Pensar el colonialismo desde la experiencia es reconocer que no quedó archivado en la historia. Está vivo, en el presente y, para desmontarlo, primero hay que nombrarlo, reconocer cómo atraviesa nuestras decisiones, jerarquías y formas de habitar el mundo.
El colonialismo se manifiesta en quién habla y quién es silenciada, en las vidas que son preciadas y las que pueden ser precarizadas, en qué lenguas merecen ser preservadas, en qué territorios son o no explotados y en los cuerpos de qué mujeres se vive en sus peores consecuencias.
Aunque se le asocie con el pasado, el colonialismo moderno nació con las expansiones europeas del siglo XV, cuando la conquista, la esclavización y el despojo organizaron la economía global. Más que un hecho histórico, fue la instalación de una lógica que jerarquizó territorios, cuerpos y lenguas, y que aún sostiene la distribución actual del poder y la desigualdad.
Para explorar el concepto, platicamos con Tatiana Romero historiadora, escritora e investigadora independiente feminista antirracista.
¿Qué es el colonialismo?
Desde Edward Said, quien reveló cómo el discurso occidental fabrica al “otro” para justificar la dominación, hasta Ngugi wa Thiong'o, referente de la descolonización del lenguaje y la literatura africana, el colonialismo ha generado amplios debates. Sin embargo, una de las definiciones más contundentes es la de Franz Fanon, quien lo describe como “la violencia en estado de naturaleza”.
Para Tatiana Romero, esta definición explica como violencia es la condición de posibilidad de la violencia estructural, lo que significa que el colonialismo y la violencia no pueden separarse, ya que uno no funciona sin el otro, pues el colonialismo define nuestro sistema actual, que es inseparable del sistema capitalista.
¿Cómo se relaciona con el capitalismo y el patriarcado?
El colonialismo no es un sistema pasado, sino la base definitoria del orden actual, al estar intrínsecamente ligado al capitalismo y al patriarcado.
Romero explica que este sistema es un capitalismo racial, donde los cuerpos racializados son los que sostienen y soportan todo el peso del sistema capitalista. En este sistema, la "tríada destructora”, conformada por el colonialismo, capitalismo y patriarcado están profundamente entrelazadas.
¿Cuál es la diferencia con la “colonialidad?”
Para Romero y desde la perspectiva de la teoría decolonial, las diferencias fundamentales son:
Colonialismo: se refiere a los procesos materiales de colonización y acumulación de capital por despojo.
Colonialidad: es un sistema global de pensamiento que es eurocéntrico y pone al “supremacismo blanco como eje” sobre el que gira todo. Este sistema de pensamiento jerarquiza el conocimiento y las personas a su alrededor.
¿Cómo se relaciona con el género?
En La guerra contra las mujeres, la escritora y antropóloga Rita Segato aborda la relación entre la colonialidad/modernidad, y las mujeres a través del análisis de las transformaciones radicales que sufrieron las relaciones de género en lo que llama “mundo-aldea” (las relaciones sociales pre-intrusión colonial).
Su análisis se centra en cómo la intrusión colonial, y la acción del Estado republicano, modificó y agravó la estructura de género preexistente, capturándola y reorganizándola desde dentro.

