Imagina pasar 20 horas sin saber si tu familia está viva, mientras recibes fragmentos de noticias llenas de miedo y confusión. Esta es la cotidianidad de Rasha Salah, refugiada siria en México

Originaria de Siria, Rasha llegó a México en diciembre de 2017, a través del Proyecto Habesha, una iniciativa que trae estudiantes sirios para continuar sus estudios. Tras completar una maestría en el Colegio de Sonora, ahora cursa su doctorado en antropología social en la Universidad Iberoamericana.

"México me ha dado muchas oportunidades, pero siempre es muy difícil vivir lejos de la familia, es como vivir en dos espacios al mismo tiempo. Para mí ser migrante es eso: con todas las oportunidades, toda la posibilidad que tengo aquí, pero siempre tengo parte de mí allá. Hice raíces aquí, pero mis raíces principales son de Siria, están allá", (dice en entrevista con La Cadera de Eva.)

En marzo de 2025, la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) estimaba que alrededor de 50 mil personas de diversas nacionalidades vivían en México como refugiadas o solicitantes de asilo, buscando reconstruir sus vidas lejos de su hogar.

El dolor de la distancia

Lo más difícil para Rasha fue dejar Siria en 2016, en medio de un conflicto que ya llevaba cinco años. La guerra, que comenzó en 2011 con un levantamiento popular contra el régimen que estaba en el poder desde 1970, ha provocado la mayor crisis de desplazamiento mundial, desplazando a más de 14 millones de personas, de las cuales más de la mitad permanecen alejadas de su hogar, de acuerdo con la ONU.

"Salí en 2016 en medio de una revolución que salió a enfrentar al régimen anterior y creo que lo más difícil es saber que no puedo entrar, tener a mi familia allá, a mi gente, a toda la gente querida y saber que no puedo estar allá con ellos, no puedo regresar para verlos”

El conflicto ha dejado al 90% de la población siria dependiendo de la ayuda humanitaria, y más de nueve de cada 10 refugiados luchando por cubrir sus necesidades más básicas, según reportes de ACNUR

Para dimensionar la magnitud de la crisis, la agencia de la ONU señala que más de 16 millones de personas necesitaron asistencia humanitaria en 2024, aproximadamente el 70% de la población; más de siete millones fueron desplazadas dentro del país, mientras que la inseguridad alimentaria afecta a 13 millones de personas y casi 7.5 millones de niños requieren ayuda urgente. 

Entre las personas refugiadas 2 millones de niños están fuera de la escuela, y 1.6 millón más corre riesgo de abandono. Además, uno de cada cinco desplazados vive en refugios improvisados sin servicios básicos, y el 28% de quienes regresan lo hace a edificios dañados o sin terminar.

La crisis en Sweida

A finales de 2024, un grupo armado radical, conocido como Hayat Tahrir al-Sham (HTS), liderado por su comandante Ahmad al-Sharaa, tomó el poder en Siria después de la caída del régimen de 20 años de Bachar el-Asad. Rasha explica: “Aunque han intentado mostrar una cara democrática, son los mismos criminales que empezaron desde 2013”.

En marzo de 2025, un ataque ocurrido en Tartus perpetrado por este grupo radical dejó más de 500 muertos de la secta alauita solo por su afiliación religiosa. Poco después, un mensaje falso que denigraba al profeta Mahoma provocó la muerte de unas 20 personas en Sweida, provincia natal de Rasha con población mayoritariamente drusa, además de cristianos y beduinos.

La violencia se intensificó y una carretera principal entre Sweida y Damasco se volvió peligrosa debido a grupos armados. Tras el robo y agresión a un civil, se desató una ola de violencia. Las fuerzas de seguridad y el ejército sirio, enviados supuestamente para proteger, fueron documentados cometiendo asesinatos, secuestros y masacres.

"Lo más terrible es que esas mismas personas documentan esos crímenes," dice Rasha. Entre las víctimas había 12 niños menores de 14 años, más de 25 mujeres, y jóvenes que estaban de vacaciones, incluyendo un ciudadano con nacionalidad estadounidense.

El conflicto se complicó aún más a mediados de julio con la intervención de Israel, que bombardeó zonas en Siria, incluyendo el Ministerio de Defensa en Damasco. A pesar de esto, se extendieron llamados a la yihad para “matar los drusos para salvar a los beduinos”. Según Rasha, el gobierno sirio falló en proteger a los civiles, provocando más masacres.

Vivir el conflicto desde lejos

Vivir esta realidad desde México ha sido un desafío emocional abrumador para Rasha. Durante los recientes ataques, pasó 20 horas sin saber si su familia estaba viva.

"No había comunicación y lo que llegaba por Facebook, lamentablemente, no es profesional. Tenía que cruzar información y ver todos esos videos. A mí no me gusta tener imágenes en mi cabeza porque es muy difícil sacarlas después. Terrible. No sabía qué día estaba, no sabía qué hacer. Cada 6 o 10 horas lograba comunicarme con mi familia y escuchar: 'Estamos vivos.' Esa es nuestra forma de comunicar"

A pesar de la distancia, sentía la responsabilidad de actuar:

"Tengo que hacer algo, tengo que hacer que esa voz llegue, tengo que buscar ayuda humanitaria, personas que están documentando los hechos. Estamos tratando de crear una red de apoyo a distancia porque es nuestra responsabilidad ayudar"

Un llamado urgente a la humanidad

La situación en Sweida es desesperada: a finales de julio de 2025 pasaron 14 días sin luz ni agua potable, un pueblo bloqueado con más de 100 cadáveres sin enterrar, enfermedades y una inminente hambruna. Aunque Naciones Unidas ha entregado ayuda, no es suficiente, y el gobierno sirio bloquea los caminos para la asistencia, de acuerdo con Rasha.

Rasha hace un llamado urgente a Jordania para abrir cruces fronterizos humanitarios:"Ya lo que murieron ya no se puede hacer nada. Pero por favor, que no dupliquen la masacre, el dolor, porque hay mucha gente que necesita ayuda ahora."

Como defensora de los derechos humanos, Rasha recuerda: "No podemos dejar que un pueblo esté muriendo por su ideología."

Mientras millones de personas en Siria siguen huyendo o sobreviviendo bajo violencia, Rasha vive el exilio cargando la angustia de quienes dejó atrás. Su historia exige que no miremos a otro lado.