Siempre que mires una pintura expresionista que tenga como personaje principal a una mujer o que las encuentres escondidas entre elementos circenses, entonces, estás admirando a una obra de una de las pintoras mexicanas más poderosas y revolucionarias de nuestro país: María Izquierdo, quien nació un 10 de octubre de 1902 en San Juan de los Lagos, Jalisco, y falleció en la Ciudad de México el 2 de diciembre de 1955.
El arte de la contemplación surgiría desde su primera infancia, María Cenobia Izquierdo Gutiérrez crecería admirando las tradiciones jaliscienses, los mercadillos, los colores vivos y, sobre todo, el arte del circo; las carpas, los globos, las familias que asistían, las gradas y lo cálido del escenario terminarían por despertar su sensibilidad artística que, años más tarde, la coronarían como una de las representantes del expresionismo mexicano.
A 68 años de su fallecimiento, recordamos la vida y obra de María Izquierdo, su impacto en la historia, su trabajo, sus luchas contra el machismo de la época.
María Izquierdo, rebelde
Proveniente de una familia atravesada por la precarización y la pobreza, se acordó su matrimonio a la edad de 14 años con un hombre mayor que se desempeñaba como militar. Este acuerdo se dio en contra de su voluntad y se desconoce con precisión cómo fueron estos años de matrimonio para María Izquierdo.
La única certeza es que tuvo 3 hijos y el matrimonio duró muy poco; escapó de ese matrimonio con sus hijos y llegó a Ciudad de México. Su resiliencia y amor por el arte le valió ingresar a la Escuela Nacional de Bellas Artes mientras ejercía su maternidad a la edad de 21 años.
Pensar en María Izquierdo desafiando las reglas maritales, los convenios familiares y persiguiendo sus sueños, esboza la rebeldía de la artista jalisciense que estaba por enfrentarse a otro monstruo del siglo XX: El machismo y el pacto patriarcal en la escena artística.
María Izquierdo dando cátedra
En aquellos años, los maestros de la academia eran Diego Rivera (también director de la Escuela de Bellas Artes) y Rufino Tamayo, quienes fueron parte fundamental de su preparación académica y por supuesto, de su conexión para catapultarla a las más altas esferas del arte, no sólo de México, sino de todo América.
Pero vayamos por partes, de acuerdo con la Secretaría de Cultura, la relación entre estos tres personajes era pareja, es decir, aunque fueron sus maestros en su paso por la academia, ambos notaron en María Izquierdo un talento sobresaliente; no había nada más que enseñar o corregir.
Derivado de esto, Diego Rivera fue su amigo por varios años y estrechó una relación sentimental con Rufino Tamayo con quien estableció una conexión importante.
María Izquierdo recién llegaba a la academia y su nombre ya era el más reconocido; resultaba incómodo para sus compañeros -mayoritariamente hombres- no sólo por ser la recién llegada, sino por ser mujer. Vivió sexismo entre sus colegas y exclusiones durante su preparación, sin embargo, María Izquierdo resistió y dio cátedra de su talento.
En 1929, durante una muestra de su trabajo en la Escuela Nacional de Bellas Artes, Diego Rivera refirió que María Izquierdo era la alumna más talentosa y con mayor proyección de toda la academia, apuntando que, debido a su gran técnica y mirada artística, no tenía motivos para seguir asistiendo a clases.
Rompiendo el techo de cristal
Un año después -en 1930-, María Izquierdo rompería el techo de cristal y se convertiría en la primera mujer en exponer su trabajo en el extranjero. Se trató del Art Center en Nueva York, en donde presentó 14 de sus obras y la colocarían como de una de las artistas más importantes de la escena mexicana a la edad de 28 años.
Su trabajo estaba fuertemente influenciado por su pareja y mentor Rufino Tamayo, sin embargo, poco después María Izquierdo iniciaría una revolución interna en su obra y comenzando a explorar la figura de la mujer, la pintora mexicana sería pionera del protagonismo femenino -en el expresionismo- que se haría aún más presente después de su ruptura con el artista.
La lucha constante
En el siglo XX el muralismo estaba en boga y los hombres lideraban el mercado del arte; Siqueiros, Orozco y Rivera se llevaban buena parte del pastel. Sus trabajos eran demandados, aunque el trabajo de mujeres muralistas era igual de poderosos y con perspectivas innovadoras. Revisa nuestro artículo "Salieron de las sombras del muralismo mexicano" y conócelas.
