Esta semana se hizo viral el caso de Gisèle, una mujer de 72 años en Francia que fue drogada con somníferos y ansiolíticos por su esposo Dominique Pelicot de 71 años, quien durante una década reclutó a decenas de hombres por internet para violarla, 50 de ellos fueron identificados y junto a Dominique —quien grabó y participó en las violaciones— enfrentan hasta 20 de años de prisión.

Aunque Gisèle podría haber pedido que el juicio se celebrará en privado solicitó que fuera público para que "todo el mundo pudiera oírlo y hacerse una idea de las excusas que ponen los hombres en tales circunstancias", dijo a CNN Stéphane Babonneau uno de sus abogados.

Ahora eran ellos quienes durante el juicio que inició este 2 de septiembre se tapaban el rostro con el brazo, una mascarilla, o encogiendo el cuello dentro de la camiseta. En cambio, Gisèle, violada una o más veces por estos hombres, los miraba atentamente con el rostro descubierto.

Con esta acción simple, pero poderosa Gisèle deja un mensaje claro: el miedo cambió de bando, basta de que las mujeres sintamos vergüenza por las violencias que cometen contra nosotras, el foco debe estar en los agresores.

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¿Qué es y cómo nos afecta la cultura de la violación?

"No dijo que no", "Ya sabes como son los hombres", "Ella lo provocó", “si no estuvieras borracha, quizás no habría pasado". ¿Cuántas veces hemos escuchado estas frases para justificar agresiones sexuales contra mujeres? Seguramente muchas, ¿a qué se debe esto? ¿por qué la culpa recae en la víctima y no en el agresor?

La cultura de la violación se refiere a un entorno social y cultural que normaliza, trivializa o justifica la violencia sexual, especialmente contra las mujeres y las niñas. Este término surge en la década de 1970, para describir cómo la sociedad perpetúa actitudes y comportamientos que permiten y fomentan este tipo de violencia que culpabiliza a la víctima de su propia violación.

El término se popularizó en la década de 1980, con la publicación del libro La cultura de la violación (The Rape Culture) de la activista feminista Emilie Buchwald. Desde entonces, ha sido ampliamente utilizado para analizar y criticar cómo la sociedad contribuye a la perpetuación de la violencia sexual.

La cultura de la violación se manifiesta de diversas formas, como:

  • Lenguaje y humor sexista: se acepta el acoso en la calle argumentando que son piropos y se quiere halagar a las mujeres y se trivializan las agresiones sexuales (se cantan, se anuncian, se hacen bromas).
  • Imágenes y representaciones de mujeres en los medios de comunicación que las sexualizan.
  • Falta de educación sobre consentimiento y violencia sexual: se aconseja a las mujeres que actúen de determinadas maneras para que así eviten ser violadas.
  • Victimización y culpabilización de las víctimas de violencia sexual por su forma de vestir y actuar.
  • Impunidad para los agresores: se ponen en duda las acusaciones de violación cuestionando las intenciones de las mujeres al realizar estas acusaciones.

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Foto: Cuartoscuro

Desmitificando la cultura de la violación

La cultura de la violación está grabada en nuestra forma de pensar, de hablar y de movernos por el mundo. Y aunque los contextos pueden diferir, siempre está arraigada en un conjunto de creencias, poder y control patriarcales, pues se alimenta de mitos que buscan restar importancia a las agresiones sexuales, especialmente cuando los casos y las víctimas no se ajustan a los estereotipos establecidos dentro de esta misma cultura, señala ONU Mujeres.

Como en el caso de Gisele, la cultura de la violación parte de un concepto ideológico que facilita y justifica las violaciones prolongadas o masivas, permitiendo que estas sean vistas como una conducta normal contra los cuerpos de las mujeres. Por eso es importante señalar que esta cultura perpetúa una serie de mitos y estereotipos que refuerzan el poder y el control de los hombres sobre las mujeres y otras personas vulnerables.

En el ensayo Los mitos de la violación, Kimberly A. Lonsway y Louise F. Fitzgerald explican que una creencia común es que las mujeres mienten sobre las violaciones, mito parece confirmarse a la vista del público con ejemplos aislados de acusaciones falsas.

Pero la realidad es completamente diferente, varios estudios han llegado a la conclusión de que, en lugar de denunciar falsamente, las mujeres tienen muchas más probabilidades de ser víctimas de violación y no denunciar el delito ante ninguna autoridad.

Otro mito común es que sólo ciertas mujeres son violadas, principalmente aquellas con "mala reputación" y de grupos socialmente marginados o minoritarios. Esta creencia "funciona para ocultar y negar la vulnerabilidad personal de todas las mujeres al sugerir que sólo otras mujeres son violadas", dicen las autoras.

Es importante señalar que, la violación puede ocurrir en todo tipo de circunstancias. La única forma de descartar que un acto no es una violación consiste en confirmar que las dos partes lo han consentido libremente. La manera de vestir, comportamientos anteriores o el matrimonio no constituyen consentimiento.

La manera de vestir, cuánto alcohol decide tomar, con quién elige salir, cómo se comporta o cómo elige vivir su vida no convierten a una persona en responsable en caso de ser violada. La única persona culpable de una violación es el violador.

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Estos son hechos que señala Amnistía Internacional que pueden utilizarse en respuesta a los “mitos sobre la violación” y los estereotipos más frecuentes:

La ropa y la actitud contribuyen a la violación

La violación es una vulneración de la integridad física y la autonomía sexual de una persona y, como tal, es un delito que nace de la acción del violador, NO de la víctima. (En respuesta a: “Con la ropa que llevaba, lo estaba pidiendo”, “estaba tonteando”, “aunque fuera una violación, es culpa de la víctima”, “no se puede decir que un/a trabajador/a sexuales sea violado/a”, etc.). 

No decir "no" es decir "sí"

Es responsabilidad de ambas partes asegurarse de que cada una ha consentido. La ausencia de un “no” no es un “sí”; sólo un “sí” entusiasta significa “sí”. Hay distintos motivos por los que una persona puede no ser capaz de decir “no”, y cada quien puede reaccionar de forma diferente a la violencia sexual. (En respuesta a: “No dijo que no”, “no protestó” y “no hubo violencia”).

Las violaciones son provocadas por desconocidos

En la mayoría de los casos, los violadores son las parejas de las víctimas, sus exparejas o sus amigos. (En respuesta a: “La mayoría de las violaciones las cometen desconocidos, personas ajenas a la víctima, ‘auténticos canallas’”, “una persona no puede agredir sexualmente a su pareja o cónyuge”). 

Haber tenido relaciones previas implica consentimiento

Salir con alguien, ir a casa con esa persona, o haber mantenido relaciones sexuales previas no significa necesariamente que se haya otorgado consentimiento para mantenerlas en esa ocasión concreta. (En respuesta a: “Consintió en tener relaciones sexuales la semana pasada, así que hoy también fue consentido”).

Las violaciones solo se producen por la noche

En la mayoría de los casos, las violaciones ocurren en casa de la víctima, cerca de su casa o en casa de una persona conocida. (En respuesta a: “La violencia sexual y las violaciones sólo ocurren por la noche, en lugares públicos o al aire libre, en lugares oscuros como callejones, bosques y parques”).

La violación real se denuncia inmediatamente

La mayoría de las personas supervivientes no denuncian las violaciones. Quienes denuncian o cuentan su historia a menudo lo hacen varias semanas, meses o incluso años después de la violación. Sus experiencias siguen siendo válidas e importantes. (En respuesta a: “Quien realmente sobrevive a una agresión sexual denuncia inmediatamente”; sobre este tema te recomendamos buscar el hashtag #PorQuéNoDenuncio en X).

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