Hablar de las juventudes afromexicanas en el sur de México es contar historias y contextos diversos, de problemas estructurales, sociales, económicos y culturales, que los colocan en medio de la invisibilización, la sexualización, criminalización, la precariedad y la falta de servicios básicos.
Antes del 2020, en nuestro país no se reconocía a las personas afromexicanas, fue en ese mismo año que se incluyeron por primera vez en el Censo de Población y Vivienda elaborado por el INEGI, al pueblo afromexicano, esto fue resultado de años de luchas de mujeres afromexicanas.
En México, habitan más de 2.5 millones de personas que se identifican como afromexicanas, de acuerdo con el INEGI.
Ser afromexicano, afrodescendiente o afromaya en el sur
Flor María Flores May, joven afromaya de Valladolid, Yucatán, perteneciente a la colectiva del Centro Cultural y Derechos Humanos Casa Colibrí, cuenta en entrevista con La Cadera de Eva cómo es vivir siendo joven y afromaya en nuestro país.
Para Flor María, quien también es activista por los derechos humanos, los derechos de las mujeres y la comunidad LGBTQ+ es claro que existen dos tipos de contextos que viven las juventudes: los de zonas rurales y las urbanas. En el primer entorno la afroactivista pone de ejemplo a la comunidad de Cuajinicuilapa, en la Costa Chica del estado de Guerrero, entidad donde vive la mayor población afrodescendiente en México, con un total 303 mil 923.
Las juventudes afromexicanas viven en la precariedad en temas de educación, en servicios básicos como el agua, la salud, la señal del internet, la luz, por lo que hay días en los que se quedan incomunicados. Las personas jóvenes tienen que salir de sus comunidades para acceder a los estudios universitarios, principalmente en carreras de zootecnia. Eso implica para las familias, gastos extras como la renta de inmuebles, transporte y alimentación.
La sobresexualización de los cuerpos de mujeres, hombres o personas de la comunidad LGBTQ+ afromexicanas también es algo con lo que enfrentan las juventudes, explica Flor May, quien también hace activismo en Mano Amiga de la Costa Chica y en Afropoderosas.
Las juventudes de la ciudad igualmente viven algunas de esas problemáticas, pero cuentan con servicios como internet o centros de salud cercanos lo que les hace más factible acceder a otras oportunidades educativas o de servicios de salud.
Otro de los desafíos que viven las juventudes afrodescendientes es la criminalización cuando están en tránsito de una comunidad a otra o de una ciudad a otra. A Flor May le ha sucedido que personal de distintas instancias gubernamentales le piden su identificación de manera inadecuada y retienen los camiones públicos. Puntualiza que no es algo que solo viven las juventudes afro sino también las indígenas.
“También en la ciudad pasa que como te ven diferente a lo que está acostumbrado desde lo normativo, pues te pide, te para la policía y te dice, a ver, te voy a hacer un cateo por si no traes droga o por si no traes algo indebido,” comenta.
En 2021, el 30.7% de las personas en México eran jóvenes en México, el 2% de ellas se consideraron afromexicanas o afrodescendientes, según el Instituto Mexicano de la Juventud y el Consejo Nacional de Población.
Hacia la dignidad y visibilización
Las personas jóvenes afrodescendientes de México son diversas y dentro de esa diversidad caminan y crean espacios para visibilizar los retos que enfrentan, pero también para exigir mejores condiciones y que sus derechos sean respetados.
Actualmente hay espacios que dicen ser para las personas afromexicanas, sin embargo son espacios alejados de la realidad que viven las comunidades afro, por lo que la afroactivista señala la necesidad de que existan espacios con representatividad afrodescendientes y que “no sean por académicos blancos o gente de gobierno que quiera hablar por la comunidad”.
Ejemplo de esos espacios, es la organización civil Casa Colibrí en la que Flor May, junto con las demás integrantes trabajan temas como la educación menstrual y menstruación digna desde la cosmovisión maya y desde la colectiva Afropoderosa trabajan este mismo tema, pero desde la cosmovisión afrodescendiente.
“Trabajamos desde poder conocer nuestra cuerpa pero también poder recuperar todos los saberes ancestrales que tenían nuestras abuelas y que con toda la discriminación y el racismo que hemos vivido pues se ha ido perdiendo”, cuenta.
Poder sanar las heridas y las historias de violencia de las antepasadas es un acto de justicia, por eso Flor May, desde Mano amiga de la Costa Chica trabaja con más personas afrodiversas en sanar toda la historia de violencia, discriminación e invisivilización que han vivido por años.
“Se tiene pensado que las personas negras diversas no existen, cosa que es mentira, estamos presentes y estamos resistiendo”, reivindica la afroactivista.
Flor May lucha para que se ocupen cargos políticos que le corresponden al pueblo afromexicano y para que el acceso al aborto seguro y legal sea una realidad para el pueblo maya y la comunidad afro. También, trabaja para lograr hablar desde sus narrativas con una mirada joven.
“Considero que es importante que las juventudes afromexicanas y afroindígenas puedan participar en diferentes actividades, ya sean locales, nacionales e internacionales, para poder escuchar las verdaderas narrativas de las comunidades, lo que realmente está sucediendo en su día a día, qué les está afectando, qué necesitan y cómo lo están solucionando, porque también hay que mencionar eso, muchas juventudes tienen diferentes procesos participativos con sus propias comunidades, entonces es muy interesante poder conocer todo lo que se está realizando”, concluye Flor May de 19 años de edad.