia familiar. Probablemente el artista más reconocido que se entrometió en su carrera fue Diego Rivera.
María fue su alumna y, durante su primera exposición individual en 1929, en la Ciudad de México y la apoyó, sin embargo, cuando en 1945 Izquierdo recibió un encargo por parte del gobierno para elaborar un fresco (una técnica de mural tradicional en la que se mezclan pigmentos sobre yeso y cal húmeda) que mostrara la historia y el progreso de la ciudad, destacando a las mujeres, Diego Rivera retiró su apoyo.

Izquierdo ya había avanzado en la preparación, había construido andamios, adquirido materiales y contratado ayudantes pero, tres meses después, la obra fue cancelada. La razón fue que Diego Rivera, junto al también muralista David Alfaro Siqueiros, consideraron que Izquierdo estaba “poco ejercitada en la práctica del fresco” y sugirieron trasladarla a otro edificio de menor importancia, como una escuela o un mercado, lugares donde pintaban las mujeres.
Este acto deprimió a Izquierdo, a pesar de que en 1930, llevó una muestra al Arts Center de Nueva York, siendo la primera mujer mexicana en exponer en Estados Unidos y su trabajo era reconocido por el mundo, por lo que se distanció de Rivera, Siqueiros y de José Clemente Orozco, a quienes admiraba e influyeron en su obra.
Por ello, en 1947, escribió el artículo titulado La Izquierdo contra los tres grandes que controlaban la producción mural mexicana y dictaminaban quién servía o no para pintar murales. Izquierdo escribió:
“Ya veremos pues qué es, lo que en presente y en futuro pueden hacer los Tres Grandes y sus agregados, en beneficio e impulso de la plástica mexicana. Monopolizan, corrompen, estorban, dan consignas, sobre todo, hacen comercio, que es lo más importante. Ahora mismo, para evitar palabras como las mías, palabras que están en los labios de todos los artistas honestos, provocan controversias, tienden cortinas de humo, excitan los rencores y la envidia profesional y se esconden detrás de de todo ese rango para proseguir su tarea mortal y remuneradora.
(...) Nos quedan mil maneras y mil sitios para decir nuestro mensaje para mantener viva, renovada y espléndida la tradición de plástica de México. Ineludiblemente, una una severa revisión posterior, verdaderamente crítica, y no de simple apedreo entre colegas, pondrá las cosas en su lugar y, sancionará, con juicio impecable, a Diego, Orozco y a Siqueiros, cuya obra desaparecerá bajo su acometida contra la cultura y el espíritu de México”.
70 años del legado de María izquierdo
María Izquierdo expuso en decenas de ciudades y colaboró como columnista para Excélsior y la revista Hoy.
En 1948, Izquierdo padeció un ataque de hemiplejía que le paralizó la mitad del cuerpo. A pesar de esto, su voluntad le permitió volver a pintar, aunque sin poder realizar las mismas pinturas que realizó durante su juventud y, en 1955, con tan sólo 53 años de edad murió de una embolia en 1955.
El tiempo ha colocado a María Izquierdo junto con Rina Lazo, Aurora Reyes y Lilia Carrillo en una de las representantes más emblemáticas de México en la era posrevolucionaria.

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