Hace poco, una pregunta viral en el canal de streaming Chai TV nos dejó heladas y frustradas: ¿por qué entre el “sí” y el “no” gana el “no”? En una de sus transmisiones, el conductor (t4tor3) afirmó que el consentimiento en el sexo “es injusto”.
Según él, si una persona quiere tener relaciones y la otra no, supuestamente es “injusto” que la voluntad de quien se niega prevalezca. Incluso sugirió que si una mujer se niega, “es mejor tirar una moneda”.
Lo increíble es que esto no es una broma: es una apología de la violación, que trivializa la violencia sexual y pone en duda una máxima básica: el “no” siempre debe respetarse. Aunque Chai TV eliminó la transmisión y publicó un breve comunicado disculpándose, el mensaje ya había circulado.
¿Por qué a algunos hombres les parece “injusto” el consentimiento? Para entenderlo, hablamos con Armando Llamas, coordinador de metodología de Gendes, una organización que promueve relaciones igualitarias.
Llamas explica que el problema central es el poder. El sistema patriarcal enseña a los hombres que “yo decido por ti” y que tienen la última palabra. En este contexto, aceptar un “no” se percibe como un desafío: no se trata de educación sexual, sino de cultura y poder.
Esa resistencia está conectada con la cultura de la violación, donde la violencia sexual no busca placer, sino dominar y someter. La antropóloga Rita Segato lo explica claramente: “la violación enseña a dominar y someter”.
A esto se suma la falta de educación integral de la sexualidad y la influencia de la pornografía y el humor sexista, que enseñan a muchos hombres que la sexualidad es un espacio para ejercer control en lugar de construir reciprocidad. Según Llamas, se trata de una pedagogía del deseo masculino basada en dominio y sumisión.
¿Qué significa realmente el consentimiento?
Olvídate de esas frases que buscan confundir, como “No dijo que no” o “Habíamos bebido mucho”. ONU Mujeres es clara: cuando se trata de consentimiento, no hay límites difusos.
El consentimiento no es solo la ausencia de una negativa; es una condición ética básica. Para que un “Sí” sea real, debe cumplir con cinco reglas de oro:
1. Con convencimiento: debe ser un "sí" activo, no solo la ausencia de un "no". Un silencio, un “no lo sé” o un “no” no son consentimiento.
2. Dado libremente: nadie debe ser engañado, forzado o amenazado para decir que sí. No puede haber consentimiento si la persona está inconsciente o bajo los efectos de drogas o alcohol.
3. Informado: debes conocer todos los hechos. Por ejemplo, si se promete usar protección y no se hace, no hay consentimiento.
4. Específico: consentir una cosa no significa consentir otra. Lo que consientes puede variar de un día para otro.
5. Reversible: puedes cambiar de idea en cualquier momento, incluso con tu pareja de años.
Esto significa que cualquier situación donde alguien esté presionado, engañado o incapaz de decidir no es consentimiento; es violencia. Como explica Armando Llamas, reconocer estos límites es un paso fundamental para construir relaciones sexuales y afectivas basadas en reciprocidad y cuidado.
Desmontando mitos: la culpa siempre es del agresor
Detrás del negacionismo del consentimiento existe algo más grande y dañino: la cultura de la violación. Esta cultura normaliza la violencia sexual y siempre culpabiliza a la víctima.
Cada comentario que trivializa el consentimiento, como el de Chai TV, legitima la violencia y normaliza la cultura de abuso.
Entonces, ¿cómo podemos educar para respetar los límites? Armando Llamas señala que promover el consentimiento como práctica ética requiere educación integral de la sexualidad con perspectiva feminista y basada en derechos humanos.
Para esto es importante reconocer la masculinidad hegemónica y sus impactos es clave: los hombres pueden aprender a ejercer ternura, vulnerabilidad, cuidado y respeto como parte de su vida afectiva.
Lo que ocurrió en Chai TV no es solo un comentario aislado, sino un reflejo de cómo ciertas ideas sobre la sexualidad y el poder se han normalizado socialmente. Preguntarnos por qué alguien se sintió con la “confianza” de decir que el consentimiento es injusto nos obliga a mirar más allá del caso viral: es la cultura patriarcal, la educación limitada sobre sexualidad y los imaginarios aprendidos de la pornografía y el humor sexista los que permiten que estas ideas circulen sin cuestionamiento.
Seguir hablando de consentimiento significa desarmar estas ideas normalizadas, entender que un “no” no es un obstáculo sino un límite que debe respetarse, y reconocer que la reciprocidad, el cuidado y el respeto no son negociables.

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