Segato señala que, la intervención colonial alteró las dinámicas de poder interno, exacerbando el control masculino y la violencia. Así, la modernidad colonial, al universalizar su modelo de ciudadanía y política, impuso una estructura binaria que despoja a las mujeres de su valor político y ontológico, pues monopoliza todas las deliberaciones sobre el bien común en la esfera pública, habitada por hombres, y privatiza la totalidad del espacio doméstico, que pierde su valor político, e imposibilita que las mujeres para participen en las decisiones colectivas.
“Los colonizadores y las administraciones estatales”, como explica Rita Segato, eligieron a los hombres como interlocutores privilegiados. Esta elección fue deliberada y funcional a los intereses de la colonización y su control. Esto significó una pérdida radical del poder político de las mujeres. Por ello, las consecuencias de la violencia contra las mujeres son plenamente modernas y producto de la modernidad. Los feminicidios, por su racionalidad y sistematicidad, son una invención moderna.
¿Por qué el feminismo y la lucha decolonial están entrelazadas?
La filósofa argentina María Lugones sostiene que el género es una invención colonial que impuso una estructura binaria y jerárquica (hombre/mujer) en las sociedades precolombinas.
La colonialidad del género no se limita a los roles de género, sino que es un sistema de poder que, entrelazado con el capitalismo y la raza, marginaliza a las mujeres no blancas, especialmente a las indígenas y afrolatinas. Romero retoma este postulado para ampliar en la ficción de la mujer, una imposición de género que nació de un constructo colonial.
Por ello, el género sigue operando como un sistema de control político, económico y simbólico sobre los cuerpos racializados. ¿Por qué deberían los feminismos y la lucha decolonial estar entrelazadas? Romero explica que, el feminismo o transfeminismos no pueden estar separados de las luchas coloniales o anticoloniales justamente porque el género es un constructo colonial.
“Yo siempre digo que el feminismo tiene que estar basado en la búsqueda de la satisfacción material de las necesidades de las mujeres y los cuerpos feminizados de la clase trabajadora, porque si el capitalismo es racial, los cuerpos que más son explotados son los cuerpos racializados y los cuerpos feminizados y racializados. Ambas cosas a la vez”, explica Romero.
Y continúa: ”La lucha por las condiciones materiales de las mujeres y los cuerpos humanizados de la clase trabajadora es la lucha por la justicia social, y la lucha decolonial o anticolonial es una lucha por la justicia social y la transformación de la sociedad y, por supuesto, también por la redistribución de la riqueza”.
La disciplina del colonialismo en Latinoamérica
Para que se despliegue este entramado de violencia que se batalla en los cuerpos racializados, especialmente en el de las mujeres, la colonialidad se basa en la jerarquización de los cuerpos, donde todos los cuerpos no blancos pasan a la subalternidad y se convierten en “otredad”.
La herramienta más poderosa de control es el disciplinamiento y la normalización de los cuerpos, explica Romero. Esto se logra construyendo supuestamente universales, como la idea de que el hombre y la mujer, son la norma, y castigando, disciplinando, oprimiendo todo lo que se salga de esa norma.
En Latinoamérica estas herramientas se disputan día con día en la vida cotidiana: Romero señala que éstas se manifiestan de diferentes maneras como:
En el blanqueamiento a través del mito del mestizaje para lograr un acercamiento simbólico a la blanquitud.
En las esterilizaciones forzadas a poblaciones indígenas y afrodescendientes.
En la masacre y exterminio de poblaciones originarias.
Resistencia anticolonialista: las mujeres que le hacen frente
A pesar de que, durante siglos la tríada destructora se ha encargado de someter los cuerpos racializados para lograr su completa dominación, existen diferentes formas de vida, organización y solidaridad que “ponen en jaque”, como diría Romero, al sistema.
“Para mí las mujeres zapatistas son referentes, las mujeres de pueblos originarios autoorganizadas,, sosteniendo la vida. Las madres buscadoras están poniendo en jaque a la estructura y el sistema colonial capitalista, de capitalismo racial, que ahora mismo son un sujeto político en la disputa del relato frente al Estado mexicano, está obligando al Estado mexicano a que haga lo que no quiere hacer, que es verse a sí mismo y darse cuenta que es el responsable de la de la desaparición de cientos de miles de personas en el país”.

“Las compañeras afro también están haciendo un trabajo muy potente de recuperación de sus propias genealogías, y de disputa frente a la idea del mito del mestizaje blanco, (...) están escribiendo esta historia y con construyendo historiografía sobre su propia genealogía y existencia dentro del dentro del Estado mexicano que las ha borrado, como ha intentado borrar un montón de pueblos originarios. Yásnaya Aguilar siempre dice que ‘Los idiomas son los territorios y la lucha por las lenguas, la lucha por los idiomas es la lucha por el territorio’”.

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