Dice Gerda Lerner en La creación del patriarcado, que: "La historia de las mujeres es básica para lograr la emancipación de la mujer. Esta es la convicción a la que he llegado, basándome en la teoría y la práctica de estudiar, escribir y enseñar Historia de las mujeres. (...) El argumento práctico nace de la observación de los fuertes cambios de conciencia que experimentan las estudiantes de la Historia de las Mujeres". 

Estas palabras me han impactado de manera muy profunda, puesto que reflejan un ánimo que ha permeado cada una de las tres emisiones de mi curso “Conciencia y revolución femeninas: mujeres precursoras acalladas en la historia”, que he impartido en la Universidad del Claustro de Sor Juana, en Ciudad de México, desde 2023 y que próximamente, el 17 de mayo de 2025, iniciará una cuarta edición.

Lo irradian, porque reflexionar acerca de las luchas por la libertad, los derechos y la individualidad de varias mujeres de diversos tiempos y contextos, ha despertado un enorme compromiso y sensibilidad para con su género en las colegas con las que he compartido aulas, acaso porque de alguna forma ven reflejadas sus propias luchas y porque ese ámbito íntimo de resistencia, esa fuerza que ha llevado a estas mujeres a abrirse espacios, finalmente nos toca a todas ya que como vemos a lo largo del curso, las batallas de antaño son las mismas de hoy.

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Nos concierne también, porque comprobamos que lo personal es político ya que dicho espacio es la tierra fértil donde maduran nuestras demandas: el gineceo griego, que era el lugar específico de la casa donde era confinada la mujer de la antigüedad clásica, fue el terreno de conversación y de gesta de las querellas que en algún momento de la historia, serían llevadas al ágora de las calles, de las aulas, de las tribunas.

Esta reacción ha significado, además, una respuesta inesperada, ya que nunca hubiera previsto ese cambio de percepción no sólo en las asistentes, sino en mi propia conciencia, ya que escuchar y coincidir con los testimonios y sentipensares de compañeras, compañeros y compañeres pertenecientes a diversas áreas de trabajo y estudio, me ha hecho ahondar en mi propio compromiso.

Las palabras de Lerner me han reverberado de tal modo, que han reafirmado mi convicción de sumergirme en la voz y en el estudio de estas mujeres con la misión de difundir su mensaje de lucha y emancipación, como una luz en la noche de los tiempos. Lo que inició hace más de un lustro como una investigación para sustentar un proyecto literario, devino en una indagación de mayor calado que me ha abierto hermosos y nuevos caminos que andar.

Siempre comienzo estos cursos con esta premisa de Simone de Beauvoir, citada por Ana Caballé en Historia de la misoginia: “Toda la educación del pasado conspiró para cerrarle a la mujer los caminos del heroísmo, el conocimiento y la libertad”. Con este primer golpe de conciencia, se inicia el debate. ¿Quiénes cerraron estos caminos y por qué?, ¿bajo qué sustentos y qué autoridad? Pero, sobre todo, ¿cómo pudo la mujer abrirse rutas de escape?

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Para responder, se debe reconocer a la mujer como sujeto activo y no pasivo e inexistente de la historia, tal como la narrativa androcentrista nos lo ha impuesto. Se debe registrar, sacar a la luz una serie de testimonios y huellas existentes de mujeres de todos los tiempos que lucharon, aún a costa de propia su vida, por dar espacio a su libertad, ejercicio y juego más allá de lo establecido, en los contextos represivos más férreos, cuando se estaba asentando y legitimando el patriarcado.

Se trata de mujeres que abogaron por ser para sí y por sí, y no por existir y ser para el otro, y que fueron suprimidas de la historia. En pocas palabras, estamos ante el implacable “borrado de mujeres”, que en este caso es más grave porque consolida sistémicamente una forma sutil de control y de subordinación que implica, como dice Caballé, “la voluntad de dominio de un sexo sobre otro”. Sutil, aunque poderosa y violenta ya que siguiendo a Caballé, “silenciar al otro, ignorarlo, mantenerlo en la invisibilidad, es tal vez la forma más perversa de dominio”.

