¿Qué pasa cuando la ciencia, la biología y la corporalidad humana se entrelazan en una novela? Daniela Tarazona ofrece una mirada precisa, sensible y profundamente humana de estas, sus aficiones, en El corazón habitante (Almadía, 2025), su más reciente novela.

La obra, concebida como un tejido sensorial y corporal, expone sin pudor la constitución humana: sus vulnerabilidades, su materia y la sangre como indicador vital. Tarazona nutre la narrativa, que inicia desde la época de la prehistoria, de ciencia, de pensamiento biológico y de una introspección que desdibuja las fronteras entre lo físico y lo humano, casi espiritual, revelando lo que habita dentro de cada cuerpo.

Inspirada por su lectura de el tratado De Motu Cordis (Sobre el movimiento del corazón y la sangre) de William Harvey, publicado en 1628, una obra que describió por primera vez la circulación sanguínea como un circuito cerrado —el médico que aparece ficcionalizado en la historia—, Tarazona regresa a este elemento para construir una vivida imagen de los que nos compone como seres humano

Así, la novela combina tres tiempos y atmósferas que funcionan como contrapuntos, casi como en un formato de collage: una pareja que habita en una caverna, el mismísimo William Harvey, situado en el  siglo XVII, y un astronauta de nuestro tiempo contemporáneo. 

En entrevista con La Cadera de Eva, Tarazona confiesa que la novela busca explorar el pulso vital y la permanencia a través de la historia humana, la sangre y el corazón. Daniela Tarazona entreteme una reflexión sobre el desarraigo contemporáneo y la necesidad de habitar un lugar.

“Yo procuré que el libro fuera una invitación a pensar en la potencia del símbolo del corazón, de la sangre que nos constituye y de lo que nos ha impulsado y mantenido en este mundo a pesar de todo. De nuestras equivocaciones y de nuestras estupideces. El hambre es la vida”.

¿Cómo llega la historia de El corazón habitante a tu pluma?

Surge por una inclinación mía a las cuestiones científicas, corporales, biológicas, que ya vengo arrastrando desde hace tiempo, pero también de la lectura de un tratado de William Harvey. Lo leí hace muchísimos años y me asombró enormemente, porque es una averiguación sobre la circulación sanguínea, el funcionamiento del corazón, pero a través de observaciones de la naturaleza, del mundo, de las manifestaciones que él conoce. 

Esa manera de describir el cuerpo, esa metáfora del cuerpo, me fascinó. Al principio la idea era hacer una novela que tuviera más que ver con él, pero luego pensé que vendría súper combinar con otras cosas que fueran contrapuntos de este personaje.

También surge por mi fascinación por 2001: odisea del espacio. Así fui armando esos contrapuntos, esos tres tiempos jugando. 

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Haces descripciones vívidas y sensoriales de lo que le ocurre a cada personaje, ¿cómo utilizas tanto los recursos literarios como científicos para plasmar esa humanidad corporal? 

Creo que quizá toma su forma porque está muy atravesado por el interés, o por la procuración de ver cada uno de esos tiempos por cada uno de esos personajes, pensaba cómo observaba esa caverna la mujer, y cómo se puede registrar textualmente, con palabras, los primeros descubrimientos, esos primeros atisbos del mundo que ella ve.

Y luego, bueno, en el caso del médico, había una diferenciación. Es un lenguaje más adjetivado, más cargado, con una sintaxis un poquito más formal, o no formal, pero sí con un registro un poco más antiguo, como un tipo de escritura un poco más fuera de lo contemporáneo

En el astronauta había la necesidad de representar ese desarraigo, esa suspensión en el propio texto, un texto más escueto, más simple. Las imágenes están más neutralizadas, un poco más apagadas. Me centré en la mirada de cada uno de estos personajes y en sus mundos, en lo que iba apareciendo en sus mundos

Yo lo escribí así como aparece, prehistoria, siglo XVII y luego el astronauta. Y eso mismo me fue dando pautas para ir diferenciando una cosa de la otra, como a la manera de un collage, donde van apareciendo cosas que antes no veías y de repente ya tienen un volumen nuevo. 

Como lectora, fue inevitable voltear a los marcados instintos de la mujer primitiva, ¿cómo encuentras a este personaje?

La mujer de la caverna abraza con mucha fuerza la animalidad. Ella está motivada; su motivación y su razón de estar es la del instinto y la de los impulsos. Yo no estaba tratando suscribirme a cómo vivían en la prehistoria, pero sí hay una intención de narrar esa caverna como una metáfora de un hogar y de una relación de una relación de pareja heterosexualsucediendo en esa caverna.

La misma mujer va borrando ciertas líneas fijas sobre el comportamiento en general. Por eso también ella está al principio del libro, no sólo porque sucede en la prehistoria, sino porque para mí la novela tenía que partir justo de esa dislocación desde la animalidad, desde la irracionalidad y la percepción espontánea e inmediata ante ese mundo.

Para ti, ¿qué representan las palabras con las que cierras la novela? 

Algo muy distinto a la conclusión de mi primera novela, que termina con la palabra vacío. En este caso, la necesidad de alimento es la posibilidad de volver a vivir. Y, para mí, el cierre de esa sonrisa y del hambre de ella es el punto de apertura hacia un recorrido que quizá no tenga un lugar final.

Esto que decíamos, del desarraigo, de la flotación, de la nostalgia y la desolación. A pesar de que hay estos elementos en el astronauta, lo que yo procuré es que el libro fuera una invitación a sí pensar en todo eso anterior, pero también a pensar en la potencia del símbolo del corazón, de la sangre que nos constituye y de lo que nos ha impulsado y mantenido en este mundo a pesar de todo. De nuestras equivocaciones y de nuestras estupideces. El hambre es la vida


¿De qué forma el hambre ha alimentado tu escritura, desde tu primera novela hasta El corazón habitante?

Yo relacionaría la palabra hambre con la palabra fuga. Para mí, el deseo o el impulso vital de escribir ha tenido que ver con formular una historia paralela a mi realidad, porque estoy siempre muy pendiente de lo que percibo, como relacionándome con lo que veo, con lo que escucho mientras voy por la calle, en las conversaciones de las demás personas, y todo eso yo lo he llevado a esa otra posibilidad para mí, como de existencia, de una existencia paralela que creo que es también la que se nos puede ofrecer cuando leemos un libro.

La escritura y lectura son la oportunidad de estar en otro lugar. Ha sido desde luego un viaje que nunca me imaginé, nunca me imaginé ni llegar a este libro, como tampoco me imaginaba publicar mi primera novela ni nada. Y trato siempre de descreer, pero sí trato de hacer en cada libro algo distinto, porque además si no luego me aburro, y de ir averiguando conforme a la época en que vivo y lo que voy atravesando.

Entonces, sí, diría que mi hambre siempre ha sido habitar otro lugar.

¿Qué deben saber las mujeres lectoras cuando lean tu obra?

Creo que nosotras tenemos muchas ganas de salir de ciertas ideas establecidas sobre lo que es verdad en el mundo, sobre lo que nos considera como una sociedad homogénea, como personas que somos iguales, que podemos ser manejadas a través de las mismas mecánicas.

Y creo que esa es una rebelión, resistencia ante lo que nos quiere convertir en productos en la que estamos sumergidas. Yo quisiera hacer una invitación, o una provocación, a que ahondemos en lo que a veces nos resulta muy inquietante de nuestro interior, de nuestra intimidad, de nuestras partes quizá más dolorosas y más oscuras.

Porque creo que en el tiempo contemporáneo todo eso que se considera desconocido, o que se considera que no entra en estos moldes, se procura que sea borrado y sacado de lugar. La mayor fuerza está en cada una de nosotras, en cada historia, en cada mirada que tiene que ver con nuestras ancestras, que tiene que ver con lo anterior, con lo que no sabemos de lo anterior.

Esa necesidad es la que me alimentó también para escribir El corazón habitante, pensando en que, si a través del tiempo hay una permanencia, no del corazón como sentimiento, sino como del pulso vital, hay eso a través del tiempo que nos une, que nos es común, que a veces es indescifrable, pero para mí es lo más maravilloso de los seres humanos, lo que no sabemos aún, que creo que es muchísimo, a pesar de que nos digan que sabemos todo, porque no es así.