¿Qué pasa cuando el “orgullo” LBGTQ+ se utiliza para justificar el racismo, la discriminación y la xenofobia en nombre de una ideología conservadora y nacionalista? Este fenómeno tiene un nombre: homonacionalismo

En los últimos años, el colectivo LGBTQ+ ha pasado de ser marginado por grupos conservadores a convertirse en su objeto de interés político, una apropiación que ha servido para instrumentalizar su lucha. 

Durante el Mes del Orgullo, cuando las calles se iluminan con los colores del arcoíris, también lo hacen algunos discursos y campañas de políticos que, décadas atrás, condenaban abiertamente la diversidad sexogenérica. Actualmente muchos de ellos recurren al pinkwashing, una estrategia de marketing que utiliza los símbolos de la comunidad LGBTQ+ para ganar popularidad o simpatía sin que exista un compromiso real con la causa. 

Así mientras el pinkwashing maquilla con arcoíris la imagen de gobiernos o corporaciones, el homonacionalismo convierte esa supuesta inclusión en una herramienta de exclusión hacia cuerpos migrantes, racializados y disidentes. 

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Un ejemplo claro es la organización Gays for Trump, creada con el fin de apoyar la primera candidatura presidencial de Donald Trump en 2016 bajo los principios de conservadurismo del Partido Republicano.

En ese contexto, el homonacionalismo permite que ciertos sectores privilegiados de la comunidad LGBTQ+ sean incluidos en las narrativas oficiales del poder, siempre que sus cuerpos, voces e identidades no cuestionen la hegemonía blanca occidental. 

¿Qué es el homonacionalismo?

El homonacionalismo es un término acuñado por la investigadora en estudios de género, Jasbir K. Puar, en 2007, quien sostiene que este fenómeno nace de la necesidad de presentar a Estados Unidos como la máxima democracia garante de los derechos de la comunidad LGBTQ+. A través de esta estrategia política y en nombre del patriotismo se reproduce la violencia. 

En su libro, Ensamblajes terroristas: El homonacionalismo en tiempos queer, Puar sostiene que ciertos sectores de la comunidad LGBTQ+, en su mayoría, hombres blancos, cisgénero y de clase media-alta, han sido incorporados a los discursos contemporáneos sobre nacionalismo, militarización, políticas de migración y contraterrorismo. 

Y es que detrás de la supuesta garantía de los derechos de la comunidad LGBTQ++ se esconde la discriminación y segregación étnica y racial: ¿Qué parte de la comunidad merece ser acreedora de derechos? Para el homonacionalismo, los derechos son únicamente para aquellas personas que cumplan con una identidad occidental.

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En este panorama los cuerpos negros, musulmanes, árabes, indígenas y las corporalidades trans representan lo no aceptable, porque la orientación y diversidad sexogénerica sólo importa cuando es blanca, pasiva e instrumentalizada por la política conservadora. 

En el estudio “Inclusiones desiguales en Latinoamérica y Europa: homofobia y racismo bajo el prisma del homonacionalismo” elaborado por Marius Domínguez Amoros en 2021 el homonacionalismo se describe como una expresión en la que confluye la tolerancia entre gais y lesbianas con el racismo.

Más allá de las posturas nacionalistas, algo es claro: el Estado no es un aliado de la comunidad LBGTQ+, más bien instrumentaliza el discurso de odio en posturas radicales de racismo, xenofobia e islamofobia

“Inclusión” selectiva

La inclusión selectiva (o desigualdad selectiva) favorece, en menor o mayor medida, a quienes merecen derechos de igualdad y a quienes no. Bajo esta perspectiva, una mujer lesbiana y musulmana, que utiliza voluntariamente el hiyab, un pañuelo que cubre la cabeza y el pecho, o un hombre migrante de Centroamérica, quedan fuera del “ideal nacional”. 

La discriminación no es arbitraria, es una herramienta utilizada por gobiernos eurocentristas para legitimar el poder. Un ejemplo de ello es el avance de las leyes contra la homofobia al mismo tiempo que endurecen políticas migratorias. 

En Reino Unido, el matrimonio entre dos personas del mismo sexo es legal desde 2014. Un año después tras la crisis migratoria en Europa que movilizó a más de un millón de personas originarias de Medio Oriente, África y Asia del Sur, las solicitudes de asilo en Reino Unido han aumentado año con año. 

De acuerdo con el estudio Queer Asylum Seekers as a Threat to the State: An Analysis of UK Border Controls, el Reino Unido recibe alrededor de 29 mil  solicitudes de asilo al año, de las cuales entre tres mil y cuatro mil provienen de personas LGBTQ++ que huyen de la persecución por su orientación sexual o identidad de género. 

Sin embargo, hasta el  99% de las solicitantes son rechazadas  en la etapa inicial del proceso, lo que revela no sólo una política migratoria restrictiva, sino también una profunda discriminación sistémica e institucional a los cuerpos y narrativas disidentes.

El caso de israel: entre la ocupación y el “pinkwashing”

Es claro: “¡Con genocidio, no hay orgullo!”. A 77 años de la ocupación israelí en Palestina, Tel Aviv, capital de Israel,  continúa siendo conocida como “la capital gay de Medio Oriente”. 

Israel es la máxima expresión del homonacionalismo contemporáneo: aplaudido como uno de los países más progresistas en cuanto a derechos LGBTQ+ en Medio Oriente, mientras que mantiene un régimen de apartheid, es decir, segregación racial y discriminación institucionalizada, contra el pueblo palestino.

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¿A quién le habla Israel cuando reconoce los derechos de la comunidad LGBTQ+? Para el homonacionalismo sionista la pregunta va más allá: ¿Qué parte de la comunidad LGBTQ+ merece vivir?

Nofret Hernández, posdoctorante de la división de historia del CIDE y especialista en Medio Oriente, explica que una democracia no puede ser apartheid, y se pregunta: “¿si Israel es la única democracia en Medio Oriente por que respeta a la comunidad LGBTQ++, de qué sirve ser un hombre gay o una lesbiana palestina si de todas formas la van a discriminar por ser palestina”.

“Es verdad que en Israel, existen más derechos para las personas LGBTQ++ que en otros lugares de la región, pero eso no significa que no haya discriminación. La hay, y en múltiples niveles. El pinkwashing opera justo así: muestran una cara “progresista” al mundo diciendo que respetan a la comunidad LGBT+, pero eso no borra otras violencias estructurales”.

Para Nofret Hernández, lo que realmente importa al homonacionalismo israelí es si   se es una persona judía. “Si no lo eres, te van a discriminar, sin importar tu orientación sexual o identidad de género”.

“Este no es un problema exclusivo de Israel. Lo mismo ocurre en países como Francia y en México también. Sigue habiendo una profunda dificultad para respetar las diferencias étnicas y religiosas. Muchos gobiernos se escudan en su supuesta apertura hacia la diversidad sexual para presentarse como “progresistas”, pero eso no basta. El respeto a la diversidad no puede limitarse solo a lo sexual mientras se siguen reproduciendo otras formas de exclusión”.