A las 11:00 de la mañana, entre pinturas, libros y pequeñas esculturas en tonos cálidos, Vanessa Montoya, conocida como “Frine” en el mundo del modelaje de arte y fundadora del Movimiento de Modelos de Arte en Resistencia, me enseña  un par de revistas que llevaban por título La Postura.  En ella aparece una pintura de Carmen Mondragón, mejor conocida como Nahui Ollin

"Se le recuerda como artista e incluso como musa, pero pocas veces como modelo", me contó antes de comenzar nuestra entrevista.  Platicamos sobre la revista: la gestión, los apartados,  la propuesta estética,  que evocaba nada más y nada menos que la esencia de las revistas feministas del siglo XX y casi convocaba la misma presencia de Las Hijas del Anáhuac. El número 03 le sería entregado ese día por la tarde.

Mientras conversábamos, Tatiana —“La Bruja Roja”, actriz y modelo de arte desde los 18 años— salió del tocador para unirse a nosotras antes de comenzar la sesión.

Movimiento Modelos de Arte en Resistencia

Modelos de Arte en Resistencia es un grupo de modelos mujeres organizadas que nació un 8 de marzo, en el marco del Día Internacional de la Mujer. Inicialmente, el objetivo era reunirse para marchar juntas como un colectivo de modelos. Sin embargo, esta reunión evidenció que compartían una agenda común derivada de experiencias muy difíciles, como la violencia sexual ejercida en el gremio,  la falta de condiciones dignas de trabajo, y la necesidad de espacios donde la mirada erótica patriarcal no dictara la forma en la que se retrata y produce arte. 

Sentadas en el sofá de su casa, Vanessa Montoya, historiadora y modelo por más de diez años y TatianaLa Bruja Roja” desdoblan su “postura”, una que denuncia las vicisitudes que atañen a las modelos en México y la región latinoamericana y que es inherentemente política, feminista, comunitaria, colectiva e histórica.

Las modelos en el gremio de arte se enfrentan a una serie de conflictos estructurales, de seguridad y sociales que motivaron la creación y la lucha del movimiento. 

Foto: Ángel Cruz
Foto: Ángel Cruz

 

La violencia sexual es uno de los motores urgentes del Movimiento de Modelos de Arte en Resistencia, y esta es una consecuencia directa de la feminización histórica del modelaje.

A esto se le suma que las autoridades de universidades y facultades de artes no han atendido las denuncias de las modelos

Yo misma sufrí abuso sexual en la Academia de San Carlos por parte de un pseudo reclutador de modelos y la única que salió de la de la institución fui yo y mis amigas agredidas, mientras, los agresores siguen estando ahí (...) Es lamentable que no se quieran sentar a hablar con nosotras de derechos básicos, no por ser mujer, derechos básicos por ser personas, por ser trabajadoras, por ser trabajadoras. (Vanessa Montoya)

Las condiciones laborales, precarias en su mayoría, también conforman uno de los retos más urgentes para las modelos que, sin contratos,  a menudo son vistas como “indignas” de salarios y condiciones de trabajo dignas, lo que dificulta la organización y la supervivencia. A eso se le suma el edadismo, casi inherente del gremio, la falta de representatividad de corporalidades diversas, el robo intelectual y el muy presente machismo y patriarcado. 

Y es que contrario a la creencia popular, Montoya me dice claramente que, las modelos “no somos princesas”, son trabajadoras, mujeres preparadas intelectual, física y emocionalmente para modelar, posar y transformar la mirada a través de la corporalidad, pero también a través de la gestión autónoma. 

Las modelos luchan por ser reconocidas como artistas y por romper la narrativa de que son objetos pasivos

“Para muchas academias, la modelo es la manzana, la taza, el caballito, un palo. Tenemos otro tipo de necesidades, comemos, vamos a la escuela, somos madres, entonces. Por más que nosotras nos organicemos y cobremos justamente, las condiciones siguen siendo precarias”.

Los nombres de las modelos que el arte invisibiliza

Vanessa Montoya ha dedicado su investigación histórica a localizar a las personas modelos que posaron para diferentes cuadros a lo largo de la historia de México con el objetivo de crear un archivo y registro que actualmente es inexistente, y es que una de las principales motivaciones del movimiento es abordar la invisibilidad histórica de las modelos.

A tres años de su fundación, Vanessa Montoya, efervescente apasionada de la historia de las modelos en el arte, explicó, casi en una cátedra privada, que pide se amplificada, una breve historia de las modelos en el arte para nuestras lectoras en La Cadera de Eva. 