Dar espacio a la visión, especificidades y luchas de la mujer en el discurso histórico dominante, es emanciparla y hacerle justicia porque es sinónimo de enunciar una narrativa incluyente que reivindica su calidad de sujeto actuante y forjador de la historia humana.

Pero dado este borrado, prácticamente hablamos de una labor arqueológica que se complica aún más ya que, formalmente, se reconoce que las ideas feministas y de reivindicación de género como tal, se enuncian a partir de la ilustración francesa, con los manifestos de Olimpia de Gouges (1748 - 1793) y Mary Wollstonecraft (1759-1797), Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana (1791) y Vindicación de los derechos de la mujer (1792), respectivamente, que dan salida a La Primera Ola del Feminismo. Empero, estas voces libertarias no se dieron espontáneamente, sino que son la desembocadura de una génesis casi enterrada. 

Afortunadamente, filósofas e historiadoras pioneras de la genealogía del feminismo como Sandra Ferrer y Séverine Auffrett nos han señalado los fundamentos para “rastrear” y ubicar dichas ideas, desde sus primeros atisbos. Se trata de iconografías, identidades “históricas”, hechos, referencias, anécdotas, mitologías, simbología; vestigios tallados en piedra o en cera o escritos en papiros, pergaminos, lienzos mortuorios; se trata de reliquias, ruinas, restos óseos, notaciones, arte, que se conservan en mayor o menor integridad, dependiendo de circunstancias varias; incluso, de muchos de estos derroteros sólo queda un ínfimo registro enunciado por referencias externas, generalmente de autoría masculina.

Sin embargo dichos testimonios son inmortales y esplendentes porque son esferas de luz en las interminables y oscuras rutas de las eras-sedas, unidas en el espacio-tiempo por lo que he llamado un hilo de plata o continuum de conciencia libertaria de lo femenino que existe per sé y contra todo, que nos hablan de praxis, obras, voces de mujeres que nos han precedido en los caminos de la libertad, el heroísmo y el conocimiento y cuya constancia y consistencia en la historia nos permite verlas, de acuerdo con Auffrett, como una suma, un proceso histórico de larga data que por supuesto es político, social y cultural en tanto se ha opuesto al sometimiento y acallamiento de la mujer instaurado por un sistema “cuyo ADN es patriarcal”, como dice Rita Segato.

ADN que se ha construido y legitimado bajo una serie de leyes, tratados históricos, filosóficos y religiosos canónicos enunciados desde los comienzos de la civilización, en este caso occidental, que son el cimiento de lo que Lerner llama “el edificio patriarcal”, y que como lápidas han caído sobre la mujer por siglos hasta convertirse en verdades (dictum meum pactum -mi palabra o ley es mi pacto-) supuestamente inamovibles y digo supuestamente porque, su deconstrucción bajo sospecha violeta, nos muestra la insostenibilidad de su andamiaje.

Pero, ¿y desde cuándo podemos ubicar este proceso? ¿Desde cuándo hablamos de la presencia de la mujer, a la par del hombre genérico, en el suceder histórico y en la conformación de nuestras sociedades? Tomando en cuenta los estudios de la mito-arqueóloga Marija Gimbutas en torno a la existencia de una gran deidad femenina dadora de vida durante el Neolítico y los estudios sobre el mito de la Diosa de Anne Baring y Jules Cashford, podríamos afirmar que la historia de las mujeres antecede a la historia de las civilizaciones.

¿Qué había antes del patriarcado, pues? Siguiendo a Lerner, nos damos cuenta de que la respuesta es la mujer: desde nuestra ancestralidad más profunda, mucho antes del despertar del mencionado edificio, la Diosa fértil ya estaba allí.

La identidad de estas predecesoras se ha ido develando a cuentagotas; sin embargo, cada vez cobra mayor presencia. Por ejemplo, en la inauguración de los Juegos Olímpicos de Paris 2024, de las aguas del Sena surgieron, repentinas y doradas, estatuas de diversas precursoras, entre ellas dos protagonistas de este curso: Olimpia de Gouges (en quien, junto con Wollstonecraft, termina la línea de tiempo que abarco en estas sesiones) y Christine de Pizan (1364-1430), la primera mujer en defender a su género, como ha dicho de Beauvoir, y pieza clave ya que con su ensayo alegórico La ciudad de las damas (1405), el primer gran manifiesto feminista, nos enseñó las bases para la desinstalación de ese edificio que nos ha  aplastado, y nos mostró los cimientos para la construcción de lo que yo llamo, “La Nueva Ciudad de las Mujeres”. 

