Este 1 de agosto se conmemora el Día de la Pachamama, una deidad o principio de vida originario de la cosmovisión de los pueblos andinos, quechua y aimara. 

El Día de la Pachamama se asocia con el inicio y el final de ciclos;  comunidades indígenas de Perú, Bolivia, Ecuador y Argentina rinden homenaje año con año mediante rituales y ofrendas como el “sahumado” y “la challa” para fortalecer a la Tierra, que necesita de cuidados y ofrendas para mantenerse fuerte durante la temporada húmeda y de frío que inicia en agosto.

En recientes años, la Pachamama ha sido reinterpretada como un símbolo comercial y espiritualidad individual, un proceso que se atribuye al extractivismo cultural de las culturas originarias.  Sin embargo, la Pachamama es más que una alternativa de sanación y bienestar, es una unidad espacio-temporal viva que sostiene la reproducción de la vida y de la muerte, como se señala en la investigación La Pachamama, memorias de un tiempo pasado y rituales vigentes en el Valle Calchaquí Norte

¿Extractivismo cognitivo?

Frases como “reconecta con la naturaleza” o “ni luz ni internet, sólo naturaleza” abundan enredes sociales, especialmente en contextos urbanos. Basta tan sólo con dar una búsqueda en redes sociales para encontrar cientos de ofertas comerciales que promocionan un estilo de vida, meditación y alimentación basado en la explotación de cultura andina, como la oferta de retiros espirituales en la naturaleza o ceremonias de ayahuasca en entornos urbanos. 

A esto se le conoce como extractivismo cognitivo, una práctica en donde se extraen las ideas de los pueblos indígenas para colonizarlas y asimilarlas como conocimiento occidental

Foto: Cuartoscuro
Foto: Cuartoscuro

Según la investigación Del extractivismo económico al extractivismo epistémico y al extractivismo ontológico: una forma destructiva de conocer, ser y estar en el mundo, esta forma de apropiación no busca el diálogo horizontal con los pueblos indígenas ni busca entender sus conocimientos en sus propios términos, más bien se dedica a extraer sus ideas y creencias para adaptar su significado, generalmente bajo una lógica capitalista.

El mismo estudio señala que el extractivismo es posible gracias a la concepción occidental y colonial de la “naturaleza”, pues el mismo término está inscrito en el proyecto civilizatorio de la modernidad, contrario a diferentes cosmogonías, como las de las culturas andinas y la Pachamama, occidente entiende la “naturaleza” como un objeto cuya única funcionalidad es servir a los humano, es decir, a los únicos sujetos en la Tierra.

De ahí que en la vida contemporánea las empresas, impulsadas por el capital; influencers, que presumen de “nuevas” formas de bienestar; y personas aficionadas de la “cultura espiritual” o “sabiduría ancestral”, ofrezcan, promuevan talleres, retiros y experiencias inmersivas en la “naturaleza” para realizar actividades de meditación y lecturas sesgadas de las tradiciones originarias con un fin individual y lucrativo sin impacto un social o comunitario. 

Como te contamos en esta nota, estas creencias se asocian con tendencias nuevas que perpetúan estereotipos de género como la "energía femenina y masculina", para entrar en contacto con la "naturaleza" de los humanos. 

¡Pachamama sí, pachamamismo no!

La palabra “Pachamama” proviene del quechua, donde “Pacha” significa mundo o universo o Tierra, y “mama”, madre.

Desde las miradas antipatriarcales indígenas y los feminismos comunitarios, hablar de la Pachamama no sólo es hablar de la Tierra o de una “Madre Tierra”, es hablar de cuerpo, de territorio, del derecho a existir y decidir. 

La cultura del “pachamamismo” adoptada por sectores de occidente olvida una parte esencial de las culturas indígenas, el liderazgo de las mujeres y la participación colectiva.

La activista Angela Camacho, conocida en redes sociales como The Bonita Chola, explica que hablar de la Pachamanca implica pensar en todas las mujeres que luchan por la vida y la expansión del ser en colectividad. 

Por otra parte, desde la teoría decolonial feminista y la teología, en su obra Mama Pacha: Creator and Sustainer Spirit of God, Cecilia Titizano  describe a la Pachamama no como un símbolo abstracto, sino como una entidad con agencia, poder vital y vínculo espiritual vivo, que cuestiona la división occidental entre materia y espíritu.