La heteronormatividad se describe como la perspectiva que conceptualiza el mundo en términos de dos sexos y dos géneros, al mismo tiempo que valida exclusivamente la heterosexualidad como la orientación sexual social y culturalmente aceptada. Es decir, plantea que solo existen dos géneros: mujer y hombre, también nombrado como binarismo; y que las relaciones sexoafectivas solo pueden llevarse a cabo entre éstos: mujeres con hombres, lo que conocemos como relaciones heterosexuales.
Este sistema de pensamiento ha establecido una jerarquía en el estilo de vida, influyendo no solo en códigos de conducta y comportamiento, sino que también ha permeado en la construcción de leyes y formas de organización social.
¿Cómo se presenta la heteronormatividad en nuestra sociedad?
Lo ponemos en 3 formas y ejemplos:
Roles de género
Como comentábamos, la heteronormatividad solo acepta la existencia de mujeres y hombres, dejando fuera cualquier otra forma de identidad de género y disidencias. También espera que tanto hombres y mujeres se comporten de cierta manera y cumplan con roles específicos, lo que se nombre como roles de género. Estos roles dictan las normas y funciones consideradas apropiadas para hombres y mujeres, influenciando su comportamiento, roles familiares, participación en la sociedad y oportunidades laborales.
Un ejemplo en nuestra cultura social es la asignación de ciertos colores y actividades a niñas y niños, incluso desde antes de nacer. Para las niñas está el color rosa, y para los niños el color azul, algo muy presente en las fiestas de gender reveal, luego, durante su crecimiento se les socializa de manera específica, se espera que los niños adopten cualidades consideradas "masculinas", como la independencia, la valentía, no mostrarse débiles y por lo tanto “no llorar”; mientras que se alienta a las niñas a abrazar características más "femeninas", como la sumisión, la fragilidad y la delicadeza. Como nos lo platicó Valeria Sánchez, psicoterapeuta femenista, en una entrevista pasada.
Relaciones de pareja
Mencionamos que la heteronormatividad se manifiesta en las relaciones de pareja a través de expectativas culturalmente arraigadas sobre cómo deben ser y funcionar dichas uniones. Estas expectativas suelen estar basadas en normas tradicionales de género, donde se espera que los roles y comportamientos de cada miembro de la pareja se alineen con las convenciones establecidas para hombres y mujeres. Desde la elección de roles en el hogar hasta las expresiones de afecto y la toma de decisiones. Se espera que las mujeres se encarguen de las tareas de cuidado y del hogar, y que los hombres salgan a trabajar y cumplan un rol de proveedores de bienes materiales y económicos.
Pero, atención, las relaciones no heterosexuales tampoco se salvan de las expectativas heteronormativas. Probablemente alguna vez has presenciado que a una pareja de lesbianas le pregunten: “¿quién es el hombre de la relación?”. Esto es un ejemplo de cómo la heteronorma puede encontrar cabida hasta en los aspectos más sutiles de nuestra vida.
Sexo e identidad de género
Otro aspecto en el que interviene la heteronormatividad es en nuestra identidad e, incluso, en algunos casos, en nuestro sexo. ¿Cómo es esto posible? Mencionamos que este sistema reconoce únicamente a mujeres y hombres, y que cada uno debe actuar, vestirse y relacionarse como tal. Pero, ¿todas las personas nacen como mujer u hombre? la realidad es que no. También existen las personas intersexuales, son aquellas cuyas características biológicas no se ajustan típicamente a las definiciones tradicionales de sexo femenino o masculino, presentando variaciones en las características sexuales primarias y/o secundarias.
Por ejemplo, una persona puede nacer con órganos externos masculino, como testículos, pero poseer cromosomas y órganos internos femeninos, como tejido de ovarios. De acuerdo con Planned Parenthood, “cuando nace unx bebé intersexual, el personal médico siempre le asigna un sexo legal (masculino o femenino). Sin embargo, así como ocurre con las personas que no son intersexuales, esto no quiere decir que al crecer, la persona tendrá una identidad de género que coincida con su sexo asignado al nacer. Por todo esto, muchas personas se preguntan si es correcto o no hacerles a lxs niñxs procedimientos médicos que en realidad no son necesarios para su salud.”
El punto anterior, así como los otros ejemplos, ponen en evidencia la necesidad de desafiar la heteronormatividad y construir sociedades más inclusivas. Al cuestionar la heteronormatividad, se abre la puerta a una mayor aceptación de las formas diversas en que las personas experimentan su vida, identidad y relaciones.