También, están las escribas medievales quienes, como demostró un reciente estudio de la Universidad de Bergen (Noruega), fueron las que copiaron (no sólo los hombres), al menos 110 mil manuscritos durante los siglos IX - XVII, aunque pasaron a la historia bajo el anonimato.

En este tenor, especialistas sostienen que muchas de las piezas musicales de estas mismas épocas consideradas anónimas, también fueron compuestas por mujeres. En ambos casos este silenciamiento fue forzado porque si bien a la mujer no se le dejaba expresar, mucho menos firmar. Empero, algunas lo lograron: se expresaron y firmaron sus obras, casi crípticamente.

¿Qué otras precursoras tenemos?

La historia tiene precursoras notables, aunque poco reconocidas. Enheduanna (2285–2250 a. C.) fue la primera persona en firmar una obra literaria, antes que Homero. Hildegarda de Bingen (1098–1179), compositora y escritora, fundó conventos para mujeres y anticipó una mística femenina desarrollada por las Beguinas, como Margarita Porete, Hadewijch y Matilde de Magdeburgo. Herrada de Landsberg (siglo XII) lideró la creación de la primera enciclopedia hecha por mujeres. Filósofas como Hiparquia, Aspasia e Hipatia, cuya obra fue silenciada, también marcaron el pensamiento libre femenino; esta última es considerada la primera víctima de feminicidio documentado.

Faltan muchas más, pero mencionaré a Clara de Asís (1194–1253), autora de la primera Regla escrita por y para mujeres, donde ya se vislumbraban conceptos de sororidad, siglos antes que Unamuno. También a las Trobairitz provenzales (siglos XII-XIII), que subvirtieron el discurso machista del amor cortés; a Safo (ca. 650/610–580 a. C.), quien transformó la poesía épica patriarcal con un lenguaje amoroso y libertario; a Trota de Salerno (1050 – inicios del siglo XII), considerada la primera ginecóloga, autora de tratados médicos pioneros; a Marie de Gournay (1565–1646), precursora de los manifiestos feministas ilustrados; y a Sor Juana Inés de la Cruz (1648 o 1651–1695), cuya Respuesta a Sor Filotea (1691) es el primer texto feminista de América Latina.

Todas ellas, y las que veremos, mujeres del pasado que dejaron una señal de vida, acaso mínima, aunque poderosa: “la mujer siempre colándose por las grietas del patriarcado”, diría Marcela Legarde, que nos continúan interpelando.

Sus luchas y progresiva conciencia de género constituyen el germen de las reivindicaciones del hoy: el entendimiento de la mujer como sujeto ontológico y autónomo, como sujeto de derechos humanos, políticos, jurídicos, sexuales, económico-profesionales, educativos. Por ello, esta genealogía es importante ya que nos permite entender estas manifestaciones como un proceso previo a la contemporaneidad que podemos denominar, como lo han concebido las compañeras estudiantes de este curso, La Ola Cero.

Ola liberadora que ha nutrido un cambio muy profundo en la conciencia de las participantes, tal como dijo Lerner, que se ha manifestado en expresiones creativas de gran sensibilidad y originalidad y que nos ha llevado a las calles este reciente 8M a dar voz y presencia a estos astros acallados, más nunca apagados: “Ya está aquí, ya llegó, la Ola Cero despertó”.

Muchas gracias a La Cadera de Eva por este espacio donde agradezco el apoyo que ustedes, compañeras, puedan brindar a este proyecto.

La invitación es a que juntas, podamos desenredar, deconstruir – revelar los hilos de este gran telar de conciencia, para armar el rompecabezas de la presencia y aporte de la mujer en el tiempo. 

Curso presencial: “Conciencia y Revolución femeninas: mujeres precursoras acalladas en la historia”, en la Universidad del Claustro de Sor Juana, iniciamos este 17 de mayo.

Descuento especial a la comunidad de La Cadera de Eva, informes con Rocío Carbajal,  5551303300, ext. 3333.

Descarga el programa en https://bit.ly/4281tZK