Para 1945 María Izquierdo ya contaba con una sólida carrera y su trabajo era reconocido en todo el continente, siendo ella, elegida realizar el mural principal del Antiguo Palacio de Ayuntamiento. El hecho produjo opiniones contrariadas entre las esferas del arte; una mujer tomaba protagonismo en el muralismo dominado por hombres. No habría una firma de Siqueiros, Orozco o Rivera en el Ayuntamiento; habría un María Izquierdo Gutiérrez.
Esta comisión había sido concretada por el Gobierno de la capital, sin embargo, Siqueiros y el mismo Diego Rivera se posicionaron en contra de este proyecto argumentando que, María Izquierdo no podría con una obra de tales medidas y que carecía de las técnicas suficientes para hacerlo.
Sin previo aviso, el mural de 150 metros titulado "El Progreso de la Ciudad de México" fue cancelado y María Izquierdo lo atribuyó a una cuestión de género, pues un año antes de este suceso, el presidente Manuel Ávila Camacho la había nombrado embajadora del arte mexicano y su trabajo había sido expuesto desde Chile hasta Guatemala. En sus viajes, María Izquierdo comenzó a enviar crónicas para el periódico Excélsior que fueron sumamente aplaudidas, incursionando así en otro tipo de arte la escritura.
La artista no guardó silencio y en reiteradas ocasiones, expuso la figura hegemónica de los apodados "Tres Grandes" (Siqueiros, Orozco y Rivera), señalando que había serios problemas en el círculo artístico de la época, falta de espacios para exhibir nuevos proyectos y denunció cómo los recursos públicos iban destinados sólo al muralismo de estos personajes.
Su lucha por defenderse y pelear por su derecho al arte quedó plasmada en su trabajo donde aborda la figura de la mujer como protagonista del cambio y progreso de nuestro país.
Las mujeres van centro
Aunque María Izquierdo incursionó en ciertas corrientes como el paisajismo, su trabajo se encauzó al poder femenino a través del desnudo y las llevó a ocupar parte central de sus pinturas; las colocaba al centro o bien, en rincones de sus obras donde se les veía en escenarios cotidianos, sobre carpas circenses, trabajando o realizando actividades del hogar.
La idea del "México moderno" comenzaba a esbozarse en los años cuarenta y María Izquierdo sabía bien que el proceso no iba a consolidarse sin la figura de las mujeres, por ello, también abordó como eje rector la participación de la mujer en empleos masculinizados, por ejemplo, su pintura de una mujer urbanista quien se encuentra contemplando un plano. Una alegoría a la construcción del nuevo México y al camino de la modernidad.
Otra cuestión importante en su obra fue su capacidad para transformar la visión de la mujer maternal, dedicada, feliz y adorno, - lugares comunes de sus contemporáneos-. María Izquierdo, por el contrario, mostraba a la mujer en esencia y en situaciones que rayaban lo onírico; mujeres llorando, mujeres decapitadas, mujeres tristes y lúgubres.
Su crítica al sistema y al arte era afilada, pues para María Izquierdo el arte debía ser una ventana abierta para la imaginación humana y no escenarios políticos que carecían de fuerza poética; una crítica directa al muralismo que tenía por objetivo enervar el nacionalismo y politizar. Es así, que nos encontramos con una mujer poderosa que, aunque quisieron subordinarla, libró sus batallas contra el sistema y salió victoriosa gracias a su talento y capacidades que hicieron temblar a toda una generación de artistas.
Murió en 1955 y, aunque su obra fue reconocida un par de décadas antes, la obra recopilatoria "Una mujer en el arte mexicano. Memorias de Inés Amor" expone que María Izquierdo falleció en Ciudad de México derivado de complicaciones y en una situación de precarización. 57 años después de su muerte, en 2012, el gobierno reconoció su impacto en la historia y sus restos fueron depositados en la Rotonda de las Personas Ilustres.
Asimismo, la Unidad Astronómica Internacional bautizó un cráter de Mercurio en su honor en el año 2009. Hoy celebramos su natalicio y la recordamos porque su trabajo es revolución y pelea; cuando camines por el Museo Nacional de Arte de la CDMX, busca su obra como fuente inagotable de poder e inspiración.