¿Terminaste con tu ex y ahora sientes la necesidad de salir al mundo y convertir esas emociones en algo “productivo”? ¿Quizá en autocuidado, éxito profesional o crecimiento personal?

¿Sientes un vacío emocional y este Buen Fin saldrás a gastar tu quincena en las últimas ofertas? Esto tiene nombre, y se le conoce como capitalismo emocional.

El término fue acuñado por la socióloga y escritora franco-israelí, Eva Illouz, en su libro Intimidades congeladas: Las emociones en el capitalismo (2007). En él, Illouz sostiene que las emociones se han convertido en una mercancía más dentro del sistema capitalista

Nuestros afectos se gestionan, se miden y se venden: desde las aplicaciones de citas que prometen amor eficiente, hasta las industrias del bienestar que transforman el dolor emocional en un nicho de consumo.

Illouz advierte que no se trata sólo de trabajar para producir bienes, sino de producirnos a nosotras mismas como bienes emocionales, constantemente disponibles para el mercado afectivo. Empezamos a sentir para consumir y consumir para sentir. 

¿Qué es el capitalismo emocional?

¡Alto ahí! No gastes en comprar los seleccionados en tu carrito este Buen Fin. Antes tenemos que hablar de capitalismo emocional, y para ello, desde la perspectiva de Illouz, es necesario hablar de la narrativa terapéutica del yo, que surgió una vez que la intimidad se estableció como norma para explicar “las relaciones saludables”. 

La inserción de esta narrativa en la vida es muy amplia y se puede observar en diferentes lugares sociales como grupos de apoyo, programas de rehabilitación, talleres, sesiones de terapia, Internet e incluso en talkshows. Así, la ausencia de intimidad se traduce en una constitución emocional problemática pública que exige que se identifique como una patología, como una manera “automática” de ser.

Ilouz sostiene que “esos lugares se convirtieron en apéndices invisibles pero eficaces para la constante tarea de tener y representar un yo. Algunos de esos lugares adoptan la forma de organizaciones de la sociedad civil (tales como Alcohólicos Anónimos), mientras que otros ya son formas sociales mercantilizadas”. 

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Las narrativas terapéuticas convirtieron las emociones, en este caso la culpa, en objetos públicos que deben ser expuestos, analizados y discutidos para crear nichos de mercado, que al mismo tiempo convierten en posibles pacientes y como consumidores.

Pero, ¿por qué ocurre? De acuerdo con Illouz, “la competencia emocional puede traducirse en un beneficio social, como progreso profesional o capital social”, es decir, nuestras emociones y sentimientos se convierten en beneficios económicos y sociales al servicio del mercado.

Mujeres, emociones y mercantilización

En entrevista con La Cadera de Eva, Bárbara Espinosa, Anita Pérez y Ana Karen Hernández de la Colectiva Finanzas Enfocadas en Mujeres (FIEM), explican que en México y Latinoamérica el capitalismo emocional recae, sobre todo, en las mujeres.

El capitalismo emocional funciona como una herramienta de control, una que busca reprimir la expresión emocional femenina y transformar las emociones en commodities o en requisitos obligatorios para la productividad y el bienestar superficial, explica la Colectiva FIEM

¿Y cuál es la emoción que las mujeres deberíamos seguir replicando para sostener al sistema económico y de los afectos?: el mandato de la felicidad, que se mide en diferentes parámetros y  promueve la idea de que el estatus quo para las mujeres es un “estatus de bienestar”.

“Se exige un estado emocional que debería ser perpetuo, lo cual es insostenible y funciona como un estatus quo que hay que seguir, que hay que cumplir para alcanzar la personalidad ideal que nos lleve al éxito”. (Colectiva FIEM)

En este ejercicio de control, se nos pide enmascarar nuestro verdadero estado emocional, especialmente en contextos de desigualdades estructurales:  la mujer debe trabajar, cuidar a su familia y además, ser feliz, para no parecer amargada, histérica o problemática. 

Así, el sistema invisibiliza la causa estructural del malestar mientras fomenta la idea de que la clave está en el consumo de productos que lleven a la superación emocional individual. El costo de esta mercantilización es que, en lugar de exigir políticas públicas eficaces, las mujeres somos empujadas a consumir más —terapia, suplementos, pilates, coaching— para resistir un sistema en donde las emociones ya influyen en la relación de las mujeres con el dinero. 

Hay miedo a endeudarse, vergüenza de hablar de finanzas y culpa cuando priorizamos el  rol de cuidadoras.

La solución: una economía feminista

Y, ¿cómo evito caer en la trampa del capitalismo emocional? Para la Colectiva FIEM, la clave no está en convertirnos en mujeres de piedra, sin sentimientos ni emociones, por el contrario, debemos recuperarlas como una fuerza política y colectiva. “Si el sistema capitalista aprende a capitalizar lo que sentimos, la respuesta es colectivizarlo”.

Por ellos, para combatir el capitalismo emocional, Colectiva FIEM nos deja las siguientes recomendaciones:

  • Cuestiona desde la mirada feminista: el feminismo ofrece la capacidad de cuestionar la estética de la felicidad que vende el mercado, permitiendo la reflexión sobre por qué la vivencia individual no se parece al status quo de bienestar. Esto permite romper paradigmas y cuestionar a cualquier persona que diga cómo debemos sentirnos o ser felices.

  • Educación financiera feminista: la educación debe ir más allá de los conocimientos técnicos tradicionales, no sólo debe hablar de “tasas y productos”, sino también de emociones, de historias personales y colectivas.

  • Crea economías colectivas: es posible construir economías colectivas, redes de apoyo y educación financiera comunitaria. La colectividad es una cualidad que las mujeres ya poseemos y podemos seguir explorando. 

  • Cuestiona a empresas: se debe empezar a cuestionar las actitudes propias de líderes en el trabajo, así como las de sus pares y las de sus superiores, trayendo esta conversación a la mesa.

  • No te sientas culpable: no sientas culpabilidad o decepción si el bienestar y la felicidad se miden de manera diferente a los parámetros que marca el exterior, ya que la felicidad y el bienestar significan cosas distintas para cada una y no deberían estandarizarse.

Ahora que conoces cómo opera en capitalismo emocional, ¿qué piensas? Te leemos.