El veganismo blanco o mainstream se ha globalizado como un movimiento asociado al privilegio occidental, generando debates sobre su coherencia en la lucha contra la explotación. Quienes lo practican desde espacios de poder (económico, racial o geopolítico) suelen ignorar otras formas de violencia sistémica, reduciéndolo a un estilo de vida individualista.

Aunque este veganismo promueve dejar de consumir animales como un "acto de amor hacia la vida", en realidad el veganismo es una postura política radical contra la explotación animal y las estructuras que la sostienen: el capitalismo, el colonialismo y el racismo. Sin embargo, su versión hegemónica, blanca y urbana, suele divorciarse de estas luchas.

Fuera de Occidente, muchas culturas llevan siglos practicando dietas basadas en plantas bajo lógicas no extractivistas. El problema no es el veganismo en sí, sino su apropiación por parte de un sistema que lo vacía de contenido político.

En entrevista con La Cadera de Eva, Ángeles Cruz, Coordinadora Jurídica de Racismo MX y mujer vegetariana desde hace ocho años, explica que el veganismo blanco es una praxis antiespecista ejercida desde la blanquitud como lugar de poder que inferioriza todo lo relacionado a las prácticas originarias de las comunidades racializadas .

“Cuando hablamos de veganismo blanco, hablamos de estas prácticas que supuestamente son antiespecistas, pero que se hacen desde este lugar de poder al priorizar únicamente una visión de la blanquitud”. (Ángeles Cruz, Coordinadora Jurídica de Racismo MX)

Afirmaciones racistas del veganismo blanco

El veganismo blanco no solo es racista, sino también clasista. Impone un consumo "ortodoxo" inaccesible para quienes viven en desiertos alimentarios (zonas sin acceso a vegetales frescos) y romantiza la pobreza.

“Todos los movimientos y todas las praxis políticas caen en prácticas racistas, pensamos en los feminismos, pensamos en las luchas de clase, pensamos en los movimientos del LGBT, no son inherentemente racistas, pero sí que algunos de ellos y algunas visiones de estas sí caen en prácticas de la blanquitud”.

El veganismo no es únicamente una práctica relacionada a la alimentación, es una praxis política de posicionamiento ante el consumo pero de cualquier cosa que implique la explotación animal, y no está exenta de reproducir prácticas dominantes hacia otros grupos.

Ángeles Cruz cuenta que en el veganismo blanco hay tres afirmaciones racistas principales:

  • Adjetivar a las comunidades originarias como salvajes por su consumo: toda praxis política cae normalmente en imperativos o normativas, el veganismo blanco cree que las comunidades que consumen carne son inherentemente salvajes, sin considerar que las prácticas de consumo de los grupos originarios son diferentes a las de la industria cárnica propias del capitalismo.
  • Recurrir al símil de la esclavitud: comparar la explotación y dominación animal con la esclavitud que vivieron las comunidades y pueblos negros a través de la trata trasnatlántica violenta, vulnera y minimiza el trauma y los efectos sociopoliticos que atraviesan a las comunidades afrodescendientes en la actualidad.
  • Apropiación cultural de la alimentación de los pueblos originarios: retomar ciertos alimentos, comidas y formas de relacionarse con el entorno y la naturaleza sin dar reconocimiento a las comunidades originarias, a la vez que se les bestializa o se elimina la relación de dominación que mantenían con la naturaleza en favor de una agenda vegana.
  • La idea de consumo ortodoxo asociado con el veganismo blanco también jerarquiza y desvaloriza a los alimentos nativos de la región, como la dieta de la milpa constituída por maíz, frijol, jitomate, calabaza y chile que se ve en platillos como quesadillas, tlacoyos, tostadas, pozole, etc, generalmente pensados como comida de segunda y de bajo aporte nutrimental. 

Veganismo blanco, una práctica racista y colonialista

“Me parece que diseccionar el veganismo y desvincularlo de otras luchas es perverso porque es una manera como de justificar la dominación de otros individuos, de otras comunidades de otras poblaciones”.

Toda práctica de la amplitud está cruzada por la colonialidad, está cruzada por el capitalismo y el racismo. El veganismo blanco, está cruzado por esas tres estructuras de dominación, explica Cruz. 

El veganismo, como una lucha contra la dominación y la explotación no se puede desvincular de otras luchas y de otras formas de dominación, porque todas las estructuras de dominación están unidas entre sí, como los conflictos de clase, la violencia de género y la discriminación por etnia. 

Desde el consumo ortodoxo individual también existen grandes estructuras que reproducen prácticas capitalistas y de la blanquitud, y es que se cree que sólo existe una forma de ejercer el veganismo que proviene de un juicio moral inherentemente racista.

Relaciones interespecie en occidente

La explotación animal no sólo repercute en la violencia ejercida en contra de los mismos animales, sino que también se presentan consecuencias que afectan directamente a los seres humanos. Ángeles Cruz ilustra esto con el ejemplo de la instauración de granjas porcinas en Yucatán, estado del que es originaria.   

Estas granjas que tenían como propósito exportar carne a China no contaban con los permisos legales, ambientales, políticos necesarios para que esas granjas no contaminaran el entorno, y los animales vivían en condiciones de mucha violencia que de igual forma tenían consecuencias en el medio ambiente. “No tenían los filtros, los biodigestores, que permitían que sus heces no se filtraran al manto freático, al agua. Eso también empezó a afectar a la población”.

La explotación y la dominación animal funciona de tal forma que las consecuencias no sólo afectan a los animales, también a los seres no humanos.

No podemos hablar de un solo tipo de dominación sin desvincularla de todas las demás formas. Una lucha y una resistencia frente a la explotación animal, en sí es colonial, me parece, que representa una representación anti-esclavista, explica Cruz, y enfatiza la importancia de no romantizar ni homogeneizar a todos los pueblos originales ni sus dietas o relaciones con los animales y la naturaleza. 

“La colonialidad borró las relaciones interespecies, borró estas formas de conectar y entender la naturaleza de manera muy diferente”, concluye Cruz.