Detrás del entusiasmo por conocer las letras de cada canción  de nuestros artistas favoritos, de la pasión por acompañarles en cada éxito de sus carreras y de cada pieza coleccionada en nuestros libreros, hay un sentimiento de pertenencia que sólo se puede explicar dentro de las comunidades de fans, y no cualquier tipo de fans, de los grupos de fangirls.

Según las búsquedas en Google, el término fangirl se define como mujer joven fanática, obsesiva por la música, los libros, las películas o objeto de interés que actúa de manera “maniaca”. 

Desde el primer instante en que se realiza la búsqueda ya se han estipulado estereotipos dañinos que nos encasillan a las mujeres como “obsesivas”. Por el contrario, al hacer la búsqueda de la palabra fan, los resultados arrojan definiciones diferentes: “Alguien que admira y apoya a una persona, un juego, un equipo de deportes, etc.”.

La diferencia en las definiciones es abismal, aunque realmente hagan referencia a la misma actividad de disfrutar de algo en especifico. Los roles de género juegan un rol importante en esta diferenciación, y es que por años se ha asumido que las mujeres somos “histéricas”, “gritonas” y “obsesivas”.

En el universo de los fandoms se crean dinámicas que expanden las misma comunidades, y es que las mismas integrantes de los grupos de fans como ARMYs, Swifties y fans de Harry Potter crean y producen nuevos elementos que aportan a los códigos y a las interacciones dentro de las mismas, tales como la escritura de fanfics, es decir, historias de ficción basadas en el contenido original, o edits, videos cortos con imagenes del artista favorito.

Fifas vs fangirls

Contrario a la creencia popular alrededor de los fandoms, ser fangirl no es sinónimo de consumismo desmedido. Esta es una de las críticas más comunes que se hacen a las comunidades de fans, especialmente a las mujeres, reforzando el estereotipo de que las mujeres gastan más dinero en tiliches y objetos arbitrarios. 

Por el contrario, las fangirls se han transformado en agentes sociales, personas que promueven campañas en favor de los derechos humanos, de los animales, en favor del rescate de la naturaleza. Entonces ¿por qué se nos percibe diferente a las fans mujeres que a los hombres?

¿Qué diferencia hay entre las fangirls y los aficionados a los partidos de fútbol? ¿Por qué la euforia de las mujeres es criticada mientras la de los hombres es aceptada?

Creo que ser fan te abre un mundo de posibilidades. Es conocer algo que no conocías, música, gente, lugares, actividades, experiencias, son muchas cosas que se vuelven parte de ti poco a poco y que te llena. Va complementando tu vida conforme pasa el tiempo y te conecta con personas increíbles”. Contó Meriva, una fan de BTS.

Otro factor que estigmatiza a las fangirls y no es criticado en los hombres es la edad. Se cree que las mujeres, al ser jóvenes, estamos influenciadas por el ímpetu, que seguimos y replicamos comportamientos infantiles y exagerados y, por el contrario, a los fans hombres se les permite verse como profesionales de 40 años, aficionados del baloncesto, sin cuestionar su afición, y mucho menos su edad.

Las congregaciones de fans no sólo ocurren en los espacios digitales, sino que traspasan la barrera digital y se forjan relaciones en fuera de la virtualidad. Aunque antes de las conexiones por internet, las fangirls se reunían en espacios físicos, como en conciertos, uno de los lugares en los que se encuentran más personas con intereses similares y se disfruta en colectivo.

Un caso famoso de cómo las fangirls contribuyeron al éxito global de un artista es el de The Beatles, que inicialmente congregaba a una audiencia de mujeres adolescentes denominadas teenyboppers, llamadas así por el tipo de música que consumían, baladas románticas del género rock-pop. 

Lo siguiente es abiertamente conocido, The Beatles se convirtió en una de las agrupaciones de música más populares y con mayores ventas hasta la actualidad.

Por otro lado, la normalización de las comunidades de fans conformadas por hombres, también han normalizado las conductas agresivas y erráticas que surgen del fanatismo. 

Esto no significa que en los grupos de fangirls no existan problemas, pero la diferencia radica en cómo se ven esas consecuencias, porque mientras los conflictos entre fans mujeres suelen permanecer dentro de la misma esfera, los de los hombres sobrepasan las barreras de la comunidad. 

Ejemplo de ello es el nacimiento de los hooligans, personas que crean disturbios como forma de lealtad de un equipo de fútbol. También se conocen bajo el término de barra brava, y esencialmente es un grupo de aficionados que alienta los partidos de fútbol y amedrenta al público del equipo rival. 

Este es un caso extremo de fanatismo que se ha normalizado por los atributos que se le dan a los géneros.

“Ser fan me cambió la vida”

Ser fan no sólo se trata de admirar a un artista o gustar de un programa de televisión o de alguna película, y es que si bien el interés principal lleva a conectar con otras personas, muchas veces de diferentes partes del mundo, las fangirls somos fangirls también por la comunidad. 

Según el estudio de Nicolai Puggaard, teniendo en cuenta el vínculo social que las personas experimentan, se puede concluir que la preocupación por el bienestar de dicho artista es un reflejo de la preocupación por el bienestar de la comunidad.

“Para mí es otro mundo que no conocía, nunca imaginé pertenecer pero ahora que estoy dentro se me hace algo increíble. Creo que fácilmente puedo decir que ser fan me cambió la vida”, concluye Meriva.