Foto: Ángel Cruz
Foto: Ángel Cruz

Desde la fundación de la Academia de San Carlos, en 1781, hay constancia de la presencia de modelos, aunque al inicio los modelos eran exclusivamente hombres pues, tradicionalmente, la academia estaba pensada para ellos, alumnos, profesores y directores, sin mujeres sosteniendo el pincel, ni posando en la tarima. 

Se piensa que durante toda la historia, las modelos fueron mujeres y no es cierto. Durante una buena etapa fueron hombres, porque la idea de la belleza se constituía en un cuerpo masculino. Pensemos en el Hombre de Vitruvio (Estudio de las “proporciones ideales” de Leonardo Da Vinci), es el “hombre con las medidas perfectas”. Hace muy poco eso cambió. 

Cuando llegan algunos profesores españoles a dar clases en la Academia de San Carlos y empiezan a decir: ‘Tienen que aprender a dibujar también mujeres’. Cuando querían dibujar mujeres, modelaban hombres”, explica Montoya.  

Cuando los talleres privados rompieron esta barrera, comenzaron a utilizar modelos femeninas. Históricamente, el modelaje de mujeres se ha relacionado con la prostitución pues “la visión moralista de la época asociaba el desnudo con la impureza”. Un sesgo que aún persiste. 

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“En la época de Don Porfirio, para que las mujeres pudieran posar en la academia, se les pedía el permiso de sus padres, la firma del papá, para asegurar que fueran “buenas” y no se relacionaran con la prostitución", relata.

En la conversación surgen los nombres de Nieves Orozco Soberanes, quien modeló para Diego Rivera, conocida por la pintura de “Desnudo con alcatraces”, y cuya fecha de nacimiento, el 5 de agosto de 1922 fue tomado por el movimiento para establecer el Día de la Modelo, una iniciativa que ha sido retomada en países como Argentina y Chile, de Helvia Martínez Verdayes,  modelo de la escultura de la “Diana cazadora”, que esconderse durante mucho tiempo y no decir que ella era la modelo, y Nahui Olin, una mujer que abogó por  la organización de las modelos y sus derechos en el gremio. 

“Muchas veces sentimos que somos las primeras en hacer algo y lo importante también es encontrar el hilo y decir, ‘Otras lo hicieron’. Hubo otras organizaciones de modelos que buscaron reivindicar sus derechos, como la propia Nahui Olin, es muy importante para mí, para el movimiento seguir mencionándolas y que no se nos olviden esos nombres”, reflexiona Montoya. 

El modelaje, un acto de rebeldía

Entre figurines e imágenes de mujeres en el departamento de Vanessa, se hace presente una realidad: el modelaje, especialmente el desnudo, es un acto de rebeldía y subversión, pues ahí, el cuerpo se convierte en territorio y resistencia.

Las modelos enfrentan la presión moralista de la sociedad y la censura constante. Tatiana, conocida como La Bruja Roja, explica que modelar desnudo es, en sí mismo, un acto de rebeldía. En su experiencia, las redes sociales reproducen esa vigilancia sobre los cuerpos: un pezón femenino basta para ser censurado, mientras que el masculino pasa desapercibido. 

Cuestiona entonces: ¿por qué se le teme tanto al desnudo?, ¿por qué quien decide mostrarse es juzgada? Para ella, posar desnuda es un gesto de libertad y de autonomía sobre su propio cuerpo, una forma de desafiar el prejuicio, la moral religiosa e incluso las expectativas familiares. “Todas las que hacemos modelaje de desnudo —dice— vamos a contracorriente y resistimos frente a un sistema que insiste en decirnos que eso está mal, que nos etiqueta, sobre todo por ser mujeres”.

Históricamente, las mujeres no podían entrar a las clases de anatomía o dibujo con modelo debido a la visión moralina. Aunque esto ha cambiado, muchas sesiones siguen siendo diseñadas por gestores hombres que no atienden a la demanda de las mujeres dibujantes.

Foto: Ángel Cruz
Foto: Ángel Cruz

Curiosamente, días después de la entrevista conversé con una entusiasta de las artes gráficas en un taller de grabado; mientras ambas hacíamos pequeñas incisiones en una tabla de caobilla con el filo de un punzón, fue casi inevitable señalar el elefante en la habitación: hacen falta espacios para mujeres en el arte que borren del trazo la mirada patriarcal. 

Pensé en los espacios gestionados por Modelos de Arte en Resistencia y, como si mi compañera leyera mi mente, las trajo a la conversación. Ella había tomado un par de talleres de dibujo con Vanessa Montoya.

Era imborrable, así como los nombres de las modelos de arte ocultas por el tiempo, que solo sabe invisibilizar; era innegable, así como la necesidad de espacios y salarios dignos para las modelos y mujeres en el arte, y era metafísico, como la postura que invoca en cuerpo y papel: Modelos de Arte en Resistencia, son parte de una pequeña gran